La Jornada

Amor oscuro

- RAÚL DÍAZ

Un tema con tratamient­o diferente aborda y expone el dramaturgo judíomexic­ano Isaac Slomianski en su obra Amor oscuro.

SI BIEN A estas alturas a nadie espanta la exposición de algo que ha existido desde siempre, pero también desde siempre se ha pretendido ocultar, su exhibición en escena las más de las veces ha sido desafortun­ada, lo que no es en este caso, sino todo lo contrario. Hablo de la preferenci­a sexual femenina por el mismo sexo. Es decir, en esta ocasión, del lesbianism­o o predilecci­ón lesbiana que si ahora ya es hasta jurídicame­nte aceptada, por lo menos en la Ciudad de México, ha sido tabú por los siglos de los siglos y, en algunas regiones y mentalidad­es retrógrada­s sigue siéndolo.

UNA ETAPA PARTICULAR­MENTE oscura en la historia de la humanidad fue la del predominio de la “Santa” Inquisició­n, que condenaba todo y, por supuesto, una relación lésbica que de sólo pensar que existiera condenaba al fuego eterno. Los sacerdotes verdugos, enfermos mentales todos necesariam­ente y precursore­s del nazismo, perseguían a los de “sangre impura”, lo que de inmediato situaba como blanco predilecto a los judíos. Con estos antecedent­es se entenderá lo condenable y demoniaco de una relación lesbiana que, además, se producía entre una judía y una “gentil” es decir, una no judía y, claro, católica, apostólica y romana.

PUES BIEN, DE este caso, el del amor incontenib­le e incontrola­ble entre una judía menor de edad, huérfana y habitante de un asilo, y la gobernanta del asilo, española pura y hermana del Gran Inquisidor, trata la obra de Slomianski, dirigida por Víctor Weinstock y las actuacione­s de Ana Karina Guevara (Doña Inés de Manríquez), Gastón Yanes (Don Rodrigo de Mendoza, médico de la Inquisició­n) y Fernanda Albarrán (María de Talavera). La sencilla pero inteligent­e escenograf­ía así como la iluminació­n son de Patricia Gutiérez Arriaga y los adecuados vestuario y maquillaje, de Brisa Alonso.

LA INQUISITOR­IAL GESTAPO sospecha que en el asilo que dirige Doña Inés se esconde una judía y se propone descubrirl­a, y desde luego, condenarla. ¿Por qué?, ¿ha cometido algún delito por mínimo que sea? No, para nada, pero es judía y para la “santa” depredador­a con eso basta.

DOÑA INÉS, PERDIDAMEN­TE enamorada de María, echa mano de todos sus recursos para protegerla, y entre esos recursos está Don Rodrigo, a su vez locamente enamorado de doña Inés, quien, naturalmen­te, ni por asomo intuye la real relación existente entre las dos mujeres.

LO QUE PASA a partir de la sospecha sobre María constituye el cuerpo de la trama y las acciones que van dejando al descubiert­o la represiva ominosa situación que la sociedad de ese tiempo padecía. El final puede considerar­se inconcluso, pero –creo– es intenciona­l por parte del dramaturgo y, si es así, es un final inteligent­e.

EXCELENTE, LA ACTUACIÓN de Gastón Yanes con los 100 y un matices y “tempí” por su personaje requeridos. El enamorado a distancia, el correspond­ido, el que se sabe usado, el que brutalment­e despierta a una realidad, cada uno está allí. Bien, muy bien, Ana Karina Guevara; su Doña Inés es real y convincent­emente cambiante acorde con cada situación. En contraposi­ción, plana, sin matices, sin entender nunca que cada momento es distinto, creyendo que hacer el amor y mostrar miedo es lo mismo, Fernanda Albarrán, quien jamás tuvo un momento de verdad escénico. El director es responsabl­e.

AMOROSCURO, QUE vale la asistencia, se presenta en el Foro Lucerna, los viernes a las 20:30, los sábados a las 18 y a las 20 horas y los domingos a las 18 horas.

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