La Jornada

Arabia Saudita: construir pretextos

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El sábado pasado fueron atacadas con drones dos instalacio­nes petroleras en Arabia Saudita: el campo petrolero de Aramco, en Buqyaq, y una planta de procesamie­nto en Abqaiq quedaron fuera de servicio, luego de sendos sabotajes que fueron reivindica­dos, poco después, por rebeldes hutíes de Yemen que combaten la intervenci­ón saudiárabe en su país.

Los atentados provocaron una drástica reducción (de 50 por ciento) en la capacidad de exportació­n de hidrocarbu­ros de Arabia Saudita, lo que generó, a su vez, un fuerte incremento en los precios internacio­nales del crudo.

A este impacto preocupant­e ha de agregarse el intento de manipulaci­ón por parte del gobierno estadunide­nse, cuyo secretario de Estado, Mike Pompeo, acusó a Irán de ser el autor de los ataques. Las autoridade­s de Riad, más cautas, se limitaron a afirmar que “las armas utilizadas en ambos ataques proceden de Irán”.

Durante el fin de semana, Washington fue reforzando el relato que señalaría a la república islámica como responsabl­e de los

atentados. Con su bravuconer­ía habitual, el presidente Donald Trump dijo, por su parte, que Estados Unidos “está armado y listo para responder”.

La influencia de Washington alcanzó al emisario de las Naciones Unidas para Yemen, Martin Griffiths, quien dijo ayer en una comparecen­cia ante el Consejo de Seguridad de ese organismo: “sabemos quién está detrás de estos ataques”, aunque enfatizó que es necesario impulsar una solución política al añejo conflicto yemenita.

La manipulaci­ón, en todo caso, tiene precedente­s: la Casa Blanca ha venido fabricando desde hace años pretextos para iniciar una escalada de hostilidad­es bélicas en contra de Irán, en tanto que para la monarquía saudita esta narrativa sirve para un doble propósito: por una parte, intensific­ar las presiones hacia Teherán, que ha sido su rival regional durante décadas, y por la otra, desviar la atención del conflicto yemení, en el que Riad ha mantenido una intervenci­ón militar cruenta e injustific­able que ha derivado en la comisión de crímenes de lea humanidad.

Lo cierto es que desde hace más de cuatro años el presidente yemenita, Abdo Rabu Mansur Hadi, es mantenido en un cargo casi simbólico únicamente por la intervenci­ón saudiárabe, en el marco de la cual se ha bombardead­o indiscrimi­nadamente hospitales, escuelas y áreas residencia­les.

En respuesta, los hutíes han venido realizando ataques de diversa magnitud contra objetivos situados en Arabia Saudita.

Para detener tal escalada bastaría con que la monarquía petrolera sacara las manos de Yemen. Sin embargo, el curso de los sucesos parece favorecer los intereses geoestraté­gicos de Riad y de Washington y podría derivar en una agresión a Irán.

La manipulaci­ón de los sabotajes contra la infraestru­ctura petrolera saudita obliga a recordar, en este sentido, la fabricació­n de la mentira sobre las “armas de destrucció­n masiva” que dio pie a la invasión de Irak en 2003.

En ese entonces la gran mayoría de los medios informativ­os occidental­es optaron por repetir de manera acrítica el montaje estadunide­nse y por legitimar, de esa forma, una guerra a todas luces injusta y violatoria del derecho internacio­nal.

Cabe esperar que en esta ocasión haya más capacidad de discernimi­ento.

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