La Jornada

“El tango y el bolero son vigentes por su conexión con el público”

Los músicos Jorge Ignacio y Rául Garnica presentaro­n el álbum recopilato­rio Lo prohibido

- Emiliano Balerini Casal

El tango y el bolero se unieron el domingo en el Museo Nacional de las Culturas Populares. Jorge Ignacio y Raúl Garnica presentaro­n su material discográfi­co más reciente, Lo prohibido: del bolero al tango, del acordeón al bandoneón, con el sello Ediciones Pentagrama.

El disco surgió hace varios años, y aunque este dueto no tenía definido su nombre, sí sabían algunas de las canciones que querían incluir. A partir de eso trabajaron en un repertorio de 15 boleros que cuentan historias de amores frustrados, prohibidos, discrimina­dos y escondidos, detalló Jorge Ignacio.

Entre las canciones que contiene el disco se encuentran: Un poco más, Quémame más, Pecado, Cenizas, Encadenado­s y Pecado mortal.

“Atravesamo­s un tiempo en el que todo está permitido, pero, por ejemplo, en los años 70 y 80, Astor Piazzolla irrumpió con una nueva forma de hacer tango y fue duramente criticado. Lo prohibido se refiere más a las canciones, no tanto a los géneros”, explicó en entrevista con La Jornada.

“Aquí tenemos cualquier cantidad de cantantes mexicanos que hicieron bolero y tango en los años 40 y 50. De alguna manera se hermanaron en ese momento. No estamos inventando nada, simplement­e le estamos dando el matiz tanguero”, mencionó.

Entre los músicos que grabaron ambos géneros se encuentran desde Jorge Negrete hasta Agustín Lara, quien hizo un disco con 10 tangos, el más famoso: Arráncame la vida; Julio Jaramillo y Javier Solís.

Uno de los cantantes contemporá­neos que también incursionó en esta música fue Luis Miguel, con sus discos Romances: “Su caso es muy interesant­e porque empezó a cantar música pop muy joven, y al crecer se interesó por otras formas de expresión”.

Así como hay una estrecha relación entre el bolero y el tango, pasa algo similar con el acordeón y el bandoneón: “El acordeón es el hermano mayor del bandoneón. Mientras éste apareció alrededor de 1820, el segundo lo hizo entre 1880 o 1890. Pertenecen a la misma familia de instrument­os de viento. Su mecanismo es similar, aunque hay diferencia­s en la forma de ejecutarlo”, señaló.

Para Jorge Ignacio, la vigencia de estos géneros –en un momento en que hay muchos ritmos musicales que intentan banalizar las relaciones humanas– se debe a la conexión emocional con el público.

“Lo que se hace bien permanecer­á. Vivimos un bache existencia­l dentro de la humanidad, donde ésta intenta rencontrar­se en el camino que tenemos respecto de la definición del arte. Hubo un momento en que el arte y el espectácul­o quisieron fundirse, pero se generó una distorsión, ya que los espectácul­os no contienen nada artístico, y éste exige un gran compromiso de quien lo practica”, comentó.

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