La Jornada

La seguridad privada, negocio de grandes ganancias que carece de regulación adecuada

Numerosos escoltas ponen en riesgo a sus clientes, ya que no están capacitado­s

- FERNANDO CAMACHO SERVÍN

Ante el actual deterioro de la seguridad pública en el país, los servicios privados se han vuelto un negocio millonario, aprovechan­do regulacion­es laxas y desconocim­iento por parte de los clientes, lo que los pone en riesgo no sólo a ellos, sino al resto de los ciudadanos que pueden ser víctimas de escoltas no capacitado­s para realizar esa labor.

Tanto profesiona­les de la seguridad privada como académicos expertos en el tema coinciden en que el aumento de este fenómeno es producto del abandono del Estado a una de sus obligacion­es principale­s, que es proteger a la población, pero también de la búsqueda de beneficios económicos por parte de quienes se encargan de rentar dichos servicios.

En México, de acuerdo con Julio César García, director de la Sociedad Mexicana de Guardaespa­ldas (SMG), uno de los problemas más graves en este ámbito es que para trabajar como custodio y manejar un arma de fuego únicamente hace falta tramitar una licencia ante el gobierno y pagar por ella, pero sin necesidad de demostrar realmente que se está preparado para dicha labor.

“Apenas estamos en pláticas con la Comisión Nacional de Seguridad, porque se supone que a través de ellos se emitirá una certificac­ión. Se pretende que exista una cédula profesiona­l de escolta a escala nacional, pero ni ellos tienen claro” cómo hacerlo, advirtió.

La demanda radica en que el Estado ha sido omiso en su deber de proteger a la población: expertos

Lo único que existe por el momento, según García, es una licencia que está pensada “más en hacer negocio”, con la cual se puede trabajar si el interesado comprueba que tiene un mínimo de 16 horas de capacitaci­ón, cuando el entrenamie­nto básico de un escolta debería ser de al menos 140 horas.

Para el director de la SMG, un custodio debe ser meticuloso, detallista y observador, además de estar en buenas condicione­s físicas y tener conocimien­tos de defensa personal, uso de arma de fuego, manejo a gran velocidad, pero de forma controlada, y hasta de primeros auxilios para su cliente y para él mismo.

El enfoque de un guardaespa­ldas, en suma, debe estar 95 por ciento enfocado en la prevención y sólo 5 por ciento en la reacción ante una posible ataque, pero en México suele ocurrir a la inversa.

El resultado de ello es que una gran cantidad de custodios ponen en riesgo a sus clientes al llamar la atención donde no deben, o golpean e intimidan a ciudadanos por órdenes de sus empleadore­s o por sobrerreac­cionar a estímulos que interpreta­n mal.

“El tema de la protección es tan delicado y especializ­ado que no se puede poner a cualquiera, pero vivimos en uno de los países más corruptos, y si tu jefe tiene contactos para darte un permiso de portación de armas, ¿qué importa que no sepas usarla? Hay mucha gente que está siendo timada y que pone en riesgo a terceros”, alerta.

El auge de los servicios de seguridad privada obedece al clima de insegurida­d, señala García, pero también a que algunos funcionari­os se benefician de su labor de contratar guardias o escoltas en empresas particular­es, haciendo a un lado su obligación de capacitar a los cuerpos de seguridad pública.

La contrataci­ón de “guardaespa­ldas sigue incrementá­ndose año con año y existimos gracias a la ineptitud de las autoridade­s que no le brindan seguridad a la gente. Cuando la SMG empezó en 2007 había registro de 14 mil escoltas, y ahorita hay unos 35 mil en todo el país”.

Crece industria del blindaje

El miedo también ha estimulado la industria del blindaje de automóvile­s en México. Gustavo Cárdenas, presidente del grupo RCE Holding, considera que estos servicios han crecido por lo menos 35 por ciento tan sólo este año con respecto al anterior.

Hoy día, la empresa que él dirige blinda alrededor de 145 autos al año, con un precio variable en función del tipo de vehículo del que se trate y del grado de protección, pero que puede ir de 28 mil a 65 mil dólares.

RCE Holding, explica, se dedica sobre todo a blindar vehículos tácticos de las fuerzas de seguridad del gobierno mexicano, para que puedan resistir todo tipo de disparos de armas cortas y largas, pero también instala protección para autos particular­es, la mayoría de ellos de empresario­s o de personas de diversas ocupacione­s que se sienten en riesgo.

Aunque celebra que la mayoría de las compañías de blindaje del país –alrededor de 70– están bien organizada­s y sus responsabl­es se conocen entre sí, Cárdenas afirma que el ambiente de insegurida­d en el país que ha generado la demanda de sus servicios tiene que ver con la falta de capacitaci­ón de las fuerzas policiacas y del sistema de procuració­n de justicia en general.

En opinión de Lizbeth Padilla Sanabria, profesora-investigad­ora de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la Universida­d Nacional Autónoma de México, la raíz de esta demanda está a final de cuentas en la forma en que el Estado ha sido omiso en su deber de brindar seguridad a toda su población.

La seguridad privada “definitiva­mente ha aumentado muchísimo, hasta 200 por ciento en los años recientes, y está muy por encima de la pública, y el hecho de tener insegurida­d en varios estados implica una mayor alza de la demanda y un encarecimi­ento de la oferta. Al final del día, es un negociazo millonario”, apunta la académica.

Todo ello, además, ocurre en un marco regulado con incentivos perversos, debido a que la Ley de Asociacion­es PúblicoPri­vadas favorece que el Estado contrate con cada vez más frecuencia la prestación de servicios de seguridad que sustituyen a los que las autoridade­s deben garantizar.

“Los riesgos son terribles, porque empresas grandes dan empleo a personas a las que les pagan cantidades mínimas, pero que con tal de mantener su trabajo hacen lo que sea. Si causan lesiones, pagan una multa y se van. En el Estado neoliberal, la violencia y la muerte producen capital y negocio”, lamenta Padilla.

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