La Jornada

Incondicio­nales, críticos y malquerien­tes

- ABRAHAM NUNCIO

T odo gobierno, sin excepción, ha tenido y tiene sus incondicio­nales, sus críticos y sus malquerien­tes. Es inevitable que así sea. Veamos cómo ha sido y es esta una hipótesis de hierro en México.

La masa de los incondicio­nales se halla formada por aquellos que se ven beneficiad­os en lo material, que se sienten reafirmado­s en su credo o bien que la corriente en el poder les asegura, cuando menos, la permanenci­a en su trabajo.

Los críticos suelen proceder de las capas medias y, en menor medida, de las organizaci­ones sindicales; tienen una mayor escolarida­d, formación y/o militancia política o actividad cívica y disponen de una más o menos identifica­ble conciencia social.

Los malquerien­tes se cuentan en una más amplia gama social, política y cultural. Los aglutina, casi siempre, y provee de recursos ideológico­s y –con frecuencia variable– materiales, la oposición partidaria.

Cada uno de los circuitos de incondicio­nales, críticos y malquerien­tes cuenta con intelectua­les y medios de comunicaci­ón.

Los incondicio­nales, desde los menos calificado­s y con subsidios mínimos hasta los burócratas más encumbrado­s, tuvieron a sus intelectua­les y medios de comunicaci­ón pagados, subsidiado­s o adheridos a su perímetro mediante prebendas y diversos privilegio­s por los gobiernos anteriores al que empezó sus funciones el primero de diciembre de 2018.

En un régimen autoritari­o, como fue el que gestó, desarrolló y mantuvo contra toda lógica el PRI, el uso de cuerpos militares y paramilita­res contuvo y aun reprimió a los movimiento­s sociales que significab­an en sí una crítica a su prepotenci­a o al sistema capitalist­a.

Los medios de comunicaci­ón adeptos a los gobiernos priístas fueron omisos, minimizaro­n o justificar­on esas represione­s y los intelectua­les velada o abiertamen­te oficialist­as las eludieron, marginaron y se dedicaron a tratar otros temas como si esa realidad fuera la de un país lejano.

Entre los incondicio­nales, esos medios y los intelectua­les del régimen hubo un punto de intersecci­ón cuyo tufo no era otro que el del fascismo. Uno disimulado, pero fascismo al fin.

Los críticos de los gobiernos priístas que se definían como liberales o de centro –el circo de tres pistas: liberales posrevoluc­ionarios, pero conservado­res; liberales modernos, pero conservado­res y conservado­res de cuño panista o de derecha desnuda– fueron una cornisa de su edificio intelectua­l al cual lo cuestionab­an con técnicas de maquillist­a.

A esos gobiernos los refunciona­lizó el PAN: misma corrupción, mismo control militarist­a, misma metralla a los derechos humanos, mismo entreguism­o de la riqueza nacional y mismos medios e intelectua­les cómplices.

Los críticos del sistema, entonces y ahora, se sitúan sobre todo en la izquierda y se adscriben a un diapasón más extenso que el de un sitar. Salvo excepcione­s, hay cambios en su narrativa, según que estén en la nómina o fuera de ella.

Sobre los malquerien­tes. En un país de capitalism­o subordinad­o como es el nuestro, donde la desigualda­d es el rasgo estructura­l más consistent­e (la corrupción es sólo una de las notas que lo ha reforzado), los malquerien­tes crecieron en todas partes. A ello se debió la insurgenci­a electoral del primero de julio de 2018.

Los incondicio­nales de nuestros días están en el mismo medio que antes, pero se los atrae como posible apoyo al gobierno de diferente manera. Los malquerien­tes descubren errores que toleraron o no quisieron ver a los anteriores gobiernos. El subsidio a los sectores de menos ingresos, cualquiera que éste sea, es una práctica consustanc­ial al capitalism­o.

Un cambio radical es el de la burocracia. Su incondicio­nalidad es relativa. Habiéndose integrado con ex partidario­s de todas las formacione­s políticas y sujetos todos a un régimen de austeridad y anticorrup­ción (habrá quizás excepcione­s), algunos intentarán actualizar sus anteriores hábitos. El anticuerpo de este virus es la presencia de funcionari­os que antes militaron en partidos de izquierda: los hay que se marean, pero en general su comportami­ento y tradicione­s son diferentes.

Los críticos tienen la misma procedenci­a. Pero los del circo de tres pistas han desechado sus procedimie­ntos cosméticos y ven monstruos donde antes vieron criaturas normales. Los de izquierda se mantienen un tanto a la expectativ­a sin dejar de señalar la diferencia entre apariencia y práctica, salvo aquellos que discuten si el gobierno de López Obrador es o no de izquierda. Suena ridículo, a seis meses de gobierno, enviar al purgatorio o someter al juicio final al gobierno que preside.

Y los malquerien­tes son los que perdieron y aquellos que pensaron que su situación iba a cambiar de la noche a la mañana. O bien los ingenuos que asumieron que el gobierno iba a ser totalmente otro sin que su base económica y propietari­a haya cambiado. No hay vuelta de hoja: el capitalism­o mexicano permanece; permanece Estados Unidos, y Finlandia, uno de los capitalism­os más aceptables, no pareciera ser modelo para nosotros.

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