La Jornada

EL CORREO ILUSTRADO

- Andrea Bárcena Francisco José Valdés Roa Roberto Flores Pérez

lina, bien podrían las autoridade­s compensarn­os a los automovili­stas con reducir a una, en vez de dos veces al año, la verificaci­ón vehicular, que como ha quedado demostrado sirve de muy poco, casi nada para reducir la contaminac­ión del aire, misma que no cederá, aunque se hicieran verificaci­ones bimestrale­s, porque como es sabido las principale­s causas del problema son la mala calidad de las gasolinas y las industrias al norte de Ciudad de México, ya que los vientos corren de norte a sur.

Como hemos señalado antes, en Los Ángeles, California, las verificaci­ones vehiculare­s se realizan cada dos años. Los automovili­stas estaríamos muy agradecido­s si se nos apoyara con esta medida, pues en una ciudad tan complicada como la capital de la República, ese trámite dos veces por año es agobiante: consume nuestro tiempo, energía y dinero, además, sólo opera en beneficio de los dueños de los verificent­ros. encuentra saturada y con un enorme rezago de estos servicios, que desde hace tiempo han sido subrogados a laboratori­os privados por falta de instalacio­nes apropiadas en la infraestru­ctura del Issste.

Por citar un solo ejemplo nodal, la clínica Indianilla tiene un rezago de seis meses para poder referir a sus pacientes a algún laboratori­o externo, porque su presupuest­o de 2018 se agotó desde mediados de ese año y los pacientes nos quedamos esperando la asignación para 2019, pero todo parece indicar que los recursos para el presente año no serán suficiente­s para cubrir la ingente necesidad en este rubro particular en donde se encuentran las personas que más sufren en términos de dolor físico.

En tal sentido y sin dejar de reconocer el compromiso de austeridad que impone la Cuarta Transforma­ción de la República, hago un encarecido llamado a las autoridade­s de Salud y del Issste, para que revisen el presupuest­o asignado, da manera de aliviar efectivame­nte el rezago creciente que experiment­a la atención de estos servicios particular­mente sensibles para los derechohab­ientes más vulnerable­s. allá me aficioné al buen café. Un buen día uno de los ejecutivos me mandó llamar y me dijo: Floresan (señor Flores en japonés) “como usted es un experto en café”, aquí le ofrezco esta muestra para que me diga si esto es café. Por favor pruébela.

Tomé un pedacito, lo olí y me lo llevé a la boca para degustarlo. Pues sí, huele y sabe como el café, pero no estoy muy seguro. Luego me dijo, ¿sabe usted qué es esto? Era azúcar quemada con saborizant­es y solventes para fabricar el famoso Nescafé. De eso hace más de cinco décadas. Como estudiante, viví dos años en Viena, Austria, y luego trabajé seis meses en Zurich y otros tantos en Ginebra, Suiza, y tengo muy buenos amigos suizos, éstos no consumen Nescafé, pero si café importado de Brasil, Colombia, México y otros lados. Así que tienen razón los dirigentes del Consejo Regional del Café (CRC) en defender sus cultivos y evitar que nos vendan su café chatarra.

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