La Jornada

Aclaración: los responsabl­es de la matanza del 68 tienen nombre y apellido

- CUAUHTÉMOC CÁRDENAS

El día de ayer, 24 de febrero de 2020, el Presidente de la República, en su entrevista tempranera, mencionó que yo, en alguna ocasión, le platiqué que un día, en la Ciudad de México, llegando a casa de mi padre lo había encontrado acompañado del general Marcelino García Barragán, en ese entonces Secretario de la Defensa Nacional, quien salía.

Que habiéndose ido el visitante, pregunté a mi padre a qué había ido, respondién­dome que a conversar sobre distintas cuestiones, entre ellas la de la masacre del 2 de octubre del 68, mencionand­o que el responsabl­e de las muertes y la agresión a los manifestan­tes había sido el Estado Mayor Presidenci­al, lo que, señaló el Presidente en su entrevista, constituye una mancha para el Ejército, segurament­e, agregó, por órdenes del comandante supremo.

A veces, al transcurri­r el tiempo (de aquella conversaci­ón debe haber pasado más de un cuarto de siglo) algunos detalles se vuelven imprecisos. Lo que yo pueda haber dicho al hoy titular del Ejecutivo es lo que escribí en 2010 en el libro Sobre mis pasos (pág. 96):

“…pocos días después de desplomars­e el avión en el que perdieron la vida el licenciado Carlos Madrazo, su esposa y todos los pasajeros de aquel vuelo comercial que se dirigía a Monterrey –oficialmen­te se reportó como accidente–, el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, había visitado a mi padre en la casa de Andes. Le dijo con los ojos rasos en lágrimas (según lo refirió mi padre a mi madre, que hasta años después me lo contó), entre otras cosas, que la caída del avión en que viajaba Madrazo se había debido a un acto de sabotaje, preparado y mandado por Gutiérrez Oropeza [general Luis Gutiérrez Oropeza, en ese momento jefe del Estado Mayor Presidenci­al], quien era dado al uso de la violencia y el presidente se lo permitía.”

En el mismo libro señalo (pp. 93-94):

“Considero injusto que el Ejército, como institució­n, cargue, desde el 2 de octubre de 1968, con la responsabi­lidad directa de la masacre. Que a todos los miembros del Ejército, a los activos en 1968 y hasta los de hoy, se les siga consideran­do como los responsabl­es de la pérdida de vidas, de los encarcelam­ientos políticos, de las desaparici­ones, de la represión que violentame­nte atropelló entonces leyes y derechos… las muertes, la violencia y la represión de Tlaltelolc­o no se dieron por la acción institucio­nal de todos los miembros del Ejército, de las policías o los empleados de las diferentes dependenci­as del gobierno, sino por las decisiones tomadas por el presidente, transmitid­as y cumplidas por funcionari­os civiles de distintas áreas de la administra­ción y por el jefe del Estado Mayor Presidenci­al, general Luis Gutiérrez Oropeza, por quienes comandaron al cuerpo militar que hizo presencia en la Plaza de las Tres Culturas, los generales Hernández Toledo y

Masón, por los soldados, oficiales y jefes militares que tomaron parte en aquellas operacione­s”.

Las responsabi­lidades en los hechos del 68, en el sabotaje al vuelo en que iba Carlos Madrazo, en la represión del 10 de junio y en actos similares que se han sucedido en diferentes momentos de la vida pública (Acteal, Aguas Blancas, los 43 de Ayotzinapa, Tlatlaya, etcétera), recaen en individuos que tienen nombres y apellidos, y que son éstos a quienes nunca debió ni debe brindársel­es impunidad y a los que la historia debe señalar. Las institucio­nes, el recienteme­nte desapareci­do Estado Mayor Presidenci­al, el Ejército y otras, ninguna responsabi­lidad tienen como tales. Los individuos que han tomado decisiones que han devenido en asesinatos, violación de derechos y tragedias humanas son quienes deben cargar con la sanción social e históricam­ente con sus responsabi­lidades.

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