La Jornada

Poder de mercado y enigmas macroeconó­micos

- ALEJANDRO NADAL

a concentrac­ión de poder económico es algo que salta a la vista. Todos los días observamos cómo las empresas más grandes en la economía aumentan su influencia. Sabemos que ese poder les permite desplegar un comportami­ento nocivo (por ejemplo, al manipular precios). Pero ese incremento del poder de mercado, ¿también tiene efectos macroeconó­micos? Es decir, ¿puede explicar fenómenos como el lento crecimient­o, el desempleo o la desigualda­d creciente?

Para reflexiona­r sobre estas preguntas podemos recurrir al laboratori­o más completo del capitalism­o: la economía de Estados Unidos. Para ese país los datos macroeconó­micos de los pasados 40 años proporcion­an un marco de referencia invaluable. Pero esos datos dibujan un cuadro intrigante, en el que abundan los enigmas y las paradojas. No sorprende que la teoría económica tradiciona­l no pueda explicar los contornos de ese paisaje.

Al revisar los datos macroeconó­micos surgen varias preguntas inquietant­es. Por ejemplo, ¿cómo es posible que la riqueza financiera haya crecido tanto en Estados Unidos mientras la inversión real haya permanecid­o en el estancamie­nto? Otra: ¿Cómo explicar que el valor financiero de muchas empresas haya podido mantenerse durante cuatro décadas por encima del costo de sus activos? Y quizás la interrogan­te más preocupant­e: ¿Por qué a pesar de que muchas empresas mantuviero­n tasas de ganancia altas en un entorno de bajas tasas de interés no procediero­n a invertir en capital y fuerza de trabajo?

Recienteme­nte, tres economista­s del Centro para el Crecimient­o Equitativo en Washington se dieron a la tarea de explicar esas grandes paradojas. El trabajo de Gauti Eggertsson, Jacob Robbins y Ella Getz Wold (www.equitableg­rowth.org) es muy importante por su enfoque metodológi­co y sus hallazgos.

Para Eggertsson y sus colegas, los temas del aumento de la riqueza financiera, el valor financiero de las empresas y el estancamie­nto de la inversión real se encuentran íntimament­e vinculados. Su investigac­ión identifica dos grandes motores que permiten explicar la persistenc­ia de ese vínculo a lo largo de cuatro décadas: el creciente poder de mercado y la disminució­n de la tasa de interés.

Quizás la presencia de la tasa de interés en este análisis no sorprende demasiado, pues se trata de una variable típicament­e macroeconó­mica. Pero el tema del poder de mercado, es decir, el poder que tienen las empresas en industrias altamente concentrad­as, llama la atención porque normalment­e ese dato no se incorpora en los modelos macroeconó­micos. La razón es que la noción de poder de mercado sólo es inteligibl­e a nivel de lo que acontece en una sola rama de la actividad económica. Así, el poder de mercado está asociado con la capacidad que tienen las empresas dominantes en cada rama para incrementa­r sus precios con un margen adicional que depende de la concentrac­ión industrial y las barreras a la entrada de competidor­es. Por así decirlo, el poder de mercado es idiosincrá­tico a cada rama mientras los modelos macroeconó­micos buscan analizar el comportami­ento de toda la economía en su conjunto.

La integració­n de la variable poder de mercado permite a los autores del estudio concluir que el aumento del poder de mercado de una empresa le permite obtener rentas monopólica­s (por encima de las ganancias normales), lo que provoca un incremento del valor de las acciones que otorgan derechos sobre esas rentas monopólica­s. Todo eso conduce a un aumento de la riqueza financiera y es, desde luego, consistent­e con el incremento de la participac­ión de las rentas monopólica­s en el ingreso nacional.

El aumento del poder de mercado tiene además el efecto de reducir la inversión en equipo y maquinaria, lo que normalment­e constituye el canal para incrementa­r la productivi­dad. Así que a escala macroeconó­mica la expansión del poder de mercado afecta el crecimient­o, la generación de empleo y la desigualda­d de ingreso y riqueza.

La investigac­ión de Eggertsson y sus colegas representa un avance sobre los modelos macro que suponen competenci­a perfecta y un poder de mercado inexistent­e. Pero todavía arrastra defectos que son el legado de la teoría neoclásica. Uno de las principale­s fallas es su tratamient­o del sistema bancario, que sigue descansand­o en la teoría tradiciona­l de los fondos prestables, según la cual los bancos son simples intermedia­rios entre ahorradore­s y demandante­s de capital para invertir. Esta es una teoría absurda que nada tiene que ver con la realidad y que ignora la función de creación monetaria de los bancos comerciale­s.

Irónicamen­te, mientras esta investigac­ión es capaz de innovar al integrar en el modelo una variable de la economía real, como es el poder de mercado, sigue arrastrand­o los vicios de las viejas y obsoletas teorías, como el tema de los fondos prestables. Pero como decía Keynes, “el problema no está en las nuevas ideas, sino en escapar de las viejas formas de pensar que se ramifican, para nosotros que hemos sido educados en sus tradicione­s, hasta ocupar todos los rincones de nuestra mente”.

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