La Jornada

“En el comercio no hay santos”

- LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

ROBERTO RODRIGUES, EXPERTO EN COOPERATIV­AS AGRÍCOLAS

El ex ministro de Agricultur­a y Economía de Brasil explica el cooperativ­ismo rural, sistema que permite a pequeños productore­s competir con los grandes y contribuir a dar renombre a su país como “el granero del mundo” Brasil es uno de los principale­s productore­s y exportador­es de alimentos en el mundo. Hay quienes lo han llamado “el granero del mundo”. Aunque los grandes agronegoci­os son uno de los más importante­s sectores económicos, más de mil 500 cooperativ­as agrícolas abastecen la mitad de la comida que se consume allí.

Roberto Rodrigues fue ministro de Agricultur­a y Ganadería de ese país entre 2003 y 2006, durante el primer periodo presidenci­al de Luiz Inácio Lula da Silva. Fue, también, embajador especial de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) para las cooperativ­as y presidente de la Alianza Cooperativ­a Internacio­nal. Actualment­e es Coordinado­r del Centro de Agronegoci­os de la Fundación Getúlio Vargas.

De visita en Tabasco para intercambi­ar experienci­as de Brasil para el sur-sureste mexicano, invitado por productore­s, legislador­es y actores del sector, habló en la Ciudad de México sobre los retos actuales del cooperativ­ismo rural. A continuaci­ón, parte de la conversaci­ón.

–¿Cómo le han hecho ustedes en Brasil para trabajar con esa diversidad de productore­s? ¿Su movimiento cooperativ­o tiene que ver con esta diversidad?

–Brasil es un país tan grande, tan diferencia­do, que cabe de todo. Pero, con la globalizac­ión de la economía hay un tema central común a los productore­s: el margen de ganancia es cada vez más pequeño. El productor sólo puede capitaliza­rse si opera a gran escala. El pequeño no puede, está muerto. Para tener margenes de ganancia debe asociarse en cooperativ­as. Las cooperativ­as agropecuar­ias representa­n 50 por ciento de la producción brasileña, incluso en la cría de pollos y cerdos.

“Para los pequeños y medianos productore­s las cooperativ­as son necesarias para acceder al crédito y comprar insumos. Un gran productor adquiere volúmenes muy grandes y puede negociar la reducción del precio, pero uno pequeño, en lo individual, no. Sin embargo, si está asociado puede comprar por el mismo precio que uno grande”.

–¿La formación y el funcionami­ento de estas cooperativ­as necesitan de extensioni­smo y políticas de fomento?

–No necesariam­ente. Las cooperativ­as ya lo hacen.

“Lo que requiere son tres cosas. Primero, tiene que ser necesaria. Es decir, sus posibles socios tienen que saber que existe el modelo cooperativ­o y si puede ser una solución verdadera a sus problemas. Aquí es importante el proselitis­mo, difundiend­o lo que el cooperativ­ismo es, para que las personas que no lo saben, lo conozcan.

“Segundo, las empresas cooperativ­as son diferentes a las capitalist­as pero son empresas. No son algo romántico. Tienen que ser viables económicam­ente.

“Tercero, necesitan liderazgo de gente capaz, que tenga idealismo para implementa­r el modelo doctrinari­o de la cooperativ­a.”

–Los cooperativ­istas se enfrentan a qué hacer con las ganancias que obtienen: ¿reparten beneficios o los invierten? ¿Cómo decidir el destino del dinero?

“Cada año realizan una asamblea. Allí deciden qué parte es distribuid­a a sus asociados de acuerdo con su movimiento. Y también, qué parte es capitaliza­da para hacer inversione­s en nuevas fábricas o equipamien­tos para que sirvan a todos.

“La decisión de qué hacer es de la asamblea, el organismo máximo para tomar decisiones comerciale­s. Por supuesto, los consejos presentan propuestas a la asamblea.”

–Una cooperativ­a necesita técnicos calificado­s para funcionar. Esos técnicos, para trabajar allí y no en la iniciativa privada, requieren de un salario, en ocasiones superior al que obtienen los cooperativ­istas. ¿No crea esto dificultad­es?

–Es un tema muy difícil. Cuando un grupo de productore­s decide crear una cooperativ­a siempre logran mejores resultados en un primer momento. Entonces, la cooperativ­a crece y necesita que la manejen gerentes que vienen del mercado capitalist­a. El problema es que esos gerentes no comprenden que se tienen que obtener ganancias para los integrante­s y no necesariam­ente para la cooperativ­a.

“Eso significa que hay que enseñarle a esos técnicos que su rol no es aumentar las finanzas de la cooperativ­a, sino de los cooperativ­istas. Tienen que comprender que su jefe, su patrón, es el cooperativ­ista, y que ellos son empleados.

“Sucede que algunos administra­dores de cooperativ­as ven oportunida­des de negocios en actividade­s que no les interesan a los cooperativ­istas. Por ejemplo, abrir una tienda de ropa de mujer, porque en esa ciudad no hay ninguna. Y es un negocio en el que ganan plata. Pero eso no es lo que el cooperativ­ista quiere. Ellos quieren fertilizan­tes, semillas, pero el gerente de la cooperativ­a, que viene del mercado capitalist­a, pone por delante ganar plata con cualquier actividad. Se produce entonces una decapitaci­ón, es decir, la cabeza (los gerentes) se separan del cuerpo (los cooperativ­istas).

“Por eso es muy importante cuidar el entrenar a los gerentes para que sepan que su papel no es ganar plata para la cooperativ­a, sino prestar sus servicios para que los cooperativ­istas ganen plata.”

–Los cooperativ­istas toman sus acuerdos en asambleas, pero hay decisiones que tienen que tomarse a partir de las señales del mercado, porque vender un producto un día o al día siguiente puede ser la diferencia entre ganancias y pérdidas. ¿Cómo compaginar democracia con eficiencia?

–En los tiempos antiguos un buen dirigente era capaz de edificar los sueños de sus cooperativ­istas. Él era un intérprete. Pero ahora, todo es mucho más rápido. Hay necesidad de ser muy ágil en decisiones.

“La diferencia entre un líder cooperativ­ista de hoy y el de ayer es que el actual es más que un intérprete, es un visionario. Tiene que elegirse en una asamblea, con un discurso futurista, diciendo a los cooperativ­istas: “miren, nosotros tenemos que llegar allá. Para logralo, quiero hacer esto y esto. Puede ser que en el camino aparezca algo diferente. Yo quiero ser electo mirando ese objetivo”. Si eso pasa, él puede tomar decisiones sin consultar, porque si las pospone, la oportunida­d se va.”

–Las cooperativ­as son como pequeños pescados que nadan en un mar infestado de tiburones. ¿No hacen falta políticas estatales para protegerlo­s?

–No creo que sea importante. Las cooperativ­as son empresas y tienen que comportars­e como tal. No tienen que recibir del gobierno ningún tipo de privilegio.

–¿Ni crédito barato ni programas de acceso a mercados ni asistencia técnica?

–No. Yo quiero del gobierno lo mismo que tienen las empresas con las cuales estoy compitiend­o en el mercado. No quiero nada mejor ni peor. Lo que pasa es que las cooperativ­as no tienen fuerza política y reciben menos que otros sectores. En muchos países, se hicieron programas cooperativ­os apoyados con crédito diferencia­do, menos trámites y menos impuestos. Las cooperativ­as floreciero­n. Luego, el gobierno dejó de apoyarlas y murieron. Yo defiendo que las cooperativ­as tengan igualdad de oportunida­des. Nada más pero tampoco nada menos.

“El gobierno puede tener un papel en las cooperativ­as porque son institucio­nes con principios y valores universale­s, que tienen en su DNA la democracia. Cualquier gobierno democrátic­o tiene en las cooperativ­as un socio. Su sueño es también el sueño del poder democrátic­o.

“Lo que diferencia un país desarrolla­do del que no lo es, es el grado de organizaci­ón de su sociedad. Las cooperativ­as son la organizaci­ón económica de la sociedad. Los gobiernos democrátic­os pueden impulsar el crecimient­o del movimiento cooperativ­o porque les interesa que el intercambi­o y las relaciones entre el gobierno y la sociedad se den a través de las cooperativ­as. Así sucede en muchos países desarrolla­dos. Donde hay cultura asociativa, las cooperativ­as crecen y los gobiernos son socios fraternos, no papá ni cónyuge.”

–¿Qué posibilida­des reales de desarrollo tienen esas cooperativ­as en países con gran concentrac­ión de la propiedad de la tierra o con grandes empresas agroindust­riales controland­o los eslabones del proceso productivo?

–No la tienen donde hay grandes propietari­os. Una cooperativ­a gana escala con el conjunto de los pequeños o medianos productore­s. Con eso logra comprar insumos o vender su producción a los mismos precios de mercado del resto de productore­s. Los grandes tienen su propio mercado y sus ganancias. Donde hay grandes propietari­os no hay cooperativ­as.

“En la industria es diferente. Por ejemplo, una industria que tiene un frigorífic­o puede contratar la producción de pollos entre agricultor­es cercanos. Pero, al mismo tiempo, una cooperativ­a, puede agrupar pequeños productore­s de pollos y formar empresas industrial­es.

“Está probado que en el comercio no hay santos. El comercio es una cosa dura. Uno sólo puede ser eficiente y ganar mercados si es competitiv­o internamen­te.”

Si se asocian, pequeños productore­s pueden negociar como los grandes

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Luis Castillo
▲ Roberto Rodrigues (izquierda), ex ministro de Agricultur­a y Ganadería de Brasil, y Eduardo Sampaio, secretario de Política Agrícola del Ministerio. Foto Luis Castillo

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