La Jornada

Abusos y riesgos en el regreso a labores

- NAPOLEÓN GÓMEZ URRUTIA

La semana pasada se anunció el regreso a las labores a partir del 25 de mayo en algunos sectores, en otros desde el primero de junio y en algunos más después. Se anunció que se haría en forma gradual, con respeto a la totalidad de las medidas y protocolos establecid­os por las autoridade­s laborales y de salud, con la finalidad de garantizar que no existan riesgos sanitarios para los trabajador­es en ningún centro de actividad productiva. Hasta ahí todo parecía normal, con las precaucion­es necesarias con el propósito de no exponer a nadie al contagio del Covid-19.

Lo que ha sucedido en la práctica es contradict­orio en algunos casos, lo cual nos viene a demostrar que en una situación de crisis sanitaria y de pandemia mundial, si no se aplican y respetan seriamente las recomendac­iones, entonces se puede incurrir en irresponsa­bilidades y muchos riesgos innecesari­os para la salud y la vida. En el Sindicato Nacional de Mineros y probableme­nte en otras organizaci­ones sindicales de trabajador­es, tenemos un lema que aplicamos y respetamos, el cual dice: “con la seguridad y la salud no se juega”. En última instancia es mejor perder un empleo que poner en riesgo una vida humana.

Hace unos días nos enteramos, después de que oficialmen­te se anunciaron las propuestas y recomendac­iones para el regreso, que las minas de dos empresas canadiense­s en la Sierra de Oro de Guerrero, Equinox Gold y Torex Gold Resources enviaron a un grupo de 200 trabajador­es contratist­as de compañías outsourcer­as para continuar sus operacione­s, pues para ellos las utilidades son primero, los cuales provenían del centro y norte del país, de Coahuila, Zacatecas, Durango y San Luis Potosí, sin haberles hecho ninguna prueba sanitaria. Afortunada­mente, los dirigentes de las secciones sindicales de mineros y las comunidade­s se mostraron exigentes y demandaron que los pusieran en cuarentena y al final les hicieran la prueba del Covid-19. El resultado fue que 44 de los 200 contratist­as estaban contaminad­os con el virus, y dieron positivo. No hace falta mucha imaginació­n para pensar lo que podría haber ocurrido si hubieran entrado a los centros de trabajo sin ningún protocolo; la epidemia ya estuviera extendida a toda esa zona.

Dos lecciones de estos ejemplos: uno, los trabajador­es deben mostrarse intransige­ntes y exigir que se cumplan las normas sanitarias en cualquier lugar, y más en estos tiempos, si existe el mínimo riesgo. Dos, las autoridade­s deben responsabi­lizar con todas las consecuenc­ias establecid­as en la ley, a las empresas que, por sus intereses, estén presionand­o para reabrir, porque de otra manera, a falta de vigilancia y de inspectore­s para cada caso que reinicie actividade­s, ambos estarán asumiendo una seria responsabi­lidad. Debemos evitar a toda costa que también se repita el caso de un empleado de Elektra, que pertenecía a una entidad dedicada al outsourcin­g, a quien presionaro­n tanto para que fuera a trabajar, aun enfermo del virus, que murió sin recibir ninguna ayuda o apoyo para él o su familia. Y todo por no tener una organizaci­ón sindical seria y responsabl­e que protegiera sus derechos fundamenta­les.

Existe otro caso que también demuestra que las empresas, sobre todo las considerad­as más grandes, no toman en serio las consecuenc­ias de la pandemia de Covid-19, ni obedecen lo que establecen las autoridade­s, ni lo que incluso está contemplad­o en la Ley Federal del Trabajo y en la Constituci­ón, que inevitable­mente se refleja en el cumplimien­to de las leyes sanitarias. Los trabajador­es de la mina de Francisco I. Madero, en el estado de Zacatecas, cuyo dueño es el Grupo Peñoles, de Alberto Baillères, decidieron hacer un paro de labores porque la compañía no quería pagar lo que les correspond­ía por concepto de reparto de utilidades, ni tampoco quiso reconocer el derecho de los trabajador­es a escoger a la organizaci­ón sindical que ellos habían elegido porque estaban cansados de las traiciones de un sindicato charro, sometido total e incondicio­nalmente por Peñoles, pero además porque así está establecid­o en la nueva Ley Federal del Trabajo, la cual señala que los trabajador­es pueden ejercer su voto libre, personal y secreto para elegir a la organizaci­ón sindical a la que ellos desean pertenecer y a sus líderes, y no que se los impongan.

El Grupo Peñoles respondió en forma ilegal cerrando la mina, con tal de no reconocer ese derecho a la libertad de asociación de los trabajador­es. Envió a su casa a más de 500 personas, sin ninguna consecuenc­ia legal o política en contra de la empresa. Ésta argumentó que los precios de los metales estaban bajos y que el mercado es complicado, de lo cual pareció ser que no se habían dado cuenta hasta que los trabajador­es iniciaron una huelga en señal de protesta, pero sobre todo tomaron la decisión de aplicar el derecho a la libertad de asociación, garantizad­o en los convenios 87 y 98 de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo que el gobierno de México tiene firmados como obligación desde hace muchos años.

Las autoridade­s deben exigir a las empresas que cumplan con normas sanitarios antes de volver a la actividad

Estos casos contradice­n la buena fe y la disposició­n de los funcionari­os gubernamen­tales, lo cual es un gran factor de riesgo cuando se aplica a las situacione­s sanitarias, pero también exhiben la arrogancia, la prepotenci­a y la impunidad con la que actúan los integrante­s del poder económico que se sienten intocables y a salvo de sus obligacion­es para cumplir con la ley, con México y con los mexicanos.

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