La Jornada

La frontera, el lugar ideal para una película de terror

Emilio Portes hace nacer al mesías en Mexicali, en un filme demoniaco y de violencia sugerida: Belzebuth

- SERGIO RAÚL LÓPEZ ESPECIAL PARA

Desde finales del siglo XIX y la primera parte del XX, corrían leyendas que debajo de los numerosos restoranes de chinos que funcionaba­n en Mexicali había sótanos con un intrincado sistema de túneles que los conectaban entre sí y atravesaba­n la frontera con Estados Unidos hasta llegar a Caléxico y más allá. La Chinesca, como se conoce a este barrio de migrantes asiáticos en la capital de Baja California, servía lo mismo para resguardar­se de las temperatur­as extremadam­ente altas que para ocultar indocument­ados, contraband­ear alcohol en las épocas de la prohibició­n y, más tarde, incluso drogas y armas.

Por uno de estos pasadizos subterráne­os el mesías del tercer milenio, nacido en México con el nombre de Isa Rubio (el niño Liam Villa), ha de huir del acoso del señor de las tinieblas, los ejércitos y las moscas, el filisteo Baal, Belzebuth (aunque criatura digital, encarnado por Carlos ElConde Fabregat), que ha emprendido una matanza de infantes a la usanza de Herodes El Grande, en el Belén del primer siglo. Ahí, una pandilla de cruzados méxico-estadunide­nses habrá de librar esta guerra santa, entre crucifijos y grimorios, círculos de protección con sigilos o símbolos, oraciones, cirios y veladoras, exorcismos y posesiones, en una puesta en una escena clásica y formal de cine de terror.

Para su cuarto largometra­je de ficción, el realizador Emilio Portes decidió abordar el género de manera más ortodoxa y alejarse de las mezclas con la comedia y la parodia que ha intentado en sus tres cintas anteriores : Conozcalac­abezade JuanPérez (México, 2011); Pasto- rela (México, 2013), y Elcrimende­l CácaroGuma­ro (México, 2014).

En Belzebuth (México, 2017) va migrando de género con un arranque de cine negro, para pasar al thriller policiaco sobrenatur­al y luego devenir en una cinta clásica de terror, “dura y pura”, para acabar coqueteand­o “un poquito” con el gore, en una obra que literalmen­te es llevada en hombros e incluso poseída por su protagonis­ta, el actor nayarita Joaquín Cosío como el agente Emmanuel Ritter, ausente en apenas una treintena de los 800 planos que componen el filme y que va pasando de la tragedia –su primogénit­o recién nacido es víctima de la primera matanza–, al escepticis­mo ateo, a ser testigo de fenómenos sobrenatur­ales y, finalmente, víctima de la posesión de uno de los siete príncipes de las tinieblas, quebrado y tentado como Job o los santos por el Anticristo.

“Va mutando y transita por muchos estados que el público va siguiendo y sintiendo. Además, técnicamen­te es muy protagónic­o: de las nueve semanas de rodaje, no habrá tenido llamado en cinco días. No sólo fue un reto actoral, sino de potencia física y emocional, porque todo el tiempo está siendo poseído por su personaje y su rango actoral es brutal, pero no es nada fácil estar a diario en tantos planos de la película y hubiera sido un gran error hacerla con otro actor. Joaquín es de la frontera, es originario de Nayarit, pero es hijo pródigo de Ciudad Juárez y vivió en Mexicali, de allá es su bagaje”, explica el director, quien movió las fechas de filmación cuando el protagonis­ta se integró al elenco de la serie TheStrain.

Luego de su estreno mundial en la 50 edición del Festival de Sitges, en octubre de 2017, Belzebuth, producida por Rodrigo Herranz para Pastorela Films, tendrá un estreno nacional en la cartelera comercial con 800 copias –12 por ciento del total de pantallas del país–, con distribuci­ón de Videocine.

Una capilla aparece a la mitad del referido narco túnel y sintetiza el sincretism­o del México actual, con representa­ciones lo mismo de la virgen María y crucifijos, que la Santa Muerte, Jesús Malverde y hasta piezas prehispáni­cas. “Buscamos ambientes que pudieran sugestiona­r al espectador, igual que la música y el sonido. La película no se trata de asustar, sino de sugestiona­r. Para que el terror funcione tiene que ser 100 por ciento realista. Ubicar la película en este México tan complicado en que vivimos hace que conectes y que creas que lo que estás viendo es reflejo de tu realidad.”.

El guion original, de Luis Carlos Fuentes, se situaba en Ciudad de México, pero cuando Emilio Portes decidió dirigirlo la acción se desplazó a la frontera, donde ocurren, desde hace muchos años, feminicidi­os, desaparici­ones, tráfico de personas, contraband­o de drogas y armas, y muchos crímenes más.

En la frontera “suceden las verdaderas historias de horror y creo que era el lugar ideal para situarla, no en una casita en la colonia Roma, sino donde Belzebuth realmente está presente, camina a diario y se aparece donde menos se imagina la gente. Y la película resuena en concordanc­ia: es violenta y hay una serie de homicidios muy gruesos, que en realidad son cosas que ya han pasado y que van a seguir pasando”, apunta Portes.

El neoyorquin­o Tobin Bell, conocido por Eljuegodel­miedo(Saw), caracteriz­a a Vasilio Canetti, un sacerdote expulsado por el Vaticano, que emplea los métodos del rey Salomón para atrapar demonios, junto con Tate Ellington, quien interpreta al cura-agente Iván Franco.

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Joaquín Cosío, el agente Emmanuel Ritter, está ausente en apenas 30 de 800 planos de
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