AGENDA JUDICIAL /
Editorial
México, el infierno inagotable del feminicidio. Las menores de edad son presas regulares. De éstas, un porcentaje ínfimo asume su transitoriedad y su calidad de próxima presa para las bestias asesinas. El derecho debe dotarlas de herramientas para sobrevivir en una sociedad donde no sólo reina la impunidad, también se dificultan los caminos para que esos menores de edad sobrevivan.
La posibilidad de que la situación social modifique la psique juvenil parece no existir en las leyes mexicanas. La emancipación por necesidad de sobrevivencia debe legislarse. Sobrevivientes familiares (las precarias estadísticas formalizan el dato de que la violencia sexual es mayor dentro de los círculos familiares que afuera) y sociales, las menores de edad también deben luchar contra la ley para independizarse.
Por otra parte, la minoría de edad es aprovechada para delinquir con total conciencia. Esto debería reflejarse en la codificación penal (la posibilidad de juzgar a asesinos menores de edad como si no lo fueran) sino también en la laboral (la posibilidad de que niños que durante años han sido obligados a trabajar, puedan formalizar actos civiles y mercantiles propios de mayores de edad).
La brutal posibilidad de que niños y jóvenes sean víctimas del feminicidio o de la violencia atroz que vive México, establece en los hechos modificaciones en los caminos psicológicos de “maduración” para esos menores que prácticamente están solos frente a los depredadores impunes. Los legisladores deberían pensar en estas víctimas, en lugar de aumentar penas por delitos que apenas serán castigados.