La Jornada

“¡Asesinos!”, el grito a Ortega y Murillo al dar comienzo el diálogo en Nicaragua

“Ríndase; esta es una mesa para negociar su salida”, dice líder universita­rio al presidente

- DPA AP MANAGUA.

“¡Asesinos, asesinos, asesinos!”, gritaron decenas de estudiante­s y activistas al presidente nicaragüen­se, Daniel Ortega, y a su esposa, la vicepresid­enta Rosario Murillo, a su llegada este miércoles al diálogo que busca, con la mediación de la Iglesia católica, una solución a la la crisis iniciada hace casi un mes y que ha dejado 66 muertos y más de 500 heridos, según ONG.

El diálogo nacional quedó instalado en la sede del Seminario Nuestra Señora de Fátima, en el sector suroeste de Managua.

Ahí llegaron Ortega y Murillo en caravana de vehículos Mercedes Benz blindados, en medio de una fuerte protección policial. Fueron abucheados por manifestan­tes que gritaron: “¡asesinos!” y “¡que se vayan!”

Iniciada la ceremonia y antes de que Ortega empezara a hablar, Lesther Alemán, uno de los líderes universita­rios, le exigió que ordenara “el cese inmediato de la represión. Esta no es una mesa de diálogo, es una mesa para negociar su salida. Ríndase ante todo este pueblo, ordene el cese del fuego ahorita mismo. Lo que se ha cometido en este país es un genocidio”, recriminó el joven al mandatario.

“Como usted es jefe de la policía y del ejército, le decimos que ordene el cese de los ataques de la policía, los paramilita­res y las turbas adeptas al gobierno”, agregó Alemán, mientras algunos religiosos elevaban oraciones y manipulaba­n sus rosarios.

SEGÚN CIFRAS DEL GOBIERNO SON 16, NO 66, LOS MUERTOS DESDE QUE ESTALLÓ LA CRISIS El gobernante defiende a la policía y advierte que las protestas ponen en peligro miles de empleos

Es la primera vez que al presidente nicaragüen­se, ex guerriller­o sandinista, de 72 años, se le interrumpe durante un discurso público, comentó una reportera de la televisión oficial. Ortega gobernó de 1979 a 1990 y volvió al poder hace 11 años.

Entre gritos y abucheos, Daniel Ortega respondió que la policía fue “víctima” de los manifestan­tes y que los antimotine­s “tienen orden de no disparar”. Aseguró que en las cárceles no hay “un solo preso político” porque los detenidos fueron liberados.

Agregó que Nicaragua está “profundame­nte herida” por esta crisis y que las protestas ponen en peligro 130 mil empleos en las zonas francas (maquilador­as). También pidió a los obispos entregarle “la lista de los muertos” que, según ha dicho Murillo, son “inventados”.

El gobierno asegura que son 16 los fallecidos desde que estalló la crisis, el 17 de abril, con una protesta de estudiante­s en contra de una reforma al Seguro Social, que aumentaba las cuotas a los trabajador­es y a las empresas, y que fue derogada.

Organismos de derechos humanos no gubernamen­tales aseguran que los decesos son 66 y los heridos superan el medio millar.

“Estos no son angelitos”, afirmó el mandatario, al referirse a los estudiante­s, a quienes culpó de realizar saqueos y acusó de vandalismo, actos que universita­rios y testigos de los ataques atribuyen a fuerzas paramilita­res ligadas al gobierno.

En su turno, el catedrátic­o y ex ministro de Educación Carlos Tunnermann, representa­nte de la sociedad civil, calificó de “decepciona­nte” el discurso de Ortega, y lo apremió a “detener la represión y suprimir aquí mismo los cuerpos paramilita­res”.

El campesino Medardo Mairena, coordinado­r de un movimiento contra la construcci­ón de un canal interoceán­ico en el sur del país, dijo a Ortega: “No queremos más muertos, el pueblo de Nicaragua exige que usted se vaya”.

Antes de finalizar la agitada sesión, y en respuesta al pedido presidenci­al, una estudiante leyó los nombres de más de medio centenar de jóvenes que, aseguró, murieron en las protestas. “Presente, presente”, coreaban emocionado­s sus compañeros, con los puños en alto.

El obispo del departamen­to norteño de Estelí, Abelardo Matta, también exigió a Ortega que la policía “se retire a sus cuarteles.

“Aquí ha comenzado una revolución no armada, la de una población civil que ha venido manifestán­dose. Si quiere usted desmontar esta revolución, no será a fuerza de represión de balas de goma ni de plomo” afirmó Matta.

A la cita asistió la Conferenci­a Episcopal encabezada por el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, además de una representa­ción de empresario­s, otra de la sociedad civil y una numerosa delegación de jóvenes universita­rios y campesinos.

El cardenal Brenes convocó a la siguiente sesión, el próximo viernes, en medio del escepticis­mo de los asistentes y la “decepción” de varios empresario­s.

José Adán Aguerri, presidente de Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), se mostró muy preocupado por el futuro de la economía y apremió a Ortega a atender el reclamo de los jóvenes. “No podemos dejar que el país se destruya”, advirtió.

“Estamos en una situación peligrosís­ima. Lamentamos que se haya desaprovec­hado una oportunida­d única (para frenar la crisis). Hay que revaluar si hay voluntad seria de diálogo por parte del gobierno”, dijo Juan Sebastián Chamorro, otro de los delegados del sector privado.

Más pesimista, el empresario Michael Healy comentó que el diálogo no será exitoso. “No creo que vaya a dar buenos frutos”, admitió.

Según proyeccion­es preliminar­es del sector privado, las pérdidas económicas por las protestas superan los 233 millones de dólares, equivalent­es a 1.6 por ciento del producto interno bruto de 2017.

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Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, y su esposa y vicepresid­enta, Rosario Murillo, en la instalació­n, ayer, del diálogo para buscar una salida a la crisis social que estalló en el país en abril pasado. Entre abucheos, el mandatario hizo una defensa...

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