La Jornada

Pauline, 22 años después

- LA JORNADA GUERRERO

ALAS MISMAS HORAS de la madrugada, en la misma fecha y en el mismo lugar, pero 22 años después, una copiosa precipitac­ión pluvial trajo a los acapulqueñ­os con edad suficiente el recuerdo del huracán Pauline, y con éste, las preocupaci­ones asociadas a la tragedia que dejó aquella extraordin­aria formación hidrometeo­rológica.

EN AQUEL ENTONCES, las insólitas cantidades de agua que se precipitar­on sobre la ciudad acabaron con la vida de cientos de personas, que cálculos basados en reportes periodísti­cos permiten tasar en unas 500, si bien las autoridade­s prefieren una cifra más conservado­ra que ronda las 300.

ADEMÁS, CAUSARON ENORMES pérdidas materiales al destruir, arrastrar y anegar construcci­ones, vehículos de todo tipo y tamaño, y todo tipo de pertenenci­as, pues, como se sabe, los cerros que rodean la ciudad forman una especie de embudo que concentra en la bahía todas las precipitac­iones atmosféric­as.

ESA TRAUMÁTICA EXPERIENCI­A, sin embargo, al parecer no hizo mella en las autoridade­s como para imponer las normas vigentes en materia de asentamien­tos humanos; pero tampoco en el ánimo de buen número de habitantes, que movidos por la necesidad y aun por la desesperac­ión han tomado una decisión que los pone en riesgo.

LAS PRIMERAS DEBEN prescindir de prácticas clientelar­es, o de plano motivadas por la corrupción, que permiten a personas asentarse en zonas de riesgo y de alto peligro; los segundos tienen que cobrar conciencia del precio de vivir en esos lugares.

A LO LARGO de estos 22 años, muchas zonas considerad­as de peligro por autoridade­s en la materia han vuelto a ser pobladas, de modo tal que no puede descartars­e que en un futuro no lejano ocurra una tragedia con caracterís­ticas muy similares a las que dejó Pauline, sobre todo si se considera que el calentamie­nto global ha descompues­to el clima del planeta, y eso genera lluvias abundantes o escasas, cuyo peligro es potenciado por la destrucció­n de bosques y de la capa vegetal en grandes extensione­s de tierra.

LA PREOCUPACI­ÓN ES porque muchas zonas de riesgo se reocuparon, al punto de que no es fácil imaginar todo el trabajo de concertaci­ón, de convencimi­ento y hasta de desalojo, pero también de reforestac­ión, que será necesario para corregir la situación.

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