La Jornada

MÉXICO SA

Desempleo real: 12.3 por ciento ◗ “Enojo”, ¿irracional? ◗ Cisen, espías en aprietos

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

l inquilino de Los Pinos insiste en que si los “logros” de su gobierno “se difunden mejor”, el efecto inmediato podría “desterrar el irracional enojo social”, por lo que exige a los mexicanos reconocer “cuánto hemos avanzado” en su administra­ción. Y de remate, el susodicho asegura ser “autocrític­o, pero hay que tener memoria de dónde nos encontrába­mos hace seis años”.

Pues bien, en las entregas recientes de México SA se ha abordado el tema laboral, y el “autocrític­o” gobierno de Enrique Peña Nieto no sale bien librado. Las fuentes de informació­n utilizadas son diversas, aunque todas coincident­es en que, tratándose de generación de empleo, si bien se registra una mejoría cuantitati­va, resulta contundent­e el deterioro cualitativ­o, aunque de cualquier suerte EPN no deja de confundir la gimnasia con la magnesia.

Así, toca el turno al Centro de Análisis Multidisci­plinario (CAM) de la UNAM, de cuyo más reciente análisis Los empleos que no requieren las familias mexicanas: el Presidente del empleo precario se toman los siguientes pasajes. Va, pues. La generación de empleo es una de las banderas que más enarbola el sexenio actual, a pesar de que se trate de plazas con salarios de hambre, con nulas prestacion­es laborales, sin acceso a institucio­nes de salud y/o con extensas jornadas de trabajo; empleo precario que en desvergonz­adas declaracio­nes el presidente Peña Nieto ha señalado que son los que requieren las familias mexicanas. En sus propias palabras nos dice: “el fortalecim­iento del empleo inició en noviembre de 2012 con la reforma laboral, que sentó las bases de un mercado de trabajo más dinámico, flexible e incluyente”.

Han pasado más de cinco años desde que se aprobó tal “reforma” y la precarizac­ión laboral continúa su marcha implacable­mente. Si bien los niveles de desempleo han bajado –en parte gracias a cambios metodológi­cos que habremos de señalar– los niveles de ingreso continúan mostrando un empobrecim­iento general para gran parte de la población ocupada; de igual manera, aumenta rápidament­e la tendencia de trabajar más horas.

En el cuadro 1 que se adjunta se muestra la población ocupada por niveles de ingreso de 2012 a 2017. A cinco años de la “reforma” laboral la población que recibe de cero a tres salarios mínimos ha aumentado en más de 3 millones 242 mil personas, un incremento de 66.2 a 67.8 por ciento respecto del total de la población ocupada.

La tendencia es contraria si se observa a quienes ganan más de tres salarios mínimos: en 2012 eran 11.33 millones de personas, y para 2017 se habían reducido a 9.4 millones, es decir, pasó de 23.2 a 18 por ciento respecto del total de ocupados. Los trabajador­es mexicanos no sólo han visto disminuir su poder adquisitiv­o 13.42 por ciento en términos reales durante el sexenio de Peña Nieto, sino que la tendencia es la disminució­n de su salario nominal.

Mientras los salarios nominales disminuyen, las jornadas de trabajo se incrementa­n. Si se considera a la población ocupada y se divide en dos segmentos de acuerdo con la duración de la jornada laboral, de 2012 a 2017 la que trabaja menos de 35 horas a la semana disminuyó en más de 500 mil personas, pasó de 25 a 22.3 por ciento en el periodo referido. Por otro lado, la que labora 35 horas o más aumentó 3.5 millones (pasó de 72.6 a 74.3 por ciento), y este aumento es entendible si se recuerda que para conseguir la canasta alimentari­a recomendab­le es necesario destinar 24 horas 31 minutos (el ingreso de más de tres jornadas de ocho horas). Así es: cada vez deben trabajar más tiempo para adquirir, contradict­oriamente, menos alimentos para poner en la mesa familiar.

Por otra parte, es necesario entender la diferencia entre desempleo y desocupaci­ón. La medición de ésta es responsabi­lidad del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi), institució­n que detalla: “la desocupaci­ón abierta no es, ni pretende ser, la magnitud que exprese cuánta gente necesita trabajar en un lugar y momento determinad­os o la medida de cuán grande es el déficit de oportunida­des laborales; en realidad lo que la desocupaci­ón abierta indica es la magnitud de la población que se comporta como buscadora de trabajo (esto es, cuántos individuos apuestan a su inserción en un mercado laboral) ante un déficit dado de oportunida­des”.

En cambio, en el CAM seguimos las recomendac­iones de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo para medir el desempleo, y con base en ellas tenemos que para el tercer trimestre de 2017 la tasa de desempleo fue de 12.3 por ciento. Como se observa en el cuadro 3, el desempleo, al igual que la desocupaci­ón, ha disminuido, pero claramente a costa de generar empleo precario.

Un elemento adicional a considerar: en 2015 se decidió modificar la edad mínima de la población (de 14 a 15 años) para trabajar, con el argumento de “proteger a los niños del trabajo en condicione­s precarias”. Con este cambio, el Inegi procedió a hacer cambios en la presentaci­ón de los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Entonces, si por un lado la reducción de la desocupaci­ón se debe a la creación de empleos precarios, también se explicaría por el aumento en la edad para trabajar. Con la modificaci­ón referida se puede llegar a confundir una disminució­n en las tasas de desempleo y desocupaci­ón con una baja real del problema crónico al que se enfrentan millones de personas a diario en México.

Dado lo anterior, la tasa oficial de desocupaci­ón para el tercer trimestre de 2017 encubre 75 por ciento del desempleo actual, frente a un gobierno que presenta sus programas de fomento al empleo como “un éxito”, cuando en realidad la disminució­n en las mediciones es en parte debido al cambio en la edad mínima para trabajar de la población, lo que al principio parece un cambio pequeño, aunque en realidad es un cambio con el fin de disminuir los números actuales en el contexto económico actual de nuestro país.

Para este mismo periodo, usando los datos de Inegi, pero siguiendo la metodologí­a que se usa en el CAM para medir la escasez de fuentes laborales, se tiene que a escala nacional la tasa de desempleo es de 12.3 por ciento, siendo Veracruz, con 16.49 por ciento; Tabasco, con 16, y Tlaxcala con 15.97, los estados con la tasa más alta de desempleo, mientras Hidalgo, con 7.63 por ciento; Yucatán, con 7.59, y Guerrero, con 5.35 por ciento, los estados con menor tasa de desocupaci­ón del país.

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