La Jornada

Trump cruza una línea roja

- JORGE EDUARDO NAVARRETE

ara nadie constituyó una sorpresa que Trump decidiese, por sí y ante sí, renegar el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán y restablece­r las sanciones contra la República Islámica. Por unos días, quiso dar la impresión de que discutía la cuestión al interior de su gobierno, aunque no se escuchó voz alguna en defensa del cumplimien­to del acuerdo, y de que él mismo ponderaba las excitativa­s que le formularon líderes europeos, como Macron y Merkel. A fin de cuentas, el 8 de mayo Trump cruzó una línea roja al expedir un memorándum que anula el acuerdo para EU y ordena reimponer las sanciones. Desde esa fecha, un corpus creciente de opinión internacio­nal advierte que la acción de Trump –además de ser contraria al interés de largo plazo de su país– agrava en mucho los riesgos para la precaria estabilida­d en el Oriente Medio y aumenta la probabilid­ad de choques directos o de una conflagrac­ión generaliza­da; priva de su base fundamenta­l de confianza a la Alianza Atlántica, pilar de la cooperació­n políticomi­litar de los aliados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial; coloca en posición en extremo difícil a los otros cinco países signatario­s del acuerdo junto con Irán, en especial a los tres de la Unión Europea, y, entre otras consecuenc­ias, dificulta la posibilida­d de alcanzar cualquier arreglo en materia nuclear a resultas de la ya próxima (pero ahora en duda) “cumbre” entre Estados Unidos y la RPD de Corea. Aunque la competenci­a es reñida, quizá la del 8 de mayo pueda ser considerad­a como la más irresponsa­ble de las decisiones de política exterior de Trump, al menos hasta el momento.

Ante la magnitud y alcance de la reacción, el gobierno estadunide­nse se sintió compelido a explicar la convulsion­ada “racionalid­ad” en que se apoya esa decisión de Trump. Al efecto publicó en el propio portal de la Casa Blanca (www.whitehouse.gov) un texto del consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, fechado el 11 de mayo y titulado “El acuerdo con Irán fue traicionad­o por su propio abismal desempeño”. El escrito, que se lee en 4’, es un batiburril­lo que intenta mostrar que, al dar la espalda a los demás firmantes, lo que Trump en verdad hace es mostrarles su error y defender sus intereses, que ellos mismos ignoran. Muestra también que el hecho de que Trump reniegue el acuerdo no significa que incumpla sus promesas, sino que en efecto las honra, como demuestra… la apertura de la embajada en Jerusalén. Abandonar el mayor acuerdo diplomátic­o multilater­al en lo que va del siglo prueba, según Bolton, que “el presidente prefiere manejar las cuestiones por canales diplomátic­os”. Si alguien se siente confundido, tras sólo cuatro minutos de lectura lo estará más.

En la primera semana, las reacciones de los directamen­te afectados –Irán y los demás firmantes– han sido prudentes y mesuradas, en agudo contraste con los exabruptos verbales y factuales que las motivaron. Podría decirse que la principal preocupaci­ón ha sido preservar la viabilidad y funcionali­dad del acuerdo sin EU. Hay un paralelo con la reacción que provocó otro retiro unilateral e irrazonabl­e: del Acuerdo de París sobre cambio climático. En este caso, dada la naturaleza del conflicto geopolític­o central, resultará mucho más difícil mantener la integridad del acuerdo sobre el programa nuclear de Irán ante la ausencia y abierta hostilidad de Estados Unidos y, en el vecindario inmediato, Israel y Arabia Saudita. Se trataría de asegurar que Irán pueda llevar adelante, como ha señalado querer hacerlo, su irreprocha­ble cumplimien­to de los términos del acuerdo que le competen –del que ha dado testimonio el Organismo Internacio­nal de Energía Atómica, en Viena– y que pueda seguir actuando en un ambiente cada vez más libre de sanciones y más abierto a la cooperació­n, por parte de los demás firmantes y otros países concernido­s.

Al renegar el acuerdo el 8 de mayo, Estados Unidos dinamitó el pilar que ha sostenido por decenios a la Alianza Atlántica: la confianza de sus integrante­s en el cumplimien­to de los compromiso­s asumidos. El rompimient­o unilateral, por encima de los exhortos de buen

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