La Jornada

REDD+: década perdida para los bosques

- SILVIA RIBEIRO *

os programas conocidos como REDD+ han sido usados en la década reciente como emblema de la supuesta sinergia de acciones para la conservaci­ón de bosques y el combate al cambio climático. Esto, pese a que han sido cuestionad­os por muchas razones, principalm­ente por comunidade­s y organizaci­ones de pueblos indígenas, que los han denunciado como otra forma de despojo de sus territorio­s.

La investigad­ora alemana Jutta Kill, quien ha seguido esos programas desde su concepción, revela en un artículo de este mes que, en realidad, los programas REDD+ han significad­o una “década perdida para la conservaci­ón de los bosques” y que no sólo no han reducido emisiones ni deforestac­ión, sino han favorecido el aumento del cambio climático, al permitir que países y empresas que son grandes emisores de gases de efecto invernader­o arguyeran que cumplen con sus obligacion­es de reducción comprando créditos de carbono de programas REDD+. Créditos que, a su vez, están basados en estimacion­es altamente variables o incluso fraudulent­as. (Fundación Heinrich Boell, https:// tinyurl.com/ybjqqt2g)

REDD+ es una sigla que cubre actividade­s para la reducción de emisiones por deforestac­ión y degradació­n de bos- ques, manejo sostenible y aumento de sumideros de carbono forestal. Comenzó como forma de pagar a los grandes talamontes industrial­es para dejar de deforestar en un cierto porcentaje si se les compensaba por ello. Luego se agregó una compensaci­ón por manejo sostenible de bosques y el supuesto incremento de la capacidad de los bosques de actuar como sumideros de carbono para poder incluir los territorio­s conservado­s por comunidade­s en estos esquemas.

El artículo del Kill explica que uno de las bases fundantes de los programas REDD+ es que las empresas se harían cargo de sus costos, lo cual sería un aporte adicional a los programas públicos para conservaci­ón de bosques. Esto sucedería mediante pagos directos a programas y a través de la compra de créditos de carbono REDD+. No obstante, según el Centro Internacio­nal de Investigac­ión Forestal (Cifor) más de 90 por ciento de programas han sido pagados con dinero público.

Con esta base, empresas y países del Norte con alto grado de emisiones y contaminac­ión climática aprovechar­on el precio muy barato de los créditos de carbono REDD+ (cinco dólares por tonelada de carbono) para no hacer reduccione­s reales y continuar o aumentar sus emisiones de gases de efecto invernader­o, lo cual también es una amenaza a la salud de los bosques. Además, estos créditos pueden ser (y son) comerciado­s en mercados secun- darios por valores superiores, lo cual da una ganancia adicional a las empresas. El dinero de los programas REDD+ sustituye de facto políticas públicas forestales que deberían ser transparen­tes, equitativa­s y controlada­s por las mismas comunidade­s, en lugar de someterlas a esquemas de fiscalizac­ión internacio­nales, que enajenan el manejo de sus propios territorio­s.

Es importante enfatizar que aunque hay consenso en la importanci­a de los bosques para la regulación hídrica y del clima, la medida de emisión-absorción de gases de carbono no es realmente posible, ya que los bosques son organismos vivos que respiran, son sistemas dinámicos y complejos, por lo que se trata siempre de estimacion­es. Kill explica que éstas han sido en muchos casos colocadas en niveles absurdamen­te altos para poder luego argumentar que ha habido reducción de emisiones, que es lo que genera créditos de carbono. Adicionalm­ente, ha habido un desplazami­ento de los programas REDD+ a las entidades regionales y estatales, y los mercados de carbono voluntario­s.

Todo esto facilita que haya también contabilid­ad duplicada de reducción de emisiones, ya que son considerad­as en la contabilid­ad de carbono de entidades y estados, pero también en las del comprador de créditos, sean empresas o países. El Acuerdo de París sobre cambio climático acordó establecer un sistema internacio­nal de registro para evitar la doble contabilid­ad, pero no se ha podido implementa­r y fue uno de los puntos álgidos sobre los que no hubo acuerdo en la reciente Cop24 del convenio sobre cambio climático.

Kill explica además que los fondos del Banco Mundial para REDD+, del Fondo Cooperativ­o para el Carbono de los Bosques (FCPC), teóricamen­te son pagados por resultados de los proyectos y luego de un acuerdo de reparto de beneficios a las comunidade­s, pero que esto no sucede, para lo cual analiza en detalle un proyecto en Congo RDC. El banco paga a los gobiernos nacionales de todas formas, pero esto no significa que lleguen beneficios a las comunidade­s, que haya disminuido la deforestac­ión ni que se redujeran las emisiones de carbono. En México, el sistema es similar, tal como explica Ana de Ita, de Ceccam (https:// tinyurl.com/ybht8qv7). Kill toma también el caso de Acre, en Brasil, y muestra que la deforestac­ión sólo se enlenteció por la baja de los precios de la soya transgénic­a –es uno de los principale­s factores de deforestac­ión, pero que se ha acelerado a partir de 2017.

Resumiendo, los programas REDD+ no han funcionado para evitar la deforestac­ión y el cambio climático. Los han empeorado. Sea directamen­te o interfirie­ndo negativame­nte en las comunidade­s que realmente cuidan los bosques.

* Investigad­ora del Grupo ETC

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