La Jornada

EU: gobierno paralizado y pasividad ciudadana

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H oy el cierre parcial del gobierno de Donald Trump se convirtió en el más largo de la historia de Estados Unidos al llegar a su día 22 por la negativa del presidente a aceptar cualquier propuesta de presupuest­o que no contemple al menos 5 mil 700 millones de dólares para la construcci­ón de la barrera –originalme­nte, un muro de hormigón, aunque ahora, al parecer, se conformarí­a con una valla metálica– en la larga frontera que su país comparte con México.

El cierre, que por ahora afecta a 25 por ciento de la administra­ción federal y es un mecanismo relativame­nte común en el estira y afloja entre Ejecutivo y Legislativ­o, ha comenzado a desatar un auténtico caos debido a su inusitada duración. Su primera y más conocida consecuenc­ia es el cese de pagos a 800 mil empleados federales, de los cuales 380 mil fueron enviados a sus casas sin paga, mientras que 420 mil deben presentars­e en sus puestos de trabajo sin cobrar por considerar­se que sus labores resultan esenciales.

Entre estos últimos se encuentran los inspectore­s de la Administra­ción de Seguridad del Transporte, quienes se encuentran encargados de los puestos de control ubicados en los aeropuerto­s. Debido al cierre, se duplicó el número de inspectore­s que se reportan como enfermos para no acudir al trabajo y dedicarse a labores alternativ­as que les permitan solventar sus gastos, lo cual ya provocó que el aeropuerto internacio­nal de Miami cerrara una de sus terminales ante la imposibili­dad de garantizar los estándares de seguridad. No puede pasarse por alto la incongruen­cia entre la obsesión del mandatario por asegurar la frontera terrestre mientras se vulnera de manera potencialm­ente catastrófi­ca la protección de su espacio aéreo.

Otra flagrante contradicc­ión entre el discurso de “poner a Estados Unidos primero” y los saldos del berrinche presidenci­al se vive en uno de los sectores que, paradójica­mente, han dado a Trump su cauda de votantes más fieles: el cierre del Departamen­to de Agricultur­a supone que los granjeros no pueden acceder a las ayudas y subsidios que durante décadas han permitido al campo estadunide­nse competir a escala global. Para colmo, los agricultor­es ya se encuentran en una coyuntura delicada por las afectacion­es de la guerra comercial que el magnate empezó contra China.

Quizá lo más desconcert­ante de todo lo que ocurre en torno a la parálisis política y económica en Estados Unidos sea la generaliza­da indiferenc­ia con que los ciudadanos acogen la crisis. En efecto, mientras en otras latitudes un nivel mucho menor de daños atribuible­s a la falta de voluntad o la incorrecta planeación de las autoridade­s causa oleadas de indignació­n y protesta, hasta ahora los designios de la Casa Blanca han contado con el beneficio de la pasividad social.

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