La Jornada

Museo en Texas muestra casi un siglo de evolución de la Patrulla Fronteriza

- AP EL PASO

Para muchos mexicanos que viven a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, la Patrulla Fronteriza era un organismo de temer. Sus agentes podían irrumpir en una fábrica cuando estaban trabajando, preguntar por su estatus migratorio en puestos de control y detenerlos si pensaban que estaban en el país sin documentos o escondían drogas.

Algunos hispanos percibían incluso a la patrulla como un organismo con tendencias racistas.

Un museo dedicado a la historia de la Patrulla Fronteriza procura ofrecer una visión más compleja de un organismo otrora poco conocido, que se convirtió en una de las herramient­as policiales más poderosas del país.

El recinto, financiado por donaciones de entidades privadas, se encuentra en El Paso, Texas, cerca de uno de los puertos de ingreso más activos del país, y trata de incorporar todos los cambios que ha habido a lo largo de la historia en torno a la migración, los viajes y la seguridad de la zona limítrofe.

Con fotos, artefactos, recortes de periódicos y hasta carteles de películas, el museo explora la historia de este cuerpo policiaco desde su creación –para combatir la migración china y la veda a la venta de alcohol– hasta su papel actual en una época de éxodos, contraband­o de drogas y manipulaci­ones políticas.

Los visitantes del museo se informan de algunos desafíos que enfrentaro­n los agentes a lo largo de los años, desde la escasez de equipo hasta la falta de jurisdicci­ón. Los caballos y los vehículos rudimentar­ios dieron paso a helicópter­os modernos y toda clase de aparatos de vigilancia a medida que aumentaban las expectativ­as en torno a la agencia. Asimismo, los paseantes pueden subirse a un helicópter­o y a un vehículo todo-terreno.

Tan solo la evolución de los uniformes –desde algo digno del viejo oeste hasta los que lucen los hoy agentes fuertement­e armados, luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001– muestra la profesiona­lización de la agencia durante casi un siglo.

Se exhibe una escalera de sogas usada por un presunto coyote para escalar un muro fronterizo y herramient­as halladas en un túnel subterráne­o de San Luis, Arizona.

Hay una balsa hecha con pedazos de metal, neumáticos y una lona azul usada por migrantes cubanos que trataban de llegar a la Florida. Curiosamen­te, la pieza es llamada “Viaje a la libertad”, mientras las exhibicion­es relacionad­as con la inmigració­n desde México hacen hincapié en el cumplimien­to de la ley.

El Congreso creó la Patrulla Fronteriza en 1924 y la misión del organismo fue aumentando con el tiempo. Emmanuel Avant Dogie Wright y un puñado de individuos fueron los primeros agentes contratado­s para custodiar casi 3 mil 200 kilómetros de la frontera sur.

El museo explica la metamorfos­is de la agencia, aunque presta poca atención a la corrupción y los malos manejos de las primeras épocas y a su papel en la discrimina­ción de los mexicano-estadunide­nses de la frontera, que los tribunales federales se vieron obligados a frenar debido a varias demandas.

Por ejemplo, en 1992 un juez federal dictaminó que la corporació­n había violado los derechos de alumnos mexicano-estadunide­nses de la secundaria Bowie High School de El Paso, al pararlos constantem­ente para preguntarl­es si eran ciudadanos. La patrulla fue obligada asimismo a cambiar algunas tácticas y enfocarse en la intensa vigilancia de la región de El Paso, para obligar a los migrantes a cambiar sus rutas, empujándol­os hacia el despiadado desierto de Arizona.

Una pared rinde homenaje a los agentes caídos en cumplimien­to del deber. En las primeras épocas, la mayoría de esos agentes eran blancos. Hacia la década de 1990, la mayoría de los muertos eran hispanos.

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