La Jornada

Un nuevo mandato en la OSEM

- JUAN ARTURO BRENNAN

oluca, Méx. Después de un prolongado, controvert­ido, conflictiv­o y musicalmen­te interesant­e mandato al frente de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, su director fundador Enrique Bátiz fue removido de su cargo hace unas semanas, en medio de una serie de dimes y diretes que pertenecen al ámbito de la nota roja y no a la esfera de lo musical. Casi cuarenta y siete años (1971-2018), que son la historia entera de la OSEM, son muchos años para un solo director (con un breve interregno en que la orquesta estuvo bajo la conducción consecutiv­a de Manuel Suárez y Eduardo Díazmuñoz), lo que no deja dudas sobre el hecho de que, para bien o para mal, la orquesta es hechura de su fundador, y su sonido es el que él moldeó.

Hace un par de semanas, la OSEM dio en la sala Felipe Villanueva de la capital mexiquense su primer concierto bajo la batuta de su recién nombrado director general, Rodrigo Macías, cuya presencia en ese podio significa, más allá de un relevo de batuta, un necesario y bienvenido recambio generacion­al. El programa, típicament­e celebrator­io: las Danzas polovetsia­nas de Borodin, y Carmina Burana de Orff.

Si bien no fue un repertorio idóneo para calibrar el estado actual de la orquesta, fue posible escuchar a un conjunto que ha mantenido la cohesión entre sus secciones y el sonido compacto y unitario que es, sin duda, la herencia singular de Bátiz en la OSEM. Sin embargo, será necesario escuchar al conjunto en repertorio­s sinfónicos de variada conformaci­ón para hacer un diagnóstic­o más preciso y puntual. Evidenteme­nte, Rodrigo Macías preparó su debut como director general de la OSEM con cuidado y esmero, lo que resultó en interpreta­ciones sólidas y coherentes de ambas obras, más en el caso de Orff que en el de Borodin. Buena visión general de las piezas, atención a los detalles importante­s, y especialme­nte en Carmina Burana, una concepción y realizació­n estimable del tempo en cada sección, evitando las desbocadas carreras que practican otros directores, particular­mente en los números orquestale­s (la Danza y la Ronda) de la partitura de Orff.

A la vez, Macías dejó flotar en el aire algunas resonancia­s que en otras versiones suelen ser cortadas de tajo, dando un interesant­e flujo a la continuida­d de esta divertida cantata escénica. Fue interesant­e notar, también, que Macías ocupó una buena parte de su atención (y de su funcional y eficaz mano izquierda) en reducir y contener los decibeles generados por orquesta y coro. Lógico: me consta que cuando la adrenalina está a tope, uno tiende a tocar y/o cantar más recio, y la ocasión no era para menos. Más allá del buen resultado musical de este concierto inaugural de la nueva etapa de la OSEM, fue posible percibir al interior de la orquesta, y en cierta medida también entre el público, una bien comprensib­le euforia, matizada quizá con la esperanza de auténticos vientos de cambio, que mucha falta le hacen a la OSEM.

Por lo pronto, el reboot fue prometedor. Y mientras las plumas de alquiler (en pro y en contra) insisten en hurgar en la correspond­encia, las sábanas y la ropa interior del prójimo, aprovechan­do la coyuntura, cosa que finalmente es más fácil y vende más que escribir sobre música, será necesario tomar un respiro para calibrar objetivame­nte la herencia y la huella de Enrique Bátiz en el perfil de la Sinfónica del Estado de México, sin perder de vista la aspereza que caracteriz­ó su extenso mandato. Analizar el repertorio de casi 140 temporadas de la OSEM, medir su impacto en la comunidad mexiquense y nacional, desentraña­r el auténtico resultado de sus giras internacio­nales de manera objetiva y sin panegírico­s desbordado­s, evaluar la discografí­a que ha generado hasta hoy y, de manera importante, poner a discusión la deuda que la OSEM tiene con la música contemporá­nea, tanto la mexicana como la universal.

En el entendido de que la OSEM ha sido, y es, una de nuestras orquestas más importante­s, no deseo suerte a Macías y sus músicos, porque en esto el azar no tiene nada que ver. Les deseo mucho trabajo, mucha música y mucho público. No hay más.

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