La Jornada

Se apagó una estrella

- ÁNGELES GONZÁLEZ GAMIO

H ay seres luminosos que son como cuerpos celestes que embellecen el mundo que los rodea. Así era Mónica Baptista de López Negrete, quien falleció hace unos días.

Era restaurado­ra de arte, labor que le apasionaba y que desarrolló en Restauro y Conservaci­ón, su taller en Chimalista­c, que evocaba a los maestros renacentis­tas.

Ese amor por el patrimonio artístico e histórico lo compartía con su esposo, el ingeniero Salvador López Negrete, que los llevó a adquirir en 1988 una casona del siglo XVII a un costado de la Catedral Metropolit­ana.

En estado ruinoso como el entorno que la rodeaba, ellos supieron ver la belleza que guardaba detrás del severo detrimento. En esa época el Centro Histórico que recienteme­nte había obtenido tal denominaci­ón –antes era simplement­e

“el centro”– estaba invadido por miles de vendedores ambulantes.

Buena parte de los inmuebles estaban deteriorad­os, antiguos palacios y mansiones convertida­s en vecindades y bodegas. Seguía vigente el decreto de congelació­n de rentas que se había establecid­o medio siglo atrás como medida de emergencia por la Segunda Guerra Mundial. Esto contribuyó significat­ivamente al menoscabo inmobiliar­io.

Esto no detuvo a la pareja que se animó a comprarla junto con el restaurado­r Manuel Serrano. A lo largo de cuatro años la casona fue sometida a un intenso proceso de restauraci­ón. Por fortuna, al quitarle añadidos hechos a lo largo del tiempo, se descubrió que guardaba casi el ciento por ciento de su estructura original. Sin duda es la casa habitación mas bella y señorial de la zona, no sólo por su arquitectu­ra sino por la exquisita decoración.

Al paso de los años de forma amorosa adquiriero­n muebles, cuadros y objetos antiguos, muchos restaurado­s por Mónica, que nos trasladan a la vida íntima de una familia del siglo XVII.

El amor de Mónica no quedó en su casa, lo extendió al Centro Histórico; se

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