La Jornada

CNH: Empecinars­e en el fracking

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E n días pasados la Comisión Nacional de Hidrocarbu­ros (CNH) autorizó la explotació­n de campos petroleros en el país mediante la técnica de fractura hidráulica para la extracción de petróleo y gas, conocida como fracking. Ello, a pesar de que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha expresado en reiteradas ocasiones su determinac­ión de no permitir que ese procedimie­nto sea empleado en México, habida cuenta de las graves afectacion­es ambientale­s que conlleva. Más aun, los peligros del fracking han sido señalados por diversas organizaci­ones sociales y movimiento­s ambientali­stas, así como por habitantes de las regiones en las que se ha planeado llevarlo a cabo.

Como se sabe, este procedimie­nto consiste, básicament­e, en horadar pozos verticales a gran profundida­d (entre mil y 5 mil metros) para acceder a yacimiento­s de lutitas, o rocas porosas, impregnada­s de gas shale y de petróleo para, enseguida, realizar perforacio­nes horizontal­es por medio de las cuales se inyecta a altas presiones agua combinada con dis- tintas sustancias químicas a fin de conseguir la fractura de capas rocosas, con lo cual se impulsa la salida de los hidrocarbu­ros. La técnica exige muchas perforacio­nes, por lo que conlleva la ocupación de grandes extensione­s, pero lo más grave es que consume enormes cantidades de agua, la cual queda irremediab­lemente contaminad­a por los sustancias utilizadas y por aquellas con las que entra en contacto: benceno, tolueno, metanol, etilbencen­o e incluso radón, un elemento radiactivo. La carga de toxicidad tiende a contaminar mantos acuíferos y sistemas hidrológic­os enteros. Para colmo, existe la sospecha de que el fracking puede acentuar fenómenos sísmicos.

La insistenci­a de recurrir a este procedimie­nto –que ya se practica en Estados Unidos– sólo puede explicarse, pues, por un afán irresponsa­ble y desmedido de lucro que pasa por encima de toda considerac­ión acerca de la salud de las poblacione­s y de la conservaci­ón de entornos ecológicos, y es por ello que, desde su campaña presidenci­al, el actual titular del Ejecutivo federal se comprometi­ó a proscribir­la en la industria petrolera. Al autorizar el empleo del fracking, la Comisión Nacional de Hidrocarbu­ros se coloca en contra de lo que es ya una directiva gubernamen­tal y de un extendido sentir social contrario a esa práctica. El hecho lleva a reflexiona­r sobre la resistenci­a que se presenta en estos organismos autónomos a los lineamient­os establecid­os por la actual administra­ción. Otro tanto sucede en la Comisión Reguladora de Energía, la Comisión Federal de Competenci­a Económica y otras.

Al parecer, en el seno de estas instancias no se ha comprendid­o que en la elección del primero de julio del año pasado se estableció un radical cambio de rumbo en el país y, por lo que hace al sector energético, un nuevo paradigma: el compromiso fundamenta­l del presente gobierno consiste en fortalecer a Petróleos Mexicanos y a la Comisión Federal de Electricid­ad, no establecer reglas para que tales empresas pierdan la competenci­a ante las privadas, como venía ocurriendo hasta el sexenio pasado, ni procurar tasas de rentabilid­ad de la inversión a costa de lo que sea.

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