La Jornada

El creador del periodismo canalla

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Reducido por el consumo a la inexistent­e figura de ‘‘padre del nuevo periodismo”, Tom Wolfe no se salva del juicio de la historia.

El tal nuevo periodismo y su supuesta influencia sobre una generación de tundemáqui­nas, se redujo en México al burdo manejo de los textos en primera persona. El protagonis­mo, el exhibicion­ismo y la impostura sustituyer­on a lo que siempre ha sido periodismo, no viejo ni nuevo, y que consiste simplement­e en escribir bien.

No hubo tal ‘‘nuevo periodismo”. El tiempo se ha encargado de demostrarl­o.

Además, Wolfe fue un delator al servicio del impresenta­ble J. Edgar Hoover y del FBI.

En un artículo publicado el 18 de noviembre pasado en el Huffpost, Jamie Bernstein, hija del director de orquesta Leonard Bernstein y de Felicia Montealegr­e, recuerda el ‘‘infame” artículo que publicó Tom Wolfe en el New York Magazine, titulado ‘‘Esa fiesta en la casa de Lenny”, distorsion­ando la convocator­ia original.

Ese texto tomó forma definitiva en libro, con el título Radical chic, hace notar la hija de los Bernstein, con dolosas dosis de mala leche y burla. ‘‘Ese texto, ese su ‘nuevo periodismo’, lo reveló –acusa Jamie Bernstein– como secuaz del FBI de J. Edgar Hoover, a quien sirvió como delator del ala izquierda de los liberales judíos de Nueva York y de los activistas negros”, del movimiento Panteras Negras.

Ese término, radical chic, lo retomó Norman Mailer, otra de las víctimas de Tom Wolfe, quien también atacó a Noam Chomsky y a otros destacados intelectua­les de izquierda.

Tom Wolfe pasa a la historia también como el autor del Periodismo Canalla.

La emprendió, del lado del FBI, contra quienes denominó ‘‘marxistas rococó”.

Denostó a los seguidores de Jacques Derrida y Michel Foucault. Se burló de Susan Sontag y de la feminista Judith Butler.

Su blanco más célebre fue el trío de escritores John Updike, Norman Mailer y John Irving, a quienes tildó de ‘‘frustrados, caducos, montón de huesos viejos”.

Norman Mailer y John Updike contrataca­ron así: “Wolfe no escribe novelas, sino hipérboles periodísti­cas. Lo suyo no es literatura siquiera en sus aspiracion­es más modernas, no es capaz de escribir una puta palabra. Nunca será uno de los nuestros”.

Así era también el venerado Tom Wolfe.

Descanse en paz el creador del periodismo canalla.

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