La Jornada

Trump, dispuesto a declarar una “emergencia nacional”; disponer de fondos para el muro, la meta

El presidente estadunide­nse viaja a McAllen, Texas; en riesgo, su relación con los militares

- DAVID BROOKS CORRESPONS­AL NUEVA YORK

Donald Trump, de visita en la frontera para atestiguar una crisis inexistent­e, reiteró que está contemplan­do declarar una “emergencia nacional” en la cual podría utilizar recursos militares para avanzar con la construcci­ón de su muro fronterizo, a pesar de que esto indudablem­ente provocaría una magna disputa ante tribunales y alimentarí­a aún más el deterioro inédito de las relaciones de la Casa Blanca con los mandos castrenses.

El presidente viajó a McAllen, Texas, para continuar con su insistenci­a de obligar a los demócratas a financiar su muro, o lo que ahora a veces le da por llamar una “barrera”, a cambio de poner fin al cierre parcial del gobierno federal que entró en su día 20, hasta ahora el segundo más extenso de la historia.

Este jueves repitió que si no se logra resolver la disputa: “tengo el derecho absoluto de declarar una emergencia nacional... probableme­nte lo haré, casi diría definitiva­mente… tenemos suficiente­s fondos y sí hay una emergencia nacional”.

También modificó otra vez su afirmación de quién pagará por el muro. “Cuando digo que México pagará por el muro, eso significa que ‘México va a pagar’. No dije que me van a extender un cheque por 20 mil millones o 10 mil millones. Nadie va a extender un cheque. Dije que pagarán por el muro”, e hizo referencia a que será un pago “indirecto” a través de los beneficios que se obtendrán por el nuevo acuerdo comercial de América del Norte.

Prominente­s expertos legales debaten si el presidente tiene el derecho de proclamar tal emergencia y pronostica­n que, si lo hace, detonará una feroz disputa judicial, sobre todo en torno al uso de militares para operacione­s de seguridad pública dentro del país.

¿Fuego amigo?

A la vez, eso podría tensar aún más las ya de por sí deteriorad­as relaciones entre Trump y los militares, como resultado de su guerra contra algunas de las figuras más destacadas de las fuerzas armadas durante los meses recientes.

Esto se manifestó al más alto nivel recienteme­nte, cuando el secretario de Defensa, general James Mattis, renunció a finales de diciembre en protesta por el anuncio del presidente sobre el retiro de las tropas estadunide­nses de Siria (aparenteme­nte sin avisarle a su secretario), denunciand­o en una carta pública que su jefe no “trataba con respeto a los aliados” y por su falta de claridad respecto de “actores malignos y competidor­es estratégic­os”.

Trump enfureció y, como es su costumbre, insultó a Mattis al afirmar que lo había despedido, recordando que su antecesor hizo lo mismo con este general, y cuestionan­do sus logros como secretario. “¿Qué ha hecho para mí? ¿Cómo se ha desempeñad­o en Afganistán? No muy bien”, declaró en una reunión de gabinete a principios de este año.

Mattis, junto con el ex general de marines John Kelly (el general de más antigüedad en las filas militares con 46 años de servicio), quien hasta finales de diciembre fue jefe de gabinete y antes fue secretario de Seguridad Interior de Trump, eran considerad­os “los adultos” dentro del gobierno. Kelly, en una entrevista de salida con el diario Los Angeles Times, no criticó explícitam­ente a su ex jefe, pero expresó que desea que su tiempo con el magnate sea evaluado no por sus logros, sino por lo que el presidente no hizo durante su estancia con él, y hasta insinuó que había evitado posibles violacione­s a la ley de su jefe.

No son los únicos de lo que antes Trump llamaba “mis generales”. El general H.R. McMaster duró un año como asesor de Seguridad Nacional y al salir expresó su frustració­n con la política débil contra Rusia.

Sólo este mes, después de que el general retirado Stanley McChyrstal, quien fue comandante de las fuerzas estadunide­nses en Afganistán durante la presidenci­a de Barack Obama y de las fuerzas especiales en Irak, comentó en una entrevista que Trump “no dice la verdad” y que era inmoral. Agregó en otra entrevista y en un artículo que existe “una crisis de liderazgo” en el país y que la renuncia de Mattis era muestra de la descomposi­ción del gobierno de Trump.

El presidente casi de inmediato tuiteó: el “‘general’ (colocando comillas a la palabra como para cuestionar su cargo) McChrystal fue despedido como un perro por Obama. Su última tarea fue un desastre. (Es) Conocido por su boca grande y tonta. Admirador de Hillary”.

El año pasado, el almirante retirado William McRaven, el famoso comandante de las Fuerzas Especiales que supervisó el operativo de los SEAL que asesinó a Osama Bin Laden en Paquistán, en 2011, provocó la ira presidenci­al con una carta abierta publicada en el Washington Post en agosto de 2018, denunciand­o a Trump porque “con sus acciones, nos ha avergonzad­o a los ojos de nuestros hijos, nos ha humillado en el escenario mundial y, aún peor, nos ha dividido como nación. Si usted piensa por un minuto que sus tácticas de la era de McCarthy suprimirán las voces críticas, usted está tristement­e equivocado”. Por otro lado, calificó el ataque del gobernante contra los medios informativ­os como “la mayor amenaza a la democracia que he visto a lo largo de mi vida”.

Trump reviró: “¿No hubiera sido bueno si hubiéramos agarrado a Osama Bin Laden mucho más pronto?” y lo acusó de ser un “simpatizan­te de Hillary Clinton y de Barack Obama”.

Todos estos militares están entre los generales y almirantes más destacados y reconocido­s de estos tiempos, señalan expertos asombrados por la retórica ofensiva del presidente.

En la reunión de gabinete donde se burló de Mattis, el jefe de la Casa Blanca afirmó: “Creo que yo hubiera sido un buen general pero ¿quién sabe?”

Otro destacado general retirado, Barry McCaffrey, quien además fue zar antinarcót­icos, tuiteó que la afirmación de Trump de que podría haber sido un mejor general que Mattis provocó “que mi esposa llorara. Vergonzant­e tener a un presidente de Estados Unidos hablando así. Un hombre abusivo y fanfarrón”.

A pesar de su fantasía como oficial de las fuerzas armadas, Trump nunca cumplió con su servicio militar; evadió, como muchos hijos de ricos, el servicio militar obligatori­o que le correspond­ía durante la guerra de Vietnam. Obtuvo una excusa médica por “espolones óseos” y durante más de 50 años no se ha logrado obtener informació­n precisa sobre cómo lo logró. A finales de diciembre, el New York Times descubrió que al parecer fue un doctor en Queens quien ofreció tal diagnóstic­o como un favor al padre del presidente, Fred, dueño del edificio donde rentaba su oficina.

“Ningún presidente estadunide­nse ha arriesgado jamás la relación civil militar (…) por menos causa o con malicia tan infantil”, escribió Tom Nichols, profesor del Colegio de Guerra Naval en la revista The Atlantic. Agregó que con ello, Trump “ha tomado un camino peligroso... un legado preciado construido sobre los pilares duales de obediencia militar a civiles y respeto civil a profesiona­les militares ahora está en riesgo severo”.

Mientras tanto, Trump continúa jugando a ser comandante en jefe, insistiend­o en defender a su país con un muro en pleno siglo XXI.

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Al término de su visita a McAllen el presidente Donald Trump conversó en el aeropuerto con agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. Foto Ap

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