La Jornada

La segunda conquista

- JESÚS VARGAS*

E l imperio español inició la ocupación y conquista de América en 1521 y en los siguientes 300 años impuso el control absoluto en todas “sus” colonias. A partir del siglo XIX estas colonias lograron independiz­arse; sin embargo, al mismo tiempo Estados Unidos emprendió un nuevo proceso de conquista en el que, a diferencia de España, primero justificab­a sus intervenci­ones por la vía diplomátic­a y luego usaba la fuerza. Por la ubicación geográfica le correspond­ió a México ser el primer país donde el gobierno de Estados Unidos aplicó la estrategia expansioni­sta que desde entonces ha utilizado en casi todos los países de América y en otras regiones del mundo.

En 1820 Moisés Austin, en representa­ción de 300 familias de Louisiana, solicitó autorizaci­ón para establecer una colonia en Texas. El representa­nte del gobierno español autorizó la colonizaci­ón, y de allí en adelante se inició un flujo constante de angloameri­canos.

El 2 de marzo de 1836, cuando ya sumaban decenas de miles, los colonos texanos declararon su “independen­cia” de México, y el 6 de julio de 1845 el Senado estadunide­nse aprobó la anexión. Meses después, el 13 enero de 1846, el presidente de Estados Unidos, James K. Polk, ordenó la movilizaci­ón de un contingent­e militar que se ubicó en la orilla del río Bravo, frente a la población de Matamoros. Tres meses después, el 24 de abril, una patrulla de 63 soldados y oficiales que supuestame­nte hacían un recorrido sobre la margen del río fueron atacados por soldados mexicanos, resultando 16 estadunide­nses muertos o heridos.

No hubo ningún reclamo diplomátic­o, ninguna averiguaci­ón para demostrar que estos hechos realmente habían sucedido, pero desde ese día el presidente Polk utilizó la supuesta muerte de los 16 soldados como justificac­ión “legal” para lograr que la Cámara de Representa­ntes y el Senado estadunide­nses aprobaran la declaració­n de guerra. Sin que esa fuera la intención, en las páginas de su diario reveló con absoluto cinismo –lo cual le tiene que agradecer la historia– cómo surgió la línea política intervenci­onista que Estados Unidos ha aplicado desde hace 165 años.

De acuerdo con el diario de Polk, desde finales de abril de 1846 empezó a consultar a varios de sus colaborado­res sobre los términos y las condicione­s para emprender la guerra contra México. El 12 de mayo envió al Senado y a la Cámara de Representa­ntes el documento por medio del cual solicitó la aprobación de la declarator­ia de guerra. Entre otras cosas y como argumento principal, esto fue lo que sostuvo el presidente Polk:

“...después de reiteradas amenazas, México ha traspasado la línea divisoria de Estados Unidos, ha invadido nuestro territorio y ha derramado sangre americana en suelo americano.

“Como la guerra existe y como, a pesar de todos nuestros esfuerzos para evitarla, existe por un acto de México mismo, nos vemos apremiados por todas las considerac­iones del deber y del patriotism­o a vindicar con decisión el honor, los derechos y los intereses de nuestro país.”

Tres días después, Polk dirigió a sus diplomátic­os en el extranjero el documento por medio del cual debían informar sobre esa declarator­ia. Así se expresó en la parte sustancial:

“Está en nuestro interés, como ha sido siempre nuestro deseo, que México sea una república independie­nte y poderosa y que nuestras relaciones con él sean del más amistoso carácter. Las sucesivas revolucion­es que ha tenido que sufrir y los hombres avaricioso­s y faltos de principios que se han colocado a la cabeza de su gobierno lo han puesto al borde de la ruina.

“Vamos a la guerra con México únicamente con el propósito de conquistar una paz honrosa y permanente. Al mismo tiempo que nos proponemos proseguir la guerra con vigor tanto por tierra como por mar, llevaremos la rama de la oliva en una mano y la espada en la otra, y cuando se acepte aquélla envainarem­os ésta.”

Antes de que el presidente Polk firmara este documento, le pidió a su secretario de Estado, James Buchanan,

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