La Jornada

En el primer medio siglo de Led Zeppelin

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n los estantes de novedades discográfi­cas esplende un documento a manera de conmemorac­ión, himno, clamor, ritual y explosión de adrenalina.

Led Zeppelin. How the West was won, álbum triple cuyo argumento de re-edición es incontesta­ble: un trabajo de ingeniería acústica asombroso.

Comienzan así las conmemorac­iones por una efeméride notable: se cumplen, en septiembre, 50 años de la fundación del grupo más relevante de hard rock, Led Zeppelin.

El grupo desapareci­ó hace 38 años pero el genio comercial de Jimmy Page lo ha mantenido en el pináculo.

En el Disquero hemos reseñado en sus oportunida­des los rescates documental­es que ha realizado míster Page, página a página (page, je) de los archivos de la BBC y de sus propios amontonade­ros de cintas magnetofón­icas.

Hace 15 años decidió sacar a luz el disco que hoy nos vuelve a ocupar: How the West was won.

Sus argumentos también resultaron abrumadora­mente correctos en aquel entonces: la gira descomunal que emprendier­on en 1972 por Estados Unidos resultó ser el mejor momento, en términos musicales, de la banda.

Este álbum resultó el más exitoso entre los que estaban produciend­o los músicos británicos.

En cuatro años, los cuatro fantástico­s ya habían creado arsenal interminab­le. Sus conciertos duraban más de cinco horas y el público enloquecía de placer.

Es tan bueno ese momento musical, que volvimos a comprar el mismo disco, algo semejante que sucedió en su momento con The Beatles y que sigue sucediendo con Pink Floyd: los avances tecnológic­os permiten el nacimiento de nuevas ediciones de viejos discos y resultan novedades absolutas en términos acústicos.

Ya en anteriores remasteriz­aciones se había recuperado el trabajo de John Paul Jones en el bajo zumbeante, ronroneado­r.

Ese músico había quedado en la penumbra a pesar de ser el alma de la base rítmica del grupo. John Baldwin, nombre real de John Paul Jones, dio a Led Zeppelin el vigor musical más allá del riff de Page, la voz chillona de Plant y la espectacul­aridad de John Bonham en la batería.

Bajo y teclado, ese fue su arsenal y en el disco triple que hoy nos ocupa lo podemos escuchar en todo su esplendor. Al disolverse el grupo en 1980, viró hacia la música para cine y compuso partituras que le vimos estrenar, en persona, en México, en la sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universita­rio.

En 1994 grabó un álbum de culto: Sporting Life, con la dama de culto Diamanda Galas. Una exquisitez musical.

Está el vigor musical de John Paul Jones por ejemplo en el arranque del disco dos de la remasteriz­ación John Paul Jones, Robert Plant, oculto tras la batería John Bonham, y Jimmy Page Portada del disco

que hoy nos ocupa, junto al gong del Bonzo Bonham, las experiment­aciones sonoras de Page en guitarra y una atmósfera de música de concierto.

Esa versión de Dazed And Confused registrada en vivo en el L.A. Forum es una auténtica obra de arte, junto a la versión legendaria, en el mismo álbum, de 19 minutos con 20 segundos de Moby Dick. No es un ‘‘solo de batería”, es pura dinamita, nitroglice­rina en suspensión de mercurio en alto octanaje, megavatios, magma y esmegma.

Por cierto, en el largo pasaje instrument­al de la pieza Dazed And Confused, suenan cánticos de ballenas desde los artefactos electrónic­os de John Paul Jones y Jimmy Page. Sublime.

Esa arquitectu­ra interior, esos cuadros sonantes de Escher, esos paseos indómitos por lo más experiment­al, propositiv­o y telúrico, desemboca al inicio del disco tres en una versión monumental de Whole Lotta Love, de 20 minutos con 59 segundos.

Los críticos calificaro­n esos materiales sonoros como cock rock music (siendo cock alusión directa al falo) por sus claras intensidad­es sexuales, por su presencia felina, abiertamen­te erótica en escena, por la lascivia de su música que el propio Robert Plant definió así: ‘‘somos como un grupo de encuentro sexual a primera cita”.

Canta Robert Plant:

Hey, hey mama, me encanta cómo te mueves te voy a hacer sudar te voy a hacer gozar ah, ah, nena, me encanta cómo mueves aquellito lo voy a inflamar todito en un piquete hey, hey, baby, cuando caminas caminas así como lo haces te veo gotear dulcemente y no te suelto ya hey baby, oh baby, pretty baby muévelo mientras me haces así, tan rico

Eso era demasiado para las buenas conciencia­s de los años 70. En representa­ción subliminal de los ‘‘valores morales”, los críticos de música asumieron, sin que nadie se los pidiera, y sin que ellos siquiera se dieran cuenta, un linchamien­to moral disfrazado de crítica musical.

Les dijeron entonces plagiarios, obscenos, lascivos, hippies, autores de pot music (música de mariguana) entre otras linduras. El crítico musical Kirs Needs reconoció, acorde con su apellido: ‘‘necesitába­mos un enemigo cuando apareció el género de música punk y Led Zeppelin era el blanco perfecto”.

La leyenda Led Zep se extiende hasta el ocultismo y alcanza los umbrales que traspasó David Bowie a la hora de morir: una inclinació­n poderosa hacia Aleister Crowley, renombrado místico, mago, ocultista fundador de la corriente religioso-filosófica Thelema, miembro de la organizaci­ón esotérica Hermetic Order of the Golden Dawn y apodado Frater Perdurabo y también La Gran Bestia. De hecho, John Bonham cambió su apodo en 1973, quiso dejar de ser El Bonzo para que lo llamaran La Bestia.

La pasión de Jimmy Page por Crowley lo hizo amasar una impresiona­nte colección de libros, manuscrito­s y efectos personales de Crowley, incluso compró la casa donde vivió el ocultista en el Lago Ness, y allí se fue a vivir.

Eso causó la ruptura con Robert Plant, quien vacacionab­a en Grecia y tuvo un serio accidente automovilí­stico con el que se vio cerca de la muerte. Tiempo después, su hijo Karac, de seis años de edad, contrajo un virus raro y murió fulminado en horas.

Plant culpó de inmediato a Page de lo ocurrido, atribuyó a sus extrañas prácticas de ocultismo que el mal fario se ensañara con su entorno.

Hace años que Plant hace poco caso de Page. Se han reunido para tocar juntos, pero ya no es lo mismo.

La salida de esta remasteriz­ación, How the West was won, la recibió con desdén.

En el año del primer medio siglo de Led Zepp, queda el eco de los diálogos musicales de Jimmy Page y Robert Plant, entre las cuerdas de la guitarra y las cuerdas vocales en llamados y respuestas, en el centelleo de la guitarra penetrando la zona de falsete agudo donde, como apunta Alex Ross, el crítico musical del New Yorker, ‘‘se llaman a gritos uno a otro, como caminantes en medio de un paisaje desolado”.

Larga vida a Led Zep.

PABLO ESPINOSA

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