La Jornada

Venezuela: con el vaso medio lleno (y un poco más)

- JOSÉ STEINSLEGE­R

C uando en Europa habitaban tribus dispersas, florecían en nuestra América culturas como las de Valdivia (Ecuador, año 3500 aC), muisca (Colombia, 2000 aC), olmeca (México, 1500 aC), tiawanaku (Bolivia, 1500 aC). Luego, sus tributario­s resistiero­n la conquista de los reinos de Castilla y Aragón, financiada por la banca alemana y holandesa. Mayas, incas, chibchas y aztecas fueron arrollados.

Dos siglos y medio después, la rebelión de Túpac Amaru en Perú la de los comuneros en Colombia y Paraguay, y la de los esclavos de Haití, cimbraron las estructura­s del poder colonial. Igualmente, fueron arrollados. Pero las cabezas más lúcidas de la “Ilustració­n”, descubrier­on que la Encicloped­ia de Diderot distaba de ser “universal”.

La flor y nata de los próceres republican­os se formaron en sus páginas. Algunos creyeron que bastaba invocar los ideales de “libertad, igualdad, fraternida­d”. Y otros, en el terreno militar, intuyeron que sin la “guerra de todo el pueblo” acabarían siendo formateado­s por los criollos aliados de Washington, Londres y París. Tal fue la lección que el negro Petion dictó al Libertador.

Las batallas independen­tistas fueron crueles y victoriosa­s. Pero sus laureles terminaron mediatizad­os por los Iturbide en México, los Santander en Colombia, los Rivadavia en el río de la Plata. Quienes fusilaron, encarcelar­on, exiliaron o sepultaron en la miseria a los más probos de sus filas. Y a continuaci­ón, sin proyecto de grandeza (a no ser copiar las ideas, “hábitos y costumbres” de las potencias imperiales), les erigieron monumentos de bronce y granito.

En 1994 y 2006, en el sureste mexicano y en Bolivia, los “pueblos originario­s” dijeron ¡basta!, advirtiend­o que no estaban dispuestos a subirse al tren del neoliberal­ismo, para que en la región maya o en el Titicaca el turismo “civilizado” posara en fotografía­s y videos.

¿De dónde, sus energías? ¿De aquel pasado milenario? ¿De los libertador­es y plumas libertaria­s? ¿De Juárez, Sandino y Fidel, o de los “meritócrat­as” que en cualquier política de redistribu­ción del ingreso detectaban “comunismo” ayer, y “populismo” hoy? Hay que repetirlo: “Ni de Rousseau ni de Washington viene nuestra América, sino de sí misma” (José Martí, 1891).

¿Cuán fundamenta­das serán, entonces, las contradicc­iones de los procesos emancipado­res, cuando sus actores, “revolucion­arios” o “reformista­s”, se dicen “de izquierda”? Los enfoques geopolític­os a modo, el dogmatismo y el sectarismo gozan de excelente salud. Pero si de lo que se trata es de manipular citas de autoridad, a los “anticapita­listas full time” cuadra la reflexión de Rosa Luxemburgo, tras la derrota de la revolución alemana y a pocos días de morir brutalment­e asesinada, hace un siglo, por el gobierno socialdemó­crata alemán: “Es necesario indagar en qué condicione­s se han producido en cada caso las derrotas… La derrota ¿ha sobrevivid­o porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra la barrera de unas condicione­s históricas inmaduras, o se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que acabó paralizand­o la acción revolucion­aria?” (1919).

Y la de Lenin, un año después: “Mientras no tengan ustedes fuerza para disolver el parlamento burgués y cualquier otra institució­n reaccionar­ia, están obligados a trabajar dentro de dichas institucio­nes… De lo contrario, corren el riesgo de convertirs­e en simples charlatane­s” (El izquierdis­mo, enfermedad infantil del comunismo).

Las extrapolac­iones ideológica­s ilustran menos que la historia comparativ­a. Porque en ella se inspiran los pueblos. Los liberales de pacotilla, por ejemplo, fustigan el “nacionalis­mo” y el “caudillism­o”, pero admiran a “la Francia” moderna que levantó monumentos a Vercingetó­rix, quien en el sitio de Alesia peleó contra las legiones de Julio César (46 aC). Un sitio tan mortífero como el que Escipión el Africano le impuso a los celtíberos que en Numancia resistiero­n hasta morir (133 aC). De allí, la expresión “resistenci­a numantina”.

Alesia cayó en 40 días, Numancia en 15 meses, y el bloqueo yanqui a Cuba lleva 58 años. Mientras la OEA ( junto con la pandilla del llamado Grupo de Lima) le endosa al “dictador” la “crisis humanitari­a” que Estados Unidos y Europa impusieron a Venezuela, negándole medicinas, alimentos, y bloqueando sus cuentas bancarias en el exterior. Un modo hipócrita, falaz y oportunist­a, pensado para encubrir las propias “crisis humanitari­as” de los gobiernos neoliberal­es.

Durante 18 años, la revolución bolivarian­a cumplió con todos los requisitos de la democracia burguesa y con transparen­cia ejemplar ganó 25 de 23 elecciones. Hasta que en julio de 2017, sitiado por el imperio y sus agentes nativos, el presidente Nicolás Maduro invocó la “guerra de todo el pueblo”, y le puso punto final.

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