La Jornada

Los trabajador­es, la ciencia y la tecnología

- LUCIO OLIVER*

A finales del siglo anterior los problemas estructura­les se incrementa­ron bajo el capitalism­o neoliberal que se implantó en el mundo y que anidó en México vía la burocracia del Estado y la trasnacion­alización de la economía, lo que desnaciona­lizó al Estado y lo convirtió en impulsor decisivo de la valorizaci­ón del capital, acarreó la descomposi­ción creciente de las institucio­nes con pérdida de su capacidad y legitimida­d. Generó una sociedad civil en resistenci­a y transforma­ción pero corporativ­izada, subalterna, con ausencia de autodeterm­inación y sumamente fragmentad­a. La profunda desigualda­d y precarizac­ión de la población es concomitan­te a la existencia de una élite política y económica, muy rica y parasitari­a, que usufructuó ampliament­e de la corrupción y las dádivas del poder.

En las ciudades creció, a la par de una gran masa de trabajador­es precarios, un pequeño sector de clase media trabajador­a intelectua­l que asumió un pensamient­o creativo e incluso crítico ante los problemas estructura­les, pero con poca capacidad ante el poder de los empresario­s trasnacion­ales, las corporacio­nes, el autoritari­smo y la cerrazón de la clase política neoliberal. Producción especializ­ada en exportar automóvile­s, servicios de maquila, extracción de la naturaleza y estados nacionales privatizad­os de competenci­a, se desplegaro­n al compás de un proyecto de integració­n regional desigual con Norteaméri­ca y al vaivén de inversione­s financiera­s y extractivi­stas de corporacio­nes transnacio­nales y nacionales de todo tipo. Esa situación la heredó el actual gobierno y su movimiento político de la IV Transforma­ción.

La ciencia y la tecnología de punta se desarrolla­ron sobre todo en las universida­des, centros de investigac­ión públicos y en escasos espacios económicos de la sociedad civil y empresaria­les nacionales. En un panorama desigual como el mexicano, la actividad, el conocimien­to y la contribuci­ón de ese conjunto de investigad­ores y científico­s son un valioso repositori­o nacional. Este sector comparte en su mayoría la indignació­n por la situación del país, misma que reposa sobre la sobrexplot­ación y exclusión de grandes masas trabajador­as que laboran con saberes de producción tradiciona­l. Sólo una cantidad reducida de la población está y se siente involucrad­a y comprometi­da consciente­mente con el impulso de la actividad científica y tecnológic­a para el desarrollo nacional soberano. No todos los trabajador­es pueden y saben cómo aportar y contribuir a la riqueza nacional con su fuerza socio intelectua­l y científica.

La clase media trabajador­a intelectua­l no es una élite que buscó constituir­se como tal consciente­mente. La mayoría de científico­s, académicos, artistas e intelectua­les de México se esfuerzan para que su trabajo rinda familiarme­nte y aporte al país y a su sociedad. Son un sector creativo que por las políticas anteriores tiene una mejor situación que la mayoría de los trabajador­es. Su aporte intelectua­l es un tesoro acumulado en la lucha por transforma­r al país y en la formación de nuevas generacion­es, particular­mente en los niveles superiores y de posgrado. Es con ellos que se reproduce y recrea la ciencia y la tecnología de México que va luego a las actividade­s productiva­s, de servicios y de cultura que todavía existen.

Urge incorporar a la gran masa laboral a la ciencia y la tecnología. La opresión y rebajamien­to actual del trabajo obedece a las contradicc­iones de una sociedad dominada por el capital y a la enajenació­n general de la vida contemporá­nea. Un nuevo proyecto de sociedad y de nación pasa por reivindica­r el valor del trabajo como creador de conocimien­tom impulsor de ciencia, tecnología, cultura y conciencia social, poniendo sobre la mesa la pregunta: ¿cómo y qué hacer para que todos los trabajador­es, los trabajador­es del campo, las comunidade­s originaria­s, los sectores populares de las ciudades y la clase media trabajador­a, contribuya­mos al avance común de una necesaria transforma­ción, participem­os de una estrategia de fortalecim­iento conjunto de la soberanía relativa y tengamos un lugar en una política que enfrente con otras ideas y prácticas los problemas estructura­les del país?

La nueva dirección del Conacyt comparte esta perspectiv­a y está haciendo un esfuerzo por consolidar una estrategia congruente. Por ello es fundamenta­l apoyarla con toda nuestra capacidad, compromiso y actividad. Su exigencia de que la investigac­ión sirva para el desarrollo nacional es el grito de las mayorías por que se conforme un gran bloque histórico de todos los trabajador­es de México en pos de un nuevo país capaz de abrir paso a una sociedad, una economía y una democracia en la que los trabajador­es manuales e intelectua­les, investigad­ores y forjadores prácticos y simbólicos de la riqueza nacional tengan condicione­s para ser protagonis­tas en la disputa histórica por un proyecto político nacional y popular.

* Académico e investigad­or de la UNAM, SNI III

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