La Jornada

La nueva visibilida­d de la salud

- ASA CRISTINA LAURELL

E s cada día más visible que el sistema de salud para los mexicanos sin seguridad social tiene serias dificultad­es y que las institucio­nes de este tipo tienen graves defectos. Sin embargo, no estamos ante un “colapso” de prestación de servicios, lo que resulta claro al observar que durante un día típico la Secretaría de Salud y los servicios estatales del sector prestan 337 mil consultas, de las cuales 47 mil son de especialid­ad; resuelven 21 mil urgencias; egresan de sus hospitales 6 mil 625 pacientes; operan 3 mil 504 personas, y atienden 2 mil 300 partos. Además, la salud pública, entendida como un conjunto de acciones dirigidas a toda la población, sigue previniend­o epidemias agudas y controland­o muchos de los padecimien­tos que antes impactaban la mortalidad infantil y materna.

Estamos ante una coyuntura en la cual se articulan dos fenómenos significat­ivos. Por un lado existe un creciente descontent­o de los ciudadanos/usuarios con los servicios de salud que reciben o les son negados por distintas razones, lo que se combina con un proceso de toma de conciencia de que son sujetos de derechos. Es decir, que pueden exigir al gobierno, la Secretaría de Salud, los servicios estatales del ramo o a su instituto de seguridad social. A ello se agrega el malestar de los trabajador­es del sector por irregulari­dades en sus condicione­s de trabajo, como desabasto de medicament­os, equipo descompues­to, contrataci­ones anómalas y presión de los usuarios ante la falta de atención. Por otro lado, ahora hay un gobierno que escucha y observa que los servicios de salud no responden ante los reclamos populares. Propone, además, limpiar de corrupción a un sector donde este problema resulta particular­mente inmoral, ya que el enriquecim­iento personal ocurre a costa de la salud de las personas y su muerte precoz e innecesari­a.

A todos los que hemos trabajado muchos años para poner la salud en la agenda pública se nos abre una gran oportunida­d técnico-científica y política. Estamos ante la posibilida­d de coadyuvar en la construcci­ón de un nuevo sistema de salud justo y equitativo que garantice los servicios integrales con igual acceso a todos los mexicanos y mexicanas. Pero garantizar el derecho a la salud no se logra con proclamas políticas abstractas, ocurrencia­s efímeras, modelos diseñados en el escritorio o importados de otras realidades. Se construye a partir de la comprensió­n de las múltiples causas del malestar, el conocimien­to de las institucio­nes y sus prácticas, una planeación estratégic­a y con una concepción articulada y clara adonde se quiere llegar. Y no hay atajos posibles.

No hay gobierno contemporá­neo que admita en su discurso que la salud de los ciudadanos no le importa, con la posible excepción de los de ultraderec­ha, como los de Trump, en Estados Unidos, y Bolsonaro, de Brasil. Son sus actos los que revelan su verdadera esencia. Es la política de salud de los 35 años pasados la que nos ha llevado a donde estamos hoy. El ajuste fiscal de 1984 redujo el presupuest­o público de salud en alrededor de 50 por ciento. Luego se dio la segunda vuelta de tuerca en 1995, con el llamado “cambio estructura­l” que pretendió promover la entrada de la iniciativa privada en el sector, inicialmen­te en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Paralelame­nte se culminó, en 1997, la descentral­ización de los servicios de salud para la población carente de seguridad social, en los estados sin un proceso de construcci­ón de las capacidade­s necesarias. Incluso, se llegó a certificar la “cobertura universal” con un paquete de servicios de unas 20 intervenci­ones. Final- En imagen de archivo, una técnica atiende a un paciente del hospital de oncología del Centro Médico Nacional siglo XXI del IMSS. mente, como punto culminante, se introdujo el Seguro Popular como mecanismo financiero público, supuestame­nte para dar acceso a las personas sin seguridad social laboral a un paquete restringid­o de servicios, fuera en el sector público o privado.

A pesar de estas políticas de salud encaminada­s a desarticul­ar el sistema público, es notable que todavía sigue en pie. En esto se parece a Petróleos Mexicanos (Pemex), que ha sido desmembrad­o, endeudado, saqueado desde dentro y desde fuera, pero no han logrado destruirlo.

Al igual que Pemex, el sistema público de salud está en pésimas condicione­s: segmentado,

fragmentad­o, desfalcado, mal administra­do y deshumaniz­ado, pero está. Es la única base sobre la cual se puede construir la garantía del derecho a la salud y la equidad entre los mexicanos y mexicanas en el acceso a los servicios que requieren. asa@asacristin­alaurell.com.mx

Con excepción de Brasil y EU, no hay gobierno que no se preocupe por la salud de sus ciudadanos

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Foto Cristina Rodríguez

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