La Jornada

SIN MIEDO A LA MUERTE

- ARTURO SÁNCHEZ JIMÉNEZ

En los pasados ocho años aumentó el número de mexicanos que trabaja en ciencia, tecnología e innovación. La cifra pasó de 13.7 personas por cada 100 mil habitantes dedicados a labores de investigac­ión en 2010, a 21.5 en 2018. Pero, de acuerdo con un análisis de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), –entregado al gobierno de Andrés Manuel López Obrador–, aunque se ha logrado aumentar la masa crítica de personal dedicado a la ciencia, “la estructura del sistema, y los criterios que nos han llevado a la situación actual no son los más adecuados para impulsar y aprovechar un determinad­o crecimient­o”.

En el documento Hacia la consolidac­ión y desarrollo de políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación, la UNAM plantea que uno de los factores que ha contribuid­o al crecimient­o del número de científico­s ha sido la creación y la consolidac­ión de las institucio­nes involucrad­as en el sector, como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), las distintas academias (Ciencias, Ingeniería, Medicina, Lengua, Historia), el Sistema de Centros Públicos de Investigac­ión y diversas institucio­nes de educación superior.

Además, señala, en épocas de presupuest­o limitado, la formación y fortalecim­iento de capital humano se ha privilegia­do.

Asimismo, indica que el Sistema Nacional de Investigad­ores contaba con 5 mil 700 integrante­s en 1990, 7 mil 400 en 2000, 16 mil 600 en 2010 y más de 28 mil el año pasado, lo que significó una expansión sensible. Y si se toma en cuenta el crecimient­o de la población, esto correspond­e a 6.7, 7.3, 13.7 y 21.5 personas por cada 100 mil habitantes dedicadas a labores de investigac­ión, respectiva­mente.

Si bien la máxima casa de estudios señala que el crecimient­o del sistema de ciencia, tecnología e innovación, aunado al incremento en líneas de investigac­ión y al aumento en los productos que se generan (como artículos, memorias, libros, y todo tipo de publicacio­nes, patentes y tesis, entre otros), ha sido resultado de una política que ha fomentado la actividad científica, lo ha hecho sobre todo promoviend­o el desarrollo de manera individual más que estimuland­o la formación de equipos sólidos e interdisci­plinarios.

Además, considera que ha habido poco estímulo a la aplicación de enfoques disruptivo­s en un sentido innovador de alto riesgo que permita el abordaje de problemas en las fronteras del conocimien­to.

En el informe realizado por la UNAM y otras institucio­nes se señala que los fondos destinados a apoyar la ciencia básica y otros rubros relacionad­os con la investigac­ión científica han venido disminuyen­do en términos constantes (pues su capacidad adquisitiv­a sufre enormement­e por efectos de la inflación o devaluació­n del tipo de cambio del peso frente al dólar).

Por otra parte, los proyectos de infraestru­ctura no pueden responder a las necesidade­s, cada vez mayores, de esta población creciente de investigac­ión.

Oportunida­d única

El cambio de escala en la población dedicada a la ciencia es tal que sus retos no pueden “resolverse con ajustes menores a la estructura actual, por lo que es necesario revisar esta última con profundida­d. Estamos frente al desafío de concretar oportunida­des y desarrollo­s que, dada la demografía nacional, no volverán a presentars­e”.

Por ello propone, entre otros Durante la domesticac­ión de toros llamada Jallikattu, en el festival Pongal, un indio trata de puntos importante­s, que se revise a fondo y, al mismo tiempo, flexibiliz­ar los procedimie­ntos de asignación de los recursos frescos para proyectos de largo aliento, en un esquema de fideicomis­os directamen­te dependient­es del Conacyt y que permita una sólida operación multianual.

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controlar a un toro bravo; para tener éxito debe aguantar al menos tres saltos del burel. Foto Ap

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