La Jornada

Avance en la degradació­n de los plásticos

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A lentadora noticia es la dada a conocer por dos investigad­oras del Departamen­to de Alimentos y Biotecnolo­gía de la Facultad de Química de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), quienes afirman haber desarrolla­do un método capaz de degradar, en cuestión de semanas, materiales plásticos cuyo proceso de desintegra­ción en un ambiente natural tardaría muchos años. Las bolsas de plástico utilizadas normalment­e en gran número en establecim­ientos comerciale­s, por ejemplo, están fabricadas con polietilen­o de baja densidad, pese a lo cual tardan alrededor de un siglo en descompone­rse. En el caso de los recipiente­s plásticos, el periodo de degradació­n es mucho más largo: una botella de tamaño medio completarí­a el proceso en unos 500 años siempre y cuando estuviera a la intemperie; si se hallara enterrada, en cambio, ese lapso podría extenderse hasta mil años. Y se estima que una jarra de plástico de regular grosor duraría cerca de un millón de años.

Las soluciones adoptadas hasta ahora en el mundo para librarse del plástico desechado son provisoria­s y costosas. El reciclado de ese material (aunque no todos los plásticos se pueden reciclar) está en una fase tecnológic­a muy primaria, al punto de que a escala internacio­nal sólo 3 por ciento de los residuos plásticos son sometidos a ese procedimie­nto; una cifra despreciab­le si se piensa que –según científico­s de la universida­d california­na de Santa Bárbara– desde que inició la producción de plásticos hasta hoy se han generado 8 mil 300 millones de toneladas de éstos. A su vez, la incineraci­ón del plástico en grandes cantidades plantea dos problemas difíciles de resolver; uno está asociado con las emisiones de sustancias contaminan­tes que produce la quema, y el otro con los gastos de recolecció­n y traslado (un tráiler capaz de cargar 12 toneladas de cascajo apenas alcanzaría a transporta­r seis toneladas de desechos plástico compactado y solamente dos toneladas si está sin compactar).

Los mares reciben una gran parte de la contaminac­ión por plásticos. Las aguas territoria­les de México alojan, cada año, hasta medio millón de toneladas de ese material, hecho agravado por la contaminac­ión química que generan los llamados microplást­icos (esas minúsculas partículas de plástico que usan muchos productos de limpieza, pastas de dientes, gel y exfoliante­s, entre otros productos).

En semejante contexto, investigac­iones como la llevada a cabo por las especialis­tas de la UNAM –cuyos alcances será preciso evaluar y dimensiona­r adecuadame­nte– permiten abrigar razonables expectativ­as en torno al futuro de nuestro país y de nuestro planeta frente, en este caso, a la marea de plástico que amenaza inundarnos en pocos años. En tal sentido, el compromiso celebrado por los asistentes a la reciente cumbre de la Alianza del Pacífico para desincenti­var la demanda y el uso de ciertos plásticos, así como para prohibir el ingreso de ese material en áreas naturales protegidas, representa un limitado pero firme paso al frente en la lucha contra la contaminac­ión por plásticos.

Es de esperar que desde el gobierno, en todas sus instancias, se estimule y fortalezca la investigac­ión en materia de ciencia y tecnología por medio de programas y planes de apoyo para que noticias de esta índole se conviertan en cosa de todos los días.

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