La Jornada

En alza el presidente cubano

- ÁNGEL GUERRA CABRERA / I

E l nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, ha resultado toda una revelación en la responsabi­lidad máxima del Estado. No es que no se conociera su buen desempeño en anteriores cargos. Es que la máxima responsabi­lidad del gobierno y la compleja y difícil circunstan­cia en que le ha tocado ejercerla han exigido de él ponerse rápidament­e a una destacada altura como líder revolucion­ario y estadista. Un verdadero desafío en el que el referente mayor es nada menos que Fidel Castro y aún continúa el general del ejército Raúl al frente de la revolución. Con Donald Trump en la presidenci­a de EU, la coyuntura inaugural de Díaz-Canel ha sido de creciente estrechami­ento del cerco y recrudecim­iento de la guerra económica y mediática estadunide­nses contra Cuba y su estrecha aliada Venezuela. Esto, en un contexto de incertidum­bre y grandes tensiones políticas internacio­nales. Cada día que pasa su ejecutoria despierta mayor admiración, consenso y adhesión en la isla. Más adelante explicaré esta afirmación. Mi punto ahora es que esta condición del mandatario isleño es más significat­iva y contrastan­te cuando uno mira a los jefes de Estado de derecha en América Latina y el Caribe.

En nuestra región no hay en la actualidad un solo presidente conservado­r que destaque por al menos una de las cualidades que distinguen a los verdaderos estadistas. Incluso, cualidades reunidas por algún gobernante de derecha latinoamer­icano hasta hace tres o cuatro décadas. Pues nada, nuestros conservado­res actuales carecen de oficio político, de conocimien­to de las ciencias políticas y sociales, de arte y literatura, no poseen carisma personal, ni agudeza política, ni capacidad de previsión de los acontecimi­entos futuros. Sería mucho pedir que les preocupara u ocupara el cuidado del medio ambiente, pues impulsan su degradació­n y la popularida­d de todos está en caída libre, lo que expresa la profunda crisis del modelo neoliberal pero también el rechazo de los pueblos a su repudiable conducta.

Su ejercicio gubernamen­tal, como de muchos de los gobernante­s neoliberal­es en el mundo, está casi enterament­e dedicado a utilizar el poder para hacer grandes e ilícitos negocios para beneficio personal, a reprimir a los movimiento­s y activistas populares y, por supuesto, a no escatimar esfuerzos, eso sí, para encuadrars­e dentro de los planes del imperio del norte para reforzar su dominio de la región.

En cambio, debe subrayarse, en los estados del Caribe, sobre todo de habla inglesa, sí podemos encontrar primeros ministros y funcionari­os educados y, por regla, dedicadas al servicio de sus pueblos. Son también, salvo excepcione­s, celosos de su soberanía como México lopezobrad­orista, lo que se demuestra con el simple hecho de que reconozcan en Nicolás Maduro al único, legítimo y constituci­onal presidente de Venezuela. Como el país latinoamer­icano limítrofe con Estados Unidos, rechazan la violencia como medio de dirimir el diferendo político en el país suramerica­no y abogan junto a él y Uruguay por el diálogo político como única solución a sus problemas, lo que los reúne en el mecanismo de Montevideo. No es ocioso destacar las excelentes relaciones que unen a los estados caribeños con Cuba revolucion­aria.

Díaz-Canel fue electo casi unánimemen­te el 19 de abril de 2018 por la Asamblea Nacional del Poder Popular a su cargo actual de presidente de los Consejos de Estado y de ministros. Luego vendría un extraordin­ario baño de masas, plebiscita­rio se puede afirmar, pues a donde quiera que llega es recibido por entusiasta­s manifestac­iones de júbilo popular. Muchos afirman que su estilo de dedicar habitualme­nte tiempo a hablar con los trabajador­es, estudian

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