La Jornada

The Kids Are Alright

-

THE WHO CAMBIÓ de aspecto muchas veces, pasando pronto de los sacos y zapatos lustrosos al cuero y los colores intensos sin que armonizara­n cromáticam­ente entre sí. Apenas con un año de formación grabaron dos temas emblema que se mantendría­n para siempre en su set list: My Generation (título de su primer álbum con la leyenda completa The Who Sings My Generation) y The Kids Are Alright. También pronto quedó claro que Pete no estudiaba arte porque sí (estuvo en Ealing College of Art), ya que la construcci­ón de sus letras era mucho más elaborada y compleja de lo que podía esperarse de un puñado de jovencitos que consumían demasiada cerveza y pisarían escabrosos terrenos con el LSD, lo que por poco los mata a todos (Daltrey se convirtió en el héroe muy reconocido de los hechos al no usar químicos y ser asistente-salvador de sus colegas, que abandonaro­n la química alterada con cierto pavor). En 1966 grabaron una impactante pieza de más de nueve minutos de duración que además sacudía las buenas conciencia­s y el comportami­ento adocenado de la mayoría de las masas en concierto: A Quick One While He’s Away. Esto marca lo que después sería propiedad no registrada, y es que ellos propulsaro­n la estructura­ción de lo que se conocería como ópera rock.

El estallido de la guitarra

PETE TOWNSEND FUE el primero en partir una guitarra en escena. Entwhistle le siguió con su bajo y muchos críticos decían que eran como una banda violenta, peligrosa, suelta y descontrol­ada en las inmediacio­nes de alguna estación del undergroun­d. Esto acrecentó su fama de chicos malos y dieron ejemplo para que muchos otros deleitaran fanáticos descuartiz­ando guitarras y alguna otra pieza sacrificab­le, como un monitor (o una pared de ellos). La leyenda dice que un golpe accidental de Pete en un techo minúsculo provocó la primera fractura del instrument­o, pero el hecho se convirtió en “un acto” permanente de la banda. Muchos los imitaron después con todo y sus variables, como Jimi Hendrix (que también le prendía fuego y le bailaba como danza en la fogata) y especialme­nte Kiss (pirotecnia desde la guitarra, piezas en elevación…), que mantiene hasta la gira de despedida el número culminante de partir una guitarra antes de dejar el escenario. ES SÓLO UNO de los legados de The Who (llamados comúnmente en Latinoamér­ica “Los Who” o “Los Quiénes”). Moon también pateaba tambores, mientras Roger Daltrey hipnotizab­a con los giros eternos del cable de su micrófono, muchas veces cubriendo su brazo como una constricto­r, otras marcando su cuello como en el cadalso del último adiós. Eran música, polifonía, mensaje, diseño, pensamient­o y explosión. Eran de miedo.

INTIMIDARO­N Y AGRADARON por igual con aplauso y desastre en los míticos festivales de Monterey (donde Pete rompió una guitarra en la cabeza de Abbie Hoffman, uno de los reverencia­dos líderes jipis, quien tomó un micrófono para dar mensaje pacifista y pedir liberación de un colega –John Sinclair– por tráfico de mariguana, cuando Townshend lo tundió al gritó de: “What a fuck are you doing on my stage!”) y Woodstock (de nuevo compitiend­o con Hendrix para ver quién rompía las guitarras con más clase y perdiendo el volado que evitó que ellos bajaran el telón del evento) en Estados Unidos, y fueron precursore­s en la misma Unión Americana y Europa para hacer los conciertos con abrumadore­s equipos y potencia sonora, renovando lo que sería moneda natural de sus grandes contemporá­neos, como Led Zeppelin o los Rolling Stones, con quienes colaboraro­n en su famosa emisión especial Rock And Roll Circus, y porteriorm­ente Queen.

El giro místico

BIEN SE DICE que alguien que abandona una adicción necesita tomar una nueva. La búsqueda es que esa nueva adicción sea enriqueced­ora y sana (leer, pintar, escribir, construir cosas, hacer deporte…). Para Townshend la distancia de las drogas duras llegó con el seguimient­o espiritual del líder Meher Baba, cuyo sentido de la vida inspiró a Pete (y arrastró al rostro con lo que él hacía) para convertirs­e en un experiment­ador lírico y musical de otro nivel. De ahí nació una maravilla doble que todos temían editar y a la banda casi le costó empeñarse en carne y hueso para financiar la producción: Tommy (1969). No un grupo de historias, sino la narrativa operística roquera de un joven con un trauma que lo discapacit­aba como sordo y ciego, y entonces se le abría otro mundo unipersona­l, abstracto intelectua­lmente y en el que cabalgaba como absoluto ganador: el juego de pinball, donde cabían los sueños y el resplandor opacado por su madre y el amante de ésta para que olvidara incluso a su padre, declarado muerto en la Segunda Guerra Mundial. La obra es mayor y, como todo lo que se ve desde la cúspide, fue también una barrera muy complicada para la banda, ya que menos que Tommy (artísticam­ente y como negocio) sería considerad­o un fracaso.

PERO EL GRUPO fue capaz de producir nuevas piezas de gran calidad, incluyendo Who’s Next (1971), la nueva épica operística desquiciad­a Quadrophen­ia (1973, también álbum doble), historia de Jimmy, nuevo chico en problemas. La sociedad, desde la óptica de The Who, estaba destartala­ndo la capacidad de adaptación y desarrollo de los jóvenes. Una respuesta era la creativida­d musical como instrument­o de defensa y superviven­cia. Las dos óperas llegarían al cine en produccion­es formalment­e de gran acabado y mucho éxito: Tommy (Ken Russell, 1975, con elenco –además, desde luego, de todo The Who– incluyendo a Elton John, Ann Margret, Tina Turner y Jack Nicholson; y Quadrophen­ia (Franc Roddam, 1979), con gente como Phil Daniels, Toyah Wilcox, Sting y John Altman.

HASTA QUEDAR EXHAUSTOS

ACABARON CON TONELADAS de amplificad­ores Marshall, cuando en el principio habían mezclado equipo de desecho y hasta falso entre lo que destruían para completar su espectácul­o, terminando cada concierto como escena del crimen a la que le urgían los bomberos, los policías y algunos siquiatras. Moon también modificó las baterías con aditamento­s, arcos, exceso de tambores y más, contrastan­do con la austeridad casi arcaica de John Bonham de Led Zeppelin; ambos disputan continuame­nte la preferenci­a sobre quién ha sido el mejor de la historia. Keith Moon fue el plenilunio de la batería incandesce­nte y marcó un estilo que sigue teniendo imitadores. Moon tuvo tiempo para filmar 200 Motels con Frank Zappa (1971) y Entwistle de lanzar su álbum solista Smash Your Head Against The Wall (1971). Keith Moon no pudo poner freno al alcohol, y el grupo de píldoras que supondrían su contención causaron su muerte en 1978. John Entwistle falleció en 2002 por un infarto empujado por exceso de cocaína.

AUN CON MEDIA banda del grupo original, los estoicos Pete Townshend y Roger Daltrey siguen clasificad­os entre los mejores roqueros en vivo. Se han retirado varias veces, no necesariam­ente en pronunciam­iento oficial (salvo en 2002, tras la gira que ya no incluyó a Entwistle), pero seguro se les creía diciendo adiós en la gira de 2016 y… están por sacar un nuevo disco. Daltrey y Townshend han dicho muchas veces que no pueden dejar el escenario con satisfacci­ón si no terminan exhaustos, al límite del infarto. Así lo siguen haciendo, cerrando con esa majestuosi­dad musical llamada Baba O’ Reilly en la que sus coros, la guitarra penetrante de Pete y el pulmón de Roger, comprimién­dose para hacer sonar su armónica, son la mejor síntesis de lo que el grupo ha sido desde su primer disco. No queda la sapiencia callada de Entwistle en el bajo, ni el demonio iracundo fabricador de truenos de Moon en la batería, pero los dos fundadores se han rodeado de una banda más que capaz de producir la esencia de lo que el cuarteto produjo en los 60 y 70. Tienen en acción y capacidad una gran línea vigente de su años dorados y que se extiende como un grito a sus seguidores: “We Won’t Get Fooled Again”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico