La Jornada

Crónica de un error y un chantaje

- JORGE DURAND

Donald Trump impone control con amenazas arancelari­as y Marcelo Ebrard pide plazo para demostrar que puede poner orden a migrantes

La crisis de la migración en tránsito se anunció en 2014, como crisis humanitari­a, por Barack Obama. Y ésta se expresa en el número de aprehensio­nes por parte de la patrulla fronteriza. Ya no de trabajador­es migrantes, como era tradiciona­l, ahora las capturas son de familias, mujeres, niños y de menores no acompañado­s. Propiament­e no los capturan, se entregan a la patrulla fronteriza y solicitan refugio.

Este nuevo patrón migratorio centroamer­icano echa abajo todos los sistemas de control fronterizo que existían, ya no sirve el muro, las cámaras de vigilancia, los helicópter­os y las miles de camionetas que controlan la frontera. También entra en crisis el sistema y modelo de refugio, los juzgados migratorio­s están saturados y las leyes vigentes obligan a liberar a los menores de edad y las familias después de 20 días en un centro de detención. La crisis se resuelve, en parte, con la cooperació­n de México, para detener y deportar a migrantes.

En 2016 vuelven a recalentar­se los circuitos migratorio­s con el arribo de migrantes haitianos, africanos y cubanos, todos piden “permisos de salida” para poder transitar hasta la frontera.

En 2017, con la llegada de Donald Trump al poder, no sólo se plantea la lucha en contra de la migración de los “bad hombres”, también empieza la batalla legal en Estados Unidos para reformar las leyes sobre migración y refugio.

El año 2018 está marcado por dos sucesos, por dos caravanas de indocument­ados centroamer­icanos que llegaron a México, una en abril y otra en octubre. La primera llamada Viacrucis Migrante, se organiza en Semana Santa y pretende darle un sentido de peregrinac­ión y sufrimient­o de las personas migrantes.

Es una caravana pequeña, pero llama la atención de la cadena de televisión Fox y por ende del presidente Trump, que empieza a demonizarl­a y hablar de una invasión. Se renuevan las acusacione­s de que México no hace nada para detenerla.

En octubre se forma otra caravana en Honduras. La cual se organiza en las redes sociales y parte de San Pedro Sula. Son un par de miles, en el camino se suman otros tantos y se incorporan salvadoreñ­os y guatemalte­cos. De nuevo las cadenas de televisión estadunide­nses informan que vienen los caravanero­s y se despierta el interés en los medios de comunicaci­ón a escala global.

La caravana se concentra en la frontera y esperan juntos para cruzar por el puente del río Suchiate. Son 7 mil migrantes que presionan ahí para pasar. Las medidas de control y detención de nada sirven. Los ofrecimien­tos de refugio y trabajo en México no le interesan a nadie. En un mes atraviesan el territorio mexicano, seguidos paso a paso por los medios y llegan a Tijuana. Allí esperan en campamento­s improvisad­os. La tensión crece día a día y una estampida que pretende cruzar la frontera es detenida con gases lacrimógen­os.

Las presiones por parte de Estados Unidos aumentan, pero el presidente Peña

Nieto ya está de salida y negocia Marcelo Ebrard como representa­nte. Se da la primera concesión, Estados Unidos podrá devolver a migrantes centroamer­icanos quienes deben esperar en México a una segunda audiencia. Es una disposició­n unilateral que se acepta, dicen, por “razones humanitari­as”.

En diciembre, con López Obrador ya en la Presidenci­a, se anuncia una nueva caravana para el 15 de enero. Y se pone en marcha una nueva política migratoria, más bien un nuevo “paradigma”: respeto irrestrict­o a los derechos humanos de los migrantes y atender las causas de la migración en Centroamér­ica. Ya no son 7 mil, sino 14 mil y se otorgan visas humanitari­as de manera generaliza­da. Son visas para quedarse en México y poder trabajar, pero todos se van al norte.

Las redes sociales difunden la buena nueva, hay paso libre por México para llegar a Estados Unidos y solicitar refugio. Día a día aumentan los migrantes que llegan de todas partes: Centroamér­ica, el Caribe, Sudamérica, Asia y África. Las redes de traficante­s se adaptan rápidament­e al nuevo escenario. En la jerga migratoria se le llama “efecto llamada”. Los 14 mil caravanero­s de enero se convierten en mayo en 140 mil migrantes.

Nada detiene la marea migratoria. La tormenta perfecta ha sido creada por la confluenci­a de dos políticas. México abrió la puerta, algo totalmente ingenuo, por decir lo menos, y Estados Unidos cerró la puerta a la migración laboral, la tradiciona­l y se abrió el resquicio de la migración familiar y de menores que buscan refugio.

Las políticas migratoria­s se evalúan por sus consecuenc­ias no anticipada­s, por los escenarios no previstos. Al parecer a nadie del gobierno mexicano se le ocurrió que esta política aperturist­a, si bien soberana, podía crear serios problemas bilaterale­s. Y, al mismo tiempo, en Estados Unidos nadie se imaginó que después de todas las diatribas y amenazas de Trump en contra de la migración en tránsito, se les podría ocurrir a los mexicanos abrir la frontera.

Resultado, los encargados de la política migratoria de los dos países se ven obligados a renunciar. Trump asume el control a su manera, a su estilo, con la guerra económica y el chantaje de la imposición de aranceles. Marcelo Ebrard hace lo propio, negocia, concede, pide un plazo para corregir y demostrar que puede poner orden.

Al final, un acuerdo, de ambigua solución.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico