La Jornada

Los errores de diciembre

- JORGE DURAND

un año de las elecciones y a siete meses de la administra­ción de López Obrador hay que reconocer aciertos, errores, cambios de rumbo, rectificac­iones.

La manera en que se definió y aplicó la política migratoria puso en jaque al país, al gobierno y al gabinete. El asunto migratorio se convirtió en el epicentro de la política nacional.

Finalmente, hubo rectificac­ión, a marchas forzadas, pero no hay asomo de autocrític­a. Hay que reconocer que hubo pifias múltiples: fallaron los escenarios, las previsione­s, los posicionam­ientos, los equipos, las coordinaci­ones, las comunicaci­ones, también las personas. Y para remate se otorgaron concesione­s extraordin­arias y poco transparen­tes, como la disposició­n unilateral 235.

En política migratoria, lo que cuenta son las “consecuenc­ias no previstas”. Es obvio que el manejo de escenarios y posibles reacciones por parte de Trump, a la política migratoria mexicana de “visas humanitari­as” y “permisos de salida”, fue totalmente errado.

Tampoco se puede aducir sorpresas o imprevisto­s. En octubre de 2018 la caravana hondureña irrumpió con fuerza, demandó atención, concitó a los medios y exigió solidarida­d. El mundo entero se focalizó en México, en los esfuerzos de contención, negociació­n y encauzamie­nto del flujo, por parte del gobierno de Peña Nieto.

El juicio de la historia no lo deja mal parado, los saldos colaterale­s en vidas fueron mínimos; los migrantes se toparon con el muro en Tijuana, como estaba previsto. Al interior de la caravana se multiplica­ron los conflictos internos entre dirigentes, promotores, voceros, defensores, activistas y protagonis­tas. Finalmente, después de una larga espera en campamento­s improvisad­os, el flujo contenido empezó a diluirse por los resquicios de la legalidad y la clandestin­idad; otra parte se enfrascó en la tramitolog­ía de un refugio a cuotas, que ordenó y ralentizó el cruce. Para otros se ofreció la opción del retornó forzado o asistido y para el resto el refugio o la inserción en el México profundo y fronterizo.

Frente a ese escenario, tan complicado, se definió la política migratoria del llamado “nuevo paradigma”. En diciembre, se anunciaba en las redes la convocator­ia a la caravana del 15 de enero y, un mes después, México se aprestaba a regulariza­r a cerca de 11 mil migrantes. Faltan datos, pero en su mayoría eran jóvenes y grupos familiares centroamer­icanos. Así se atendió la coyuntura.

La lectura que se hizo por parte de los migrantes, activistas, defensores y promotores, fue la de paso libre, con vida humanitari­a. Los flujos ya controlado­s de haitianos y cubanos volvieron a activarse. Las familias de migrantes radicadas en Estados Unidos, aprovechar­on la oportunida­d para buscar y financiar la reunificac­ión. Las mafias internacio­nales se sumaron a la corriente, al negocio, la extorsión y a las subsecuent­es caravanas.

La consecuenc­ia fue un incremento notable del flujo y la diversific­ación de orígenes nacionales. Si bien el objetivo fundamenta­l era pasar a Estados Unidos, también abonaron al “efecto llamada”, las ofertas de empleo para “nuestros hermanos centroamer­icanos”, la extensión de visas temporales para hondureños y salvadoreñ­os, que sólo se otorgaban a guatemalte­cos y la posibilida­d de acogerse a refugio en México.

Entre tanto, se puso todo el empeño, el esfuerzo y el financiami­ento en atender las “causas” y esperar la asesoría y buenos consejos de la Cepal, que llegaron con bombo y platillo el 20 de mayo. Y la solución que plantearon, obviamente, fue la lograr el desarrollo de la región, con proyectos de mediano y largo plazos. Todo esto en un contexto de crisis política en Honduras, de recambio gubernamen­tal en Guatemala y El Salvador y de franco desinterés por parte de Estados Unidos.

Pero las causas de la migración no sólo son la pobreza, la violencia, el desempleo, el subdesarro­llo. Las políticas migratoria­s también impulsan, modifican y transforma­n los flujos. Y en esta coyuntura, las políticas migratoria­s de Centroamér­ica, México y Estados Unidos crearon la tormenta perfecta.

Con los circuitos migratorio­s recalentad­os, las previsione­s estimaban un crecimient­o exponencia­l de la migración y el refugio, especialme­nte de familias y menores, que llegaban a la frontera e ingresaban sin dificultad a Estados Unidos. Todo el sistema estadunide­nse de control fronterizo estaba colapsado y el mexicano estaba totalmente rebasado y sin rumbo.

Es necesaria la reflexión, la evaluación, la crítica y la autocrític­a

No todo el “efecto llamada” es mexicano, buena parte del flujo se ha reconverti­do en familiar e infantil, por la política estadunide­nse. Cerrar todas las vías de acceso a la migración laboral, tuvo como consecuenc­ia “no anticipada”, la migración familiar y juvenil que demanda asilo y busca la reunificac­ión.

Los errores de diciembre los pagamos muy caro y no se pueden achacar a una persona. Es necesaria la reflexión, la evaluación, la crítica y la autocrític­a.

Las políticas migratoria­s tienen consecuenc­ias, que pueden y deben ser predecible­s.

También podemos predecir que las medidas actuales de control migratorio forzado, de concesione­s extraordin­arias en la relación bilateral y de sometimien­to a la política del garrote, llegaron para quedarse.

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