Mercado y corrupción en Pemex
Huachicol
F ue el proyecto privatizador y corruptor de la refinación y de Petróleos Mexicanos (Pemex) lo que abrió las puertas para la pérdida de seguridad, soberanía y vulnerabilidad energética que hoy enfrenta México. La defensa de ese proyecto es lo que motiva la violencia y reto de los delincuentes que roban el combustible y de los grupos de poder en el interior y el exterior de la empresa estatal, ante las medidas de racionalidad y ética emprendidas por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
La magnitud y brevedad en que se consolidó este mercado ilícito derivó de la colusión de intereses en el ámbito externo e interno de Pemex. En el caso del número de las tomas “clandestinas”, al final de cada gobierno se mostraban cifras escandalosas. En efecto, con Vicente Fox se anunciaron 220, con Felipe Calderón mil 749 y con Enrique Peña 12 mil 581 a octubre pasado.
Es evidente que la corrupción vertiginosa de las últimas administraciones gubernamentales y de Pemex coadyuvó a la consolidación de un mercado gigantesco que incluso se ramificó a Estados Unidos. En México se extendió prácticamente por todo el país, concentrándose 80 por ciento del extraordinario número de tomas “clandestinas” de 2018 en sólo seis entidades federativas2.
La magnitud y tiempo transcurrido del desabasto exhibió, al mismo tiempo que las fortalezas, las debilidades, vulnerabilidad y precario control del sistema y logística de transporte de los combustibles, así como la dependencia de las importaciones para abastecer día con día el consumo nacional3.
El balbuceo del director de Pemex, ante la solicitud de información veraz y actualizada de lo que acontece en la paraestatal, acudiendo a cifras atrasadas y a un conocimiento insuficiente, reconociendo que los inventarios estaban en cero, es una mala señal para una operación eficiente.