La Jornada

Un vestido debe “embellecer a la mujer que lo lleva, no disfrazarl­a”: Givenchy

- AFP PARÍS.

“El secreto de la elegancia es parecer uno mismo”, decía Hubert de Givenchy. Con su porte aristocrát­ico indisociab­le del de su musa, Audrey Hepburn, el diseñador –cuya muerte se anunció este lunes– puso durante más de 40 años su talento al servicio de un estilo simple y refinado.

“El señor De Givenchy falleció mientras dormía el sábado”, informó en un comunicado el también diseñador Philippe Venet, con quien compartió varias décadas de su vida. Su funeral se realizará “en la más estricta intimidad”, precisó.

Nacido el 20 de febrero de 1927, De Givenchy perdió a su padre cuando tenía dos años. Creció en Beauvais, Francia, rodeado de su familia materna. Su abuelo era administra­dor de las manufactur­as de tapicerías de Gobelins y de Beauvais. Así nació su gusto por los tejidos y materias. “Esta herencia que tuve la suerte de consultar fue de gran influencia”, decía.

Un vestido debe “embellecer a la mujer que lo lleva, no disfrazarl­a”, subrayaba este hombre distinguid­o y sumamente cortés que compartía con su maestro Cristóbal Balenciaga el gusto por las líneas depuradas.

Se puso a dibujar siluetas de moda, siguió clases en Bellas Artes y, a los 17 años, debutó su carrera de modisto en los talleres de Jacques Fath y Elsa Schiaparel­li. Con 24 años decidió abrir su propia casa de moda.

Su primera colección, constituid­a casi por completo de piezas separadas, cosechó enseguida un gran éxito en 1952.

El encuentro en 1953 con Balenciaga fue crucial: “Él era la arquitectu­ra, la genialidad, la belleza en el estado puro. Me lo enseñó todo”, declaró De Givenchy, quien, sin embargo, nunca trabajó con el diseñador español.

Ese año supuso también el comienzo de 40 años de complicida­d con Hepburn, la actriz de cuerpo grácil y encanto ingenuo que fue su amiga y musa.

Más que ninguna otra mujer, Hepburn encarnó el estilo Givenchy, esa elegancia sin ostentació­n, de fantasía discreta, cómoda sencillez, clásica pero no austera. Hubert de Givenchy la vistió para la pantalla (Sabrina, Breakfast at Tiffany’s...) y también para la vida real.

Con ella, “ángel con ojos lánguidos, el trabajo se volvía acto de alegría”, declaró el diseñador en una ocasión.

La estrella de Hollywood le aportó numerosa clientela del otro lado del Atlántico que adoraba los vestidos con la elegancia sencilla y cómoda del diseñador.

Tenaz y perfeccion­ista

Trabajador tenaz y perfeccion­ista, De Givenchy comenzó durante décadas su jornada laboral a las 7:30 horas, permanente­mente vestido con una bata de lino blanco. El diseñador, apasionado de la decoración y un gran coleccioni­sta de arte, resumía así su línea de conducta: “Rigor, nada de cosas inútiles y mucho trabajo”.

Entre sus clientas figuraban Grace Kelly de Mónaco, Jackie Kennedy, la duquesa de Windsor, Elizabeth Taylor, Lauren Bacall, Jean Seberg, Diana Ross... En el cine vistió también a Brigitte Bardot.

En 1988, Hubert de Givenchy Hubert de Givenchy posa con sus maniquis en su tienda, el primero de febrero de 1952

vendió su casa de moda al grupo LVMH pero continuó como director artístico. Tiró la toalla unos años después, en 1995. “Me había convertido en un simple empleado de cuyo nombre se burlaban”, explicaba.

En julio de 1995, presentó su última colección de alta costura dedicada a su personal, en presencia de compañeros de profesión como Yves Saint Laurent, Christian Lacroix, Jean-Louis Scherrer, Kenzo, Paco Rabanne y Valentino. Una colección que quiso “siempre más depurada, más sencilla”, guiado por la preocupaci­ón de “llegar a la esencia misma de un abrigo, de un vestido, de un traje de chaqueta” y falda o pantalón.

En octubre, su última colección de prêt-à-porter, recibida con una ovación, puso el broche de oro a su carrera de diseñador.

De Givenchy tenía una opinión severa sobre la moda actual. “Se habla de lujo como nunca antes”, decía en un documental difundido en 2015. “Hay cada vez más vestidos pero no hay dirección, bolsos con cadenas, zapatos casi inllevable­s. Si eso es el lujo, tiene el tiempo contado”.

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Foto Ap
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El diseñador francés, el 7 de junio de 2011, en la inauguraci­ón del museo de Cristóbal Balenciaga en el País Vasco ■ Foto Afp

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