Banca central endeble
No es fortuita la activación actual, en grandes espacios económicos del planeta, del debate sobre la banca central “autónoma” y las consecuencias sociales y económicas de sus decisiones.
El pasado 16 de agosto el economista keynesiano de la Universidad de Yale Thomas Palley dictó una conferencia en la Facultad de Economía de la UNAM titulada “Independencia del banco central: un debate amañado”. Entre muchas otras responsabilidades, Palley fue director de políticas públicas de la Federation of Labor Organizations (AFL-CIO). En un resumen sobre su ponencia, Palley demostró que “los argumentos en favor de la independencia del banco central se basan en dos pasos. El primero argumenta que existe un problema de gobierno propenso a la inflación. El segundo paso argumenta que la independencia es la solución a ese problema”. Falacias, en realidad “la independencia del banco central es un producto de la economía neoliberal y su objetivo es institucionalizar los intereses neoliberales”. Palley muestra también cómo “el impulso hacia la independencia se ha vuelto cada vez más confuso a medida que los bancos centrales han retrocedido ante el estancamiento deflacionista”: los bancos centrales están para combatir la inflación, mientras lo que hay en el mundo es estancamiento y deflación: patético. Es patente: “es una tergiversación grave afirmar que la independencia resuelve un problema económico fundamental de interés público; los economistas de la mainstream “se convierten en cómplices al afirmar que sí lo hace”.
Más aún, para vastas zonas del planeta, las decisiones, o la imposibilidad de tomarlas, por parte de la banca central, frente a las amenazas actuales de una nueva crisis financiera, desemboca en una vana inanidad. En días pasados los bancos centrales de la zona del euro se unieron para advertir al Banco Central Europeo (BCE) que si baja las tasas de interés para impulsar la economía ante las alarmas de recesión, “cuando ésta llegue, a los bancos centrales nacionales les será más difícil enfrentarse a ella.” Esos bancos han usado una expresión suave, para mostrar su inanidad: “más difícil”; más difícil ¿que qué?, ¿qué la situación hasta ahora prevaleciente?, es decir, una en la que la política monetaria es para los bancos centrales nacionales “autónomos” prácticamente imposible. Más aún, la restringida política monetaria no la ejerce el BCE, sino el gran guardián de la ortodoxia, el presidente del banco central alemán (Bundesbank), Jens Widemann.
El lamento de esos bancos fue vano, el italiano Mario Draghi el pasado 11 de septiembre anunció un plan “agresivo”, para “salvar al euro”. Lanzó un plan de estímulos “adecuado” a una economía renqueante: ahondar en las tasas negativas de interés y posponer su recuperación “hasta asegurarse que
En rigor, los bancos centrales con un solo mandato (el control de los precios) sí se ocupan del mercado laboral
Por supuesto el desempleo en la zona euro, y en muchos otros países, tendría que ser solucionado no sólo por el banco central. Para enfrentar al desempleo en el marco de la globalización neoliberal, es necesaria una mezcla de políticas industriales, monetarias, fiscales y del mercado de trabajo. Es claro que ampliar el mandato del banco central –literalmente, aquí y en China– abriría la posibilidad de un diseño y de una gestión de políticas, mucho más equilibrada, con mayor potencial de crecimiento, empleo y desarrollo. Pero, ya se sabe, esta tesis enfrenta la oposición cerrada de los monetaristas conservadores.