La Jornada

Triángulo mágico

- JOSÉ CUELI

iempos y espacios mágicos fantástico­s que no son tangibles ni concretos, sino los del triángulo mágico Malinalco, Tepozteco y Xochicalco, en que se vive otra lógica que la mediterrán­ea. La de los que luchan por desasirse del fuego y yugo que representa la “otra cultura”, ignorantes de que los ritos y voces silenciosa­s de hondo y rancio sabor campero permiten el dolor pesado que se sintió, se siente en las mañanas tardes de hechizo mágico… entre gritos o de abastos, desabastos, corrupción… poder político.

Cambio de camino a partir de la arena Peñalosa Malinalca; la de los caballeros águila en la distancia de un tiempo u espacio diferentes, singulares. Malinalcas sabedores de que todos somos caminantes de un viaje sin regreso aún más allá armónicos, voluptuoso y pleno, implica simplement­e ser, perderse, como cuando uno mira al mar, al fuego o a un árbol, se desprende de sí… nos aleja de lo sensible, del mundo externo y gira en dirección contraria, para descubrir otros mundos, formas de vivir que significan un camino diferente en el viajar.

Fiesta mexicana de religión y muerte brotando por los caminos entre las peñas mágicas, esperando la muerte en los fulgores de la carretera, encaminar triste y cansado, trotecillo se vuelve impercepti­ble, sale de la espesura y busca la muerte de jaripeo en jaripeo. Malinalco triste callado, con sus familiares magueyes y brava silueta costa y se asoma a la muerte buscando con desesperac­ión el polvo de la tristeza, viento de cansancio, botín de las hojas de los árboles, amargura de la raza.

Emociones interiores; viajeros que preparan florezca lentamente la libertad que anula el tiempo cromático, reduzca el espacio mesurable. Tiempo espacio que dure y dure misticismo de lo primitivo influido por la razón, donde no existen días y noches sucesivas, ni personas, ni lugares la presencia del cuerpo, entable comunicaci­ón con sede del pasado, del presente y del futuro y son lo opuesto a lo sistematiz­ado, lo robotizado, la electrónic­a, la omnipotenc­ia y el delirio de grandeza.

Rosa Malinalca perdida en el laberinto de la fantasía de sus peñas y templos ceremonial­es retóricos de fantasmas y sombras evocadoras. Triángulo mágico, eco pedregoso, “ese no sé qué”.

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