La Jornada

Líderes empresaria­les con pésima fama pública

- IVÁN RESTREPO

l 6 de agosto de 2014 ocurrió la mayor tragedia ambiental en la historia de la minería de México. Ese día, se derramó el tanque de almacenami­ento de residuos químicos en una de las minas de cobre más grandes del mundo. Se localiza en Cananea, en el norte de Sonora, y la explota el Grupo México. Cuarenta millones de litros de sustancias tóxicas escurriero­n hacia el río Bacanuchi, tributario del Sonora. La empresa, propiedad de Germán Larrea, uno de los hombres más ricos e influyente­s de México, ocultó el derrame durante varios días a las poblacione­s que se verían afectadas y a las autoridade­s. Cuando reconoció la tragedia, dijo que todo se debió a “una falla estructura­l”. Y por las intensas lluvias, que no las hubo.

Los que sí se dieron cuenta de lo que pasaba fueron los pobladores del municipio de Arizpe, cuando les comenzó a llegar el agua color amarillo, con mal olor y peces muertos. En contraste, las autoridade­s estatales y federales del medio ambiente y la protección civil dijeron inicialmen­te que un depósito de agua con ácido sulfúrico en bajas concentrac­iones había tenido “filtracion­es”, pero que el escurrimie­nto estaba bajo control y no representa­ba riesgo para la gente. Sin embargo, pidieron a los pobladores por donde pasaban los dos ríos mencionado­s (Banámichi, Huépac, Aconchi, Baviácora, Mazocahui, Ures y Hermosillo) no beber agua ni bañarse en sus aguas.

Y vino lo peor: Se suspendió el suministro de agua a miles de familias, pues los pozos de los que se surtían estaban contaminad­os; a los productore­s de leche no les recibían el producto porque EN PERÚ, TODA UNA PROVINCIA las vacas bebían agua de los

SE OPUSO AL PROYECTO dos ríos. La zona quedó así bajo un enorme desajuste ambiental, DE GRUPO MÉXICO DE económico y social que obligó a las instancias oficiales, tarde EXPLOTAR UN ENORME y descoordin­adamente, a tomar medidas extremas para proteger YACIMIENTO DE COBRE la salud pública, la economía y el ambiente en los siete municipios afectados. En el colmo, el titular de la Secretaría del Medio

Ambiente y Recursos Naturales

(dependenci­a que el presidente Peña Nieto entregó al mal llamado Partido Verde como pago por su apoyo electoral y legislativ­o) pidió no satanizar la minería por dicho desastre y cuyas secuelas todavía hoy se dejan sentir entre la población. Igual hicieron los líderes empresaria­les Gerardo Gutiérrez Candiani y Juan Pablo Castañón.

En abril de 2015 se creó en la Presidenci­a de la República la Coordinaci­ón Marca País y Medios Internacio­nales, encargada de “diseñar estrategia­s de comunicaci­ón para fortalecer la imagen y percepción de México en el extranjero”. Algo urgente a fin de ofrecer una visión distinta a la de pobreza, desigualda­d, violencia, impunidad, insegurida­d y corrupción que suelen mostrar los medios internacio­nales. Merecen destacarse nuestro legado cultural y natural y la hospitalid­ad de que hacemos gala.

Sin embargo, esa tarea la ensombrecí­a casi al mismo tiempo la mala imagen del Grupo México en Perú, donde toda una provincia se opuso a su proyecto de explotar un enorme yacimiento de cobre. El motivo: quitarle el agua que usan para sus cultivos y causar contaminac­ión. La oposición dejó cuatro muertos. Además, en España estaba bajo sospecha de corrupción por explotar otro yacimiento.

Ahora el señor Larrea se une a los líderes empresaria­les (como los antes citados Castañón y Gutiérrez Candiani, o el señor Baillères, dueño del Palacio de Hierro y al que el gobierno le adjudicó la Medalla Belisario Domínguez, demeritand­o así más esa presea) que condenan el posible retorno a un “modelo populista” en clara referencia a la corriente política del candidato presidenci­al líder en las encuestas electorale­s. Y llama a votar “con inteligenc­ia y no con el enojo que hoy todos compartimo­s”. Estos cinco poderosos se presentan como blancas palomas, generadore­s de empleo y riqueza. Pero en el reporte de Integridad Corporativ­a sobre las 500 empresas más importante­s de México, el cual mide la calidad de sus políticas de integridad y anticorrup­ción, las del señor Baillères ocuparon el último lugar. Y las del Larrea, el 333.

Si tanto les preocupa que sus empleados no voten con enojo, comiencen por hacer de sus empresas ejemplos de integridad, salarios justos y cero corrupción.

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