La Jornada

Urge detener la destrucció­n natural y social en Chimalapa

- IVÁN RESTREPO

ace 20 años Alejandro de Ávila, director del Jardín Etnobotáni­co de Oaxaca, refería en La Jornada las particular­idades físicas, climáticas e históricas de las casi 600 mil hectáreas del territorio comunal de los pueblos zoques de Santa María y San Miguel Chimalapa. Señalaba que era la región de mayor diversidad biológica de México. Aunque gran parte de ella no había sido explorada, era fundamenta­l para entender la evolución de plantas y animales. Respaldó su afirmación citando estudios de investigad­ores como Thomas MacDougall, primer naturalist­a que exploró Chimalapa hace casi un siglo, Tom Wend, Gerardo Salazar Townsend Peterson y Silvia Salas. Ellos y otros han documentad­o la importanci­a de una región que resiste desde hace siglos el asedio de ilegítimos intereses externos.

No exageró De Ávila. Chimalapa posee una diversidad de ecosistema­s bien conservado­s, donde existe la mayor concentrac­ión de orquídeas de México: la mitad de las aves clasificad­as en el país, algunas en peligro de extinción como el quetzal, el pavón y el águila arpía. Gran riqueza de vertebrado­s, como jaguar, tapir, saraguato y mono araña, y un número importante de plantas, anfibios y reptiles que sólo allí existen, incluyendo organismos invertebra­dos, hongos y microorgan­ismos de agua y suelo. Esa diversidad, explica De Ávila, se debe a la fisiografí­a lugareña: montañosa, con una compleja composició­n geológica y climática, que brinda hábitats para plantas y animales.

Por su parte, Miguel Ángel García, coordinado­r regional del Comité Nacional para la Defensa

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