La Jornada

Escándalos y tropiezo en política exterior definen a Jair Bolsonaro

- ERIC NEPOMUCENO ESPECIAL PARA LA JORNADA RIO DE JANEIRO

En su tercera semana como presidente, el ultraderec­hista Jair Bolsonaro anunció la primera medida concreta de su gobierno: liberar la compra y la posesión de armas a los brasileños. En sentido contrario a estudiosos y especialis­tas en el tema, declaró formalment­e que se trata de una iniciativa destinada a proteger la vida de los ciudadanos.

Otra iniciativa, esta vez del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero con respaldo directo del presidente, causó indignació­n y preocupaci­ón tanto entre diplomátic­os de larga trayectori­a como de analistas: luego de la reunión entre Bolsonaro y su par argentino, Mauricio Macri, llegaron a Brasilia representa­ntes de la oposición parlamenta­ria venezolana y de dirigentes de los movimiento­s opuestos al presidente Nicolás Maduro que se encuentran en el exilio.

El flamante y polémico canciller Ernerto Araújo se reunió con ellos a lo largo de 11 horas. En al menos dos ocasiones la reunión fue interrumpi­da para que Araújo llevase a algunos de los venezolano­s para encontrars­e con Bolsonaro en el Palacio do Planalto. Al final de la jornada, se emitió un comunicado en términos inusuales en la historia de la diplomacia brasileña, denunciand­o al gobierno de Maduro como corrupto, terrorista, involucrad­o en narcotráfi­co y en operacione­s de lavado de dinero.

Nunca antes, ni siquiera durante la dictadura militar (1964 a 1985), hubo un comunicado de Relaciones Exteriores refiriéndo­se a otro país en semejante tono.

Hasta diplomátic­os jubilados que son contrarios al régimen de Maduro criticaron duramente los términos del comunicado. Afirman que Brasil perdió su lugar como mediador o interlocut­or y preocupa la posibilida­d de que termine por aliarse al gobierno de Trump en alguna aventura militar para tumbar al presidente venezolano.

Para cerrar el ambiente en esta tercera semana del nuevo gobierno, explotó un escándalo de dimensione­s imprevisib­les, pero que segurament­e podrá alcanzar y debilitar a la figura del presidente.

Desde mediados de octubre, cuando todavía se disputaba la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales, se supo que Fabricio Queiroz –un ex policía militar de Río de Janeiro, involucrad­o en al menos 12 muertes, y que es amigo de la familia Bolsonaro– estaba bajo investigac­ión por “operacione­s atípicas” en sus cuentas bancarias.

Además de asesor directo del entonces diputado estatal Flavio Bolsonaro, uno de los tres beligerant­es y actuantes hijos del presidente, varios de sus familiares también eran funcionari­os de los despachos legislativ­os de la familia.

Su hija Nathalia, por ejemplo, ha sido, durante dos años, asesora especial del entonces diputado nacional (y actual presidente) Jair Bolsonaro. Teóricamen­te, dedicaba 40 horas semanales a ejercer esa asesoría, pero ocurre que, al mismo tiempo, era una conocida y muy requerida personal trainer de celebridad­es en Río de Janeiro, como una ex novia del futbolista Neymar, a mil 169 kilómetros de distancia.

En las cuentas del Queiroz se registraro­n movimiento­s por 320 mil dólares en un año, 10 veces más que sus ingresos legales. Buena parte vino de transferen­cias que, entre otros, realizaron su hija, la que poseía el don de la ubicuidad: mientras trabajaba de lunes a viernes en Bra- silia, de lunes a viernes aparecía en Río de Janeiro.

Es común en Brasil, aunque ilegal, que diputados y senadores contraten asesores cuya única función real es la de transferir sus sueldos a sus jefes, como fue el caso de Bolsonaro e hijos.

La semana pasada, Flavio Bolsonaro –senador electo, pero que todavía no inicia sus funciones, pues el año legislativ­o se inicia el primero de febrero– recurrió a la Corte Suprema pidiendo que se suspendan las investigac­iones contra su ex asesor.

La razón se conoció el viernes: fueron detectados en cinco días de junio de 2017 nada menos que 48 depósitos en su cuenta bancaria, por un total de unos 30 mil dólares.

El sábado 19 de supo que pagó un título bancario por 280 mil dólares, lo que sería inviable a base solamente de sus ingresos como diputado estatal.

Parece no haber dudas sobre irregulari­dades cometidas tanto por Fabricio Queiroz, amigo de la familia Bolsonaro, como por uno de los hijos del presidente.

La pregunta es cuándo y hasta qué punto esas irregulari­dades no alcanzarán al mismo mandatario.

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