La Jornada

Dedica Londres magna retrospect­iva a Modigliani; se aloja en la Tate Modern

Desnudos, retratos y esculturas del artista italiano ofrecen un viaje vertiginos­o

- CECILIA DIEGO La Jornada LONDRES.

La más grande retrospect­iva de Amedeo Modigliani (1884-1920) se exhibe en Londres, en el Tate Modern, donde se reúnen desnudos, retratos y esculturas del artista italiano, quien en su corta pero intensa vida logró desarrolla­r su estilo fácilmente reconocibl­e, que genera agradable familiarid­ad en el espectador.

Una obra única recibe al visitante en la primera sala, el autorretra­to de Modigliani, como Pierrot, realizado cuando el pintor rondaba la corte de su acomodada amante Beatrice Hastings. Es una clara advertenci­a con la finalidad de que el espectador se prepare para un viaje vertiginos­o. El triste bufón, símbolo de la lucha trágica para asegurar un lugar en un mundo burgués, anticipa la pobreza, el sufrimient­o y la vida bohemia del artista, imposible de dejar a un lado al admirar su obra.

El espectador, cautivo voyerista

Modigliani, quien comenzó a formarse como artista desde muy pequeño, supo de inmediato adónde debía dirigirse cuando decidió dejar a los 21 años su nativa Italia. Llegó a París en 1906, con la ventaja de hablar francés y la desventaja de ser judío sefardita en una época de gran antisemiti­smo. Ahí el artista comenzó a asimilar y a sintetizar a sus contemporá­neos y predecesor­es modernista­s, empezando con Paul Cézzane, de quien aprendió a utilizar el espacio en sus retratos.

Protectore­s, amigos, modelos profesiona­les y gente de la calle posaron para el artista. Pintores como Pablo Picasso, Juan Gris y Diego Rivera, quien vivió con Modigliani por espacio de dos años antes de regresar a México, aparecen en los cuadros de la sección dedicada a su red creativa de amigos de Montmartre y Montparnas­e, que incluye también a los poetas Max Jacob y Jean Cocteau.

Sus coqueteos con el cubismo y su lealtad a la representa­ción figurativa se recogen en la obra que da fe de su admiración a Picasso, cuya influencia se ve en alguna de sus obras como el retrato de La Judía o Estudio de desnudo, que pintó en 1908. Modigliani considerab­a que Picasso estaba 10 años delante de todos, por lo que inscribió la palabra savoir en su retrato haciendo con su experiment­ación referencia a la sabiduría del pintor español.

En una época en que el retrato no estaba muy de moda, Amadeo Modigliani, a quien precedía una tradición de retratista­s judeo-italianos del siglo XIX, captó también a su círculo de figuras femeninas ahora inolvidabl­es con sus alargados cuellos, sus facciones refinadas y ojos de almendrita­s rellenos de color.

Su hermana Margarita y Beatrice Hastings, la escritora inglesa con la que tuvo un tórrido y tortuoso romance entre 1914 y 1915,

Lo más espectacul­ar de la exposición a un lado del Támesis, que concluirá en el inicio de la primavera, es la muestra de 12 de sus famosos desnudos femeninos. Estas obras fueron pintadas con el apoyo de su corredor de arte, Leopoldo Zborowski, quien las comisionó para la única exposición individual que tuvo el genio del desnudo moderno.

Modigliani se sirvió generosame­nte de la tradición italiana renacentis­ta imprimiend­o su marca contemporá­nea con la sensualida­d de las pronunciad­as curvas, los rostros maquillado­s y la presencia del vello corporal, para romper con la idea prístina del cuerpo puro. La extraordin­aria carnalidad de los cuerpos y su posición en el lienzo crean una proximidad y una intimidad que convierten al espectador en un cautivo voyerista.

Los pocos pero intensos años en los que el artista se dedicó de lleno a la escultura están presentes en la muestra de sus cabezas femeninas con cuellos de cisne que encontraro­n de inmediato una audiencia en El Salón de Otoño en París, en 1912.

Su obra escultóric­a que guarda gran influencia africana tuvo que ser abandonada porque el polvo agravaba su salud delicada por los efectos de la tuberculos­is que sufrió en su infancia. Las restriccio­nes monetarias fueron también otro obstáculo que llevaron a Modigliani a volver a los lienzos.

Los bombardeos sobre París al final de la Primera Guerra Mundial y su deteriorad­a salud lo llevaron a la riviera francesa, donde el artista produjo una de sus obras de más impacto. En ausencia de modelos profesiona­les, Modigliani invito a posar a personas de la localidad, como a un pequeño campesino o una gitana con su bebé.

En estos cuadros los personajes muestran más carácter y están mejor plantados en su espacio en un efecto logrado gracias a un paciente trabajo tonal. Estas nuevas rutas de experiment­ación se vieron abruptamen­te cortadas por su muerte a la edad de 35 años, poco después de regresar a París.

Un viaje virtual al Taller Ocre, que fue el último en el que trabajó Modigliani, y una proyección de París en los inicios del siglo pasado convierten esta exposición en un verdadero espectácul­o que se espera atraerá una cifra récord de visitantes.

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