¡Riiin, riiin!
Ella pensó que no todo era tan negro como yo lo veía y quiso que le mostrara la palma de mi mano. Después de analizarla me dio una buena noticia: “Entre senderos rotos veo luz de esperanza. Significa que tu vida cambiará para bien, muy pronto... Podría ser mañana”. Esas palabras me devolvieron el optimismo y, segura de que en pocas horas recibiría buenas noticias, reconecté mis teléfonos y me fui a la cama. En espera del amanecer, no dormí.
III
Hoy a las 8 de la mañana, cuando estaba en la regadera, sonó el teléfono. Enjabonada y patinando llegué a contestar. “¿Bueno?” Una voz masculina me preguntó si se encontraba en casa “fulanita de tal”. “Soy yo.” Mi respuesta alentó al personaje. Pude adivinar su sonrisa cuando me dijo: “¡Magnífico! Así puedo felicitarla de inmediato porque ha sido seleccionada para hacer un crucero de lujo por...”
Sintiéndome burlada, lo interrumpí: “Estoy sin empleo”. “¡Perfecto! Dispone usted del tiempo libre necesario para hacer una travesía donde se mezclarán el descanso y el placer.” A punto de congelarme y con los ojos irritados por el jabón le grité –sí, llámenme lady grito–: “¿Está usted sordo? No tengo trabajo, no tengo dinero, no puedo viajar”. Irreductible, el caballero siguió esforzándose por convencerme: “Este programa fue concebido para personas como usted y por eso tenemos grandes facilidades que van...” Después de colgar regresé al baño tiritando, ya con un tono acamotado y poco favorecedor en la piel.
IV
Seca y vestida me fui a la cocina para hacerme un café. Mientras hervía el agua abrí la ventana. El cielo estaba lleno de borreguitos. De pronto en mi cuarto sonó el celular. Seguida por Spoty volé a contestarlo segura de que oiría una buena noticia, pero sólo escuché una voz tipluda enmarcada en una música estridente: “¿Sabía usted que nuestra institución bancaria maneja una línea de crédito que...”