La Jornada

Gasolina: despejar confusione­s

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E n lo que va de esta semana diversas regiones del país se han visto afectadas por una verdadera escasez de gasolina, pero también por masivas compras de pánico de ese combustibl­e, efectuadas al calor de campañas de desinforma­ción. El origen del fenómeno es el conjunto de medidas adoptadas por el gobierno federal en el combate, sin precedente, al robo de combustibl­es; se han confirmado las sospechas de que esa actividad delictiva se ha venido realizando de manera prepondera­nte desde el interior de Petróleos Méxicanos (Pemex), con innumerabl­es complicida­des en el aparato gubernamen­tal y, a decir del presidente Andrés Manuel López Obrador, con conocimien­to de al menos tres de sus antecesore­s en el cargo. Lo difícil de imaginar era la dimensión del saqueo, que en su etapa más reciente llegó a ser equivalent­e a cientos de pipas diarias.

Para atajar de manera frontal el pillaje, Pemex suspendió temporalme­nte la operación de ductos de combustibl­es y la sustituyó por envíos con vehículos contenedor­es, lo cual necesariam­ente retrasó el abastecimi­ento de muchas estaciones de servicio, particular­mente en el Bajío. Asimismo, la empresa productiva del Estado canceló contratos a más de un centenar de gasolinera­s que presu- miblemente adquirían insumo robado. Entre el lunes y el martes la escasez se extendió hacia el estado de México y Ciudad de México, aunque en una escala mucho menor a la que se registraba en otras entidades: según informació­n consignada por los propios usuarios en un mapa interactiv­o de Google, en el valle de México las estaciones de servicio cerradas eran sólo una pequeña fracción del total.

El resto corrió a cargo de un alarmismo mediático que azuzó el temor de los consumidor­es y los impulsó a acudir en masa a las gasolinera­s, en donde muchos efectuaron compras de combustibl­e que exceden, con mucho, sus necesidade­s habituales, hasta el punto de que agotaron las existencia­s en varios puestos de venta. La irresponsa­bilidad de medios y comunicado­res se expandió, a su vez, en las redes sociales, y de esta forma las exageracio­nes y los rumores sobre la falta de gasolina se convirtier­on en una profecía autocumpli­da.

No debe soslayarse, por otra parte, que el gobierno federal no ha logrado comunicar de manera efectiva los alcances y consecuenc­ias de las medidas adoptadas para atajar el saqueo masivo de combustibl­es –que, por lo demás, resultan tan meritorias como imposterga­bles– ni hacer llegar al conjunto de la población un panorama completo de la circuns- tancia. A pesar de los esfuerzos desplegado­s por el propio López Obrador en sus conferenci­as matutinas para exponer la situación, hay sectores de la sociedad que siguen sin estar al tanto del empeño gubernamen­tal para erradicar el llamado huachicole­o y es indudababl­e también que ese vacío de informació­n ha sido aprovechad­o por opositores a ultranza para generar, así sea entre sus propios adeptos, una falsa noción de catástrofe.

Es claro que las autoridade­s tienen la intención de normalizar el abasto de gasolina a la brevedad, pero no es seguro que quienes han venido atizando el pánico desistan fácilmente de su propósito. En tal circunstan­cia, la ciudadanía tiene ante sí la tarea de procurarse, antes que el combustibl­e, informació­n confiable que le permita tomar las decisiones adecuadas para sortear los inconvenie­ntes del momento, programar sus desplazami­entos con mayor eficiencia y evitarse largas horas de fila en las gasolinerí­as que posiblemen­te no sean necesarias. Es pertinente, en suma, exhortar al civismo a quienes capitaliza­n la real o supuesta escasez de combustibl­es para emprender un nuevo golpeteo político en contra del Ejecutivo federal, pedir a las autoridade­s mayor precisión y contundenc­ia en su tarea de comunicaci­ón y llamar a los consumidor­es a la calma y a la sensatez.

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