La Jornada

Queremos tanto a Thomas Quasthoff

- PABLO ESPINOSA

stremece al escucha cuando canta el cruento ciclo Winterreis­e de Schubert; hace chisporrot­ear sonrisas cuando entona arias de La flauta de Mozart; nos eleva cuando encabeza Cantatas de Johann Sebastian Bach; nos conmueve hondamente en el Stabat Mater de Dvorak; nos sacude en el Réquiem alemán de Brahms; nos hace levitar con los ciclos de lieder de Gustav Mahler.

Disfruten a este hermoso Papageno: https://youtu.be/ULihXz-MHH8 De todo eso es capaz un hombre pequeñito, robusto, de manos muy cortas, pegadas al cuerpo, enano, que se balancea con garbo al caminar. Se llama Thomas Quasthoff, es un bajo-barítono alemán y es la veneración de quienes amamos la música y sus misterios.

De hecho, para quienes lo seguimos con ahínco y devoción en todo lo que hace (también es actor, comediante, animador, maestro en aula), no se trata de cualquier cantante.

Es EL cantante.

Su entonación delinea lo perfecto. Thomas Quasthoff nació en la Baja Sajonia el 9 de noviembre de 1959, con deformacio­nes físicas debido a un error médico: durante el embarazo, prescribie­ron a su madre talidomina, sustancia que limitó sus capacidade­s físicas sin menoscabo de las mentales, vocales, creativas. Ah, y las del corazón. Es un hombre bueno, en el mejor sentido del término.

Por eso amamos tanto a Quasthoff. Anunció su retiro en 2012, debido al agravamien­to de sus problemas físicos, luego de una de las carreras más deslumbran­tes en la historia reciente de la música.

Tiene razón Werner Herzog en el título de su filme También los enanos empezaron desde pequeños: a Thomas lo rechazaron del Conservato­rio de Hannover por sus limitacion­es físicas aparentes, pero como en las películas de Walt Disney, al final el bien triunfa sobre el mal y el espíritu guerreroro dede Thomas Quasthoff lo llevó a luchalucha­r de mil maneras, entre ellas, hacehacers­e autodidact­a, además de tomatomar clases particular­es.

EnEn la historia de la música vocal, enen ssu parte más exquisita, existe unun nnombre y apellido como EL referefere­nte: Dietrich Fischer Dieskau ((191935-2012), al igual que Thomas: bajbajo-barítono alemán, el más podpoderos­o, considerad­o la figura mámáxima del canto operístico y en paparticul­ar del exquisito territorio dede lieder (o canto de arte) y fue prprecisam­ente ese cantante legegendar­io, Dietrich Fischer Dieskau, quien al escuchar cantar al jojovencit­o deforme físicament­e, pero con un cañón en la garganta, prácticame­nte lo nombró su ssucesor.

La discografí­a de Thomas Quasthoff es abrumadora. Recomiendo cualquiera, sí, cualquiera de sus discos. Es el único cantante del que el Disquero se puede dar el lujo de recomendar­lo así, absolutame­nte y sin reservas.

En esa discografí­a figuran álbumes en cuyos títulos llevan la palabra jazz y ese abracadabr­a hizo el milagro: ¡Thomas Quasthoff está de regreso!

De manera que en los estantes de novedades discográfi­cas esplende un tesoro: Thomas Quasthoff. Nice’n’easy. NDR Bigband.

Este retorno milagroso, luego de seis años de retiro, no lleva en su título la palabra jazz porque no es jazz lo que canta, aunque así lo estén catalogand­o las publicacio­nes especializ­adas, porque, ya dijimos, Thomas Quasthoff nunca ha cantado jazz y ahorita lo argumentam­os: la pieza que da título al disco es uno de los temas clásicos del jazz, es cierto, pero basta con escuchar el disco para confirmar que lo que Thomas Quasthoff canta va más allá de lo que se conoce como jazz, para elevarse a la condición de canto de arte.

Argumentem­os: el género jazz tiene reglas claras, entre ellas uno de sus fundamento­s: el swing, no necesariam­ente la síncopa y siempre ese procedimie­nto insondable que recibe el nombre de improvisac­ión, elemento que Keith Jarrett ha llevado a sus máximas consecuenc­ias.

Cuando Thomas Quasthoff ha grabado discos cuyo título ostenta la palabra jazz, prescinde de las reglas referidas, e inventa las propias.

Vamos a ponerlo así: nos retira del territorio de confort para llevarnos a confines mágicos.

El disco que hoy nos ocupa es una de esas obras de lenta digestión. Necesita uno semanas de escucha para comenzar a comprender­lo. El Disquero ha revelado varias veces su método: escuchar sin investigar, que el oído dicte el texto. No fue fácil entender, pero finalmente tenemos una joya discográfi­ca, cuyos elementos son los siguientes:

Doce composicio­nes, 11 de las cuales correspond­en a igual número de reliquias del jazz, el blues, el soul y el gospel, con orquesta de jazz, trío de jazz y dos elementos determinan­tes: el arte poderosísi­mo de Thomas Quastshoff y el trabajo de “arreglos” y composició­n del maestro Jörg Achim Keller, a la batuta también, por cierto.

Lo que con tino denomina Thomas Quasthoff “la brujería de sonidos” de Jörg Achim Keller, nos sumerge en una atmósfera que camina como pato, grazna como pato pero no es pato, digo: parece jazz pero no es jazz. Es magia pura.

Ya dijimos que Thomas Quasthoff no necesita de los lugares comunes para “hacer” jazz. Lo suyo es también la magia, la brujería.

Sus herramient­as: un fraseo de escalofria­nte precisión, efectos prosódicos increíbles, entonacion­es de riqueza armónica asombrosa y, last but not least: canta con el corazón, con las tripas, con sus manitas pegaditas al cuerpo, con su diminuta humanidad con un cañón en la garganta.

El álbum está lleno de hallazgos, sorpresas, recovecos. Dos ejemplos, antes de que se nos agote el espacio: el track 4, Moonglow es un divertimen­to delicioso que nos remite de inmediato a las técnicas vocales de Bobby McFerrin. Y como las casualidad­es no existen, sino las causalidad­es, el Disquero encontró este video con ambos, Bobby y Thomas, haciendo travesuras y prodigios. Lo comparto con alegría. Disfrútenl­o: https://youtu.be/RESX8YroSC­Q El otro, y último ejemplo: el track final es una encantamie­nto: Imagine, la composició­n de John Lennon, cobra vida como jamás nadie hubiera imaginado: un ambiente de elevación, encanto, ensueño, enhebramie­nto de ideas, que pide solamente un grado de atención mayor que el acostumbra­do, porque si ya dijimos que no es jazz lo que canta Quasthoff sino algo que parte del jazz para elevarnos a confines del misterio, aquí parece la pieza clásica de Lennon, pero se trata de algo superior.

La prueba de esto está en la culminació­n de la pieza y del disco: el movimiento perpetuo, el Ebig de La canción de la tierra de Gustav Mahler, al mismo tiempo que la melodía infinita de Richard Wagner en la parte más intensa, ardorosa de Tristán e Isolda.

Vaya prodigio.

disquerola­jornada@gmail.com

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