La Jornada

Ecos de viejas glorias en la nueva era del PRI

- ARTURO CANO

Los silbatos de la CTM sonaban a lejano eco de los tiempos de gloria. “¡CTM con el PRI, CTM con el PRI!”, acompañaba el grito en las cuatro paredes del auditorio de la sede nacional de la otrora invencible maquinaria electoral.

El campechano Alejandro Moreno Cárdenas se sintió obligado a reinaugura­r el Suchiate y el Bravo: “Es el primer discurso de la nueva era del PRI…”, presumió, luego de anunciar su principal tarea: “liberar al partido” de las decisiones que “tomaba una nomenclatu­ra sin raíces”.

A un costado aplaudía el gobernador Alfredo del Mazo, de quien se cuenta en los corrillos fue presionado por su primo Enrique Peña para definirse del lado de Moreno. Y Del Mazo convocó a la reunión de gobernador­es, y se escribió el epitafio del doctor José Narro.

Enrique Ochoa Reza borró del mapa a todos los delegados y dirigentes estatales que heredó de la etapa beltronist­a. El aparato quedó en manos de los que llevaron a la presidenci­a a Moreno, pero él –que ganó con 85 por ciento de los votos, aunque participó sólo un tercio de los 6 millones de militantes– puntualizó ayer que no debe nada. “Por primera vez en mucho tiempo el PRI no recibirá instruccio­nes de nadie”. Lo ovacionaro­n cada vez que habló contra las cúpulas y a favor de las decisiones de la militancia. No se refería, claro, a Peña Nieto, sino a la subordinac­ión que le achacan con Andrés Manuel López Obrador. Amlito, le dicen.

“Ay, Marianita sí quería venir, pero me dijo que era día de visita”, contó una consejera de la Ciudad de México, en referencia a su homóloga Mariana Moguel, hija de Rosario Robles. Poco antes, confesó que ella votó por Ivonne Ortega. Pero igual aplaudió la suma de eslogans que fue el discurso de Alito, como hizo la mayoría de los 490 consejeros presentes (de 690).

Frases iluminador­as sí las hay: “Cuando más oscuro está el país, más se necesita la luz del PRI”. ¿Y a dónde alumbra la luz del tricolor? Primero, a informar al país cuál será su espacio en el espectro político: el PRI de Alito será “socialdemó­crata, progresist­a y de centro izquierda”. Que le avisen a Morena para que les abra cancha.

Alito, como le dicen incluso en las porras, puso el aderezo de un partido preocupado por los derechos humanos y el medio ambiente, y remató: “No necesitamo­s un partido de masas, sino de causas; el PRI será cauce de las causas de la sociedad para ganar elecciones”.

¿Dónde está el auditorio Plutarco Elías Calles?, dicen que preguntó Enrique Ochoa Reza el día que vino a tomar protesta. Y puede ser que los tecnócrata­s nunca hayan conocido al PRI, pero sabían de los resortes que lo controlan. Luis Videgaray, Aurelio Nuño y otros son, cuentan viejos priístas, los responsabl­es de la escena de ayer.

Habrá perdido mucho en los últimos tiempos, pero no el apetito de poder. El año pasado, los tecnócrata­s hundieron al instituto político, pero helos aquí, coronando una nueva derrota de los dinosaurio­s que siempre despreciar­on, esta vez con la cara de un político a imagen y semejanza de su último héroe, joven y bien peinado, de corta carrera política y larga lista de propiedade­s.

Tecnocraci­a y colmillo

Uno problema, tras su estrepitos­a derrota de 2018, fue cómo acomodar a sus figuras en aras de mantener la frágil unidad. Emilio Gamboa recibe más palmadas que ninguno. Se vio por aquí a los suyos, pero no a Manlio Beltrones, promotor de la candidatur­a de José Narro, y quien anunció que no participar­ía en la votación. Tras la dramática derrota de 2018, a Beltrones le ofrecieron la Fundación Colosio. Claro, había un problemita llamado José Murat, quien trabaja para que su hijo, gobernador de Oaxaca, sea el próximo candidato a la Presidenci­a.

Murat ocupó un lugar en el estrado este domingo, aunque pocos se acercaron a saludarlo. El gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, parecía niño castigado, de pie en la tribuna sin que nadie le hiciera caso antes de que comenzara el evento.

A Murat le ofrecieron la CNOP e incluso movieron a su dirigente, Arturo Zamora, a la segunda posición en importanci­a en el partido, la secretaría general. A Beltrones nunca le cumplieron. La CNOP quedó vacante y los tecnócrata­s demostraro­n, otra vez, que los retorcidos colmillos de los dinosaurio­s los tienen sin cuidado.

Alejandro Moreno ofreció al PRI definición ideológica, una ruta (cómo organizarn­os), la receta para encarar al poder y candidatur­as sólo a quienes tengan el “genuino respaldo” de la militancia.

¿Los problemas del país? ¿Violencia, desigualda­d, ausencia de estado de derecho, pobreza..? En la visión de Moreno son apenas un escenario, un tinglado a modo para que el tricolor vuelva al poder.

Sí menciona algunos desafíos, pero sólo a manera de listado de los temas que han dominado la crítica en los medios y las redes contra el gobierno obradorist­a: estancias infantiles, seguro popular, Prospera y órganos autónomos.

El de Moreno es el PRI que, en la lona y todavía sangrando, se mira el ombligo en lugar de ver a su rival o al público. Nueve de 10 páginas del discurso son para hablar del partido como si fuese un mundo aparte, sin asomo de autocrític­a (la obra social de la Revolución le da esa licencia).

En 2013, Enrique Peña Nieto presentó al país a la “nueva generación de priístas”. Y aquí está Alejandro Moreno como prueba viviente. La “nueva era” del PRI, dijo la prueba viva, demanda un cambio radical: “Hoy más que nunca, el PRI necesita activistas por convicción y no por remuneraci­ón”.

Hay cosas que el profesor Hank González ya sabía: un partido pobre es un pobre partido.

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