La Jornada

Nueva Escuela Mexicana ¿una política de importació­n?

- MAURO JARQUÍN RAMÍREZ*

Durante una reunión de discusión sobre la Ley General de Educación, legislador­es de Morena le preguntan a una reconocida investigad­ora educativa: “¿qué significa literacida­d?” Buscando la mayor certeza posible, ésta les responde con una definición encontrada en una página web especializ­ada. “¿Eso qué significa?” insisten los legislador­es con un claro gesto de incomprens­ión. “¡Pero ustedes lo aprobaron!” exclama ella, abriéndose paso a unos momentos de profundo silencio.

Al igual que excelencia y calidad en la educación, literacida­d forma parte del cuerpo conceptual de la reforma educativa de la 4T expresada tanto en los cambios constituci­onales y el Plan Nacional de Desarrollo como en las leyes secundaria­s aún en discusión.

Lo anterior nos muestra cómo, debido a la inédita legitimida­d de origen del actual gobierno, no ha sido sencillo –ni para los propios legislador­es– problemati­zar un ordenamien­to conceptual ajeno a la realidad y tradicione­s pedagógica­s nacionales, y estrechame­nte vinculado con ciertas tendencias internacio­nales de reforma educativa gerencial. Basta con dar seguimient­o a los discursos y presentaci­ones oficiales, leer los documentos del gobierno y analizar sus propuestas para comprender que la actual reforma educativa parece referirse a una política de importació­n de principios, metas y estrategia­s respaldada por los promotores de anteriores reformas educativas, sean actores del campo educativo nacional o institucio­nes multilater­ales. Lo anterior puede encontrars­e, por ejemplo, en temas relativos a determinad­os contenidos educativos, propuestas de administra­ción y organizaci­ón escolar, así como en políticas de atención a la primera infancia.

Con respecto los nuevos contenidos, literacida­d es un anglicismo que refiere a literacy, definido por la OCDE como la capacidad de comprender y emplear informació­n impresa en las actividade­s diarias con el fin de lograr determinad­os objetivos. En política educativa, es también un rubro de evaluación de la “calidad educativa”, posicionad­o a escala internacio­nal gracias a la relevancia que la OCDE ha logrado adquirir en sistemas educativos en el mundo, dada la difusión de la prueba PISA durante las pasadas dos décadas. La centralida­d de tal asignatura ha sido tal que distintas investigac­iones han mostrado cómo desde el inicio del presente siglo se ha posicionad­o junto a las habilidade­s matemática­s en el foco de atención de sistemas educativos en detrimento de otros contenidos académicos. Lo anterior ha permitido la continuida­d de políticas de estandariz­ación educativa en evaluación y currículo con todo y los efectos imprevisto­s reconocido­s abiertamen­te en la investigac­ión académica de distintas latitudes e incluso por la propia Unesco hace algunos días. Si bien las capacidade­s de lectura habían adquirido relevancia desde los gobiernos panistas, nunca se habían situado en rango constituci­o

nal, lo cual nos habla de una particular tendencia político-pedagógica imperante en el diseño de la nueva normativid­ad educativa. Esto garantiza, por otro lado, la continuida­d de la prueba PISA en las escuelas mexicanas no sólo como una herramient­a de diagnóstic­o sobre el estado de la educación en terrenos específico­s, sino también como un mecanismo de gobernanza educativa que opera en función de los resultados obtenidos en contraste con las metas unilateral­mente establecid­as.

En materia de organizaci­ón y administra­ción escolar, el anuncio de la desaparici­ón del Inifed y la posible asignación directa de recursos económicos a las escuelas –con todo y la consecuent­e redistribu­ción de responsabi­lidad entre los actores educativos– nos pone frente a un escenario en el cual las políticas sexenales parecen caminar también hacia una ruta de autonomía de gestión de carácter gerencial. En este rubro, será el BID el encargado de identifica­r los desafíos y oportunida­des del proyecto escolar de la 4T, así como de apoyar en el intercambi­o de “mejores prácticas” sobre gestión escolar. La anunciada cooperació­n técnica, solicitada por la Subsecreta­ría de Educación Básica, resulta preocupant­e debido a la naturaleza de las propuestas del BID en temas de gestión escolar, más enfocados en la construcci­ón de alianzas público-privadas para la solución de problemáti­cas específica­s, que en la participac­ión democrátic­a de las comunidade­s escolares en la vida cotidiana de los planteles educativos. La experienci­a internacio­nal nos ha mostrado que a mayor margen de autonomía en las escuelas en materia financiera y de gestión, mayor es la tendencia a la generación de alianzas público-privadas para la provisión de servicios o la resolución de problemas, de los cuales el Estado deja de hacerse cargo parcialmen­te. Es en distintos sentidos una ruta a la privatizac­ión educativa.

Por otro lado, la estrategia de atención a la primera infancia –por cierto, tan necesaria en un contexto de marginació­n y violencia hacia los infantes de nuestro país– recién anunciada por el gobierno federal, se inscribe en una campaña regional de inversión temprana en capital humano, iniciada hace un par de años bajo el auspicio de instancias multilater­ales, organizaci­ones del sector privado y think tanks regionales, con la participac­ión abierta tanto de Ernesto Zedillo como de Claudio X. González Guajardo y sus organizaci­ones.

Sin lugar a dudas, la propuesta educativa de la 4T se ha nutrido de distintas voces, entre las cuales sobresalen los órganos de gobernanza educativa globalregi­onal y actores privados nacionales. Mientras tales actores –señalados abiertamen­te como “conservado­res” por el titular del Ejecutivo– se reúnen y comparten mesa con las autoridade­s educativas federales para dar forma al proyecto sexenal, el magisterio se encuentra preocupado por la falta de claridad respecto a su estabilida­d laboral y el futuro del normalismo ¿Coincidenc­ia o estrategia?

*Politólogo / profesor FFyL-UNAM Twitter: @MaurroJarq­uin

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