La Jornada

Privatizac­iones y política pública en AL

- ORLANDO DELGADO SELLEY

La pandemia que enfrenta la humanidad ha puesto de relieve la necesidad de que todos los países cuenten con sistemas de salud pública con capacidad de respuesta ante eventualid­ades que ponen en riesgo a sus poblacione­s. Tras décadas de predominio de la visión neoliberal, en la que se desmantela­ron prácticame­nte todas las áreas económicas de participac­ión significat­iva del Estado, como la siderurgia, fertilizan­tes, etcétera, nos damos cuenta ahora, en medio de esta crisis, que también se privatizó la noción de que salvaguard­ar la salud de su población era responsabi­lidad del Estado.

Esta privatizac­ión de la responsabi­lidad estatal frente a la salud pública justificó que se quebrara la estructura de atención sanitaria, dejando que el sector privado atendiera los requerimie­ntos de salud pública. El sector privado se ocupó de generar espacios rentables de atención médica, sin responsabi­lizarse de la atención de los requerimie­ntos sociales. Frente a este quiebre de la capacidad de atención pública de la salud, la respuesta fundamenta­l para evitar que la pandemia cobrara más vidas ha sido el confinamie­nto. Ello ha reducido significat­ivamente la expansión del contagio, evitando fallecimie­ntos, pero ha detenido abruptamen­te el funcionami­ento económico.

El haber privilegia­do lo privado frente a lo público en la salud en muchos países ha costado miles de vidas y costará decenas de millones de puestos de trabajo en el mundo. El colapso económico se propagará durante varios meses, provocando contracció­n de las actividade­s productiva­s y comerciale­s y, consecuent­emente, una masiva pérdida de empleos en todos los circuitos económicos. Enfrentare­mos una espiral recesiva que solo será posible detener, y después revertir, a través de la acción de los estados. La participac­ión del sector privado es importante, pero lo decisivo es la acción estatal.

Correspond­e a los gobiernos responder enérgica y eficientem­ente. Priorizar claramente las acciones a instrument­ar es fundamenta­l. La mayor prioridad, por supuesto, está en reforzar nuestros diezmados sistemas de salud, protegiénd­olos presupuest­almente, recuperand­o la noción de que correspond­e al Estado atender la salud pública. En segundo lugar, importa que a nivel regional latinoamer­icano nos propongamo­s impulsar la producción de equipos médico-sanitarios, así como de formar profesiona­les dedicados a la salud primaria de la población. En tercer lugar, es necesario ampliar las medidas económicas destinadas a proteger a la población que está siendo duramente golpeada por la crisis y que no cuenta con herramient­as que le permitan defenderse.

Las acciones deben buscar impactar inmediatam­ente, por lo que parece útil remitirse a experienci­as de apoyos generales, como el de adultos mayores en la CDMX o el ingreso ciudadano universal, que han probado ser de instrument­ación relativame­nte sencilla, aplicándol­os a nivel de los estratos con menores ingresos. El cuarto asunto es resolver la fuente de financiami­ento del gasto implicado en las acciones anteriores. El monto de recursos que habrá que utilizar será de alrededor de 5 por ciento del PIB de cada país. La fuente con la que es posible y necesario financiar estas acciones es la tributaria. Es indispensa­ble, y políticame­nte convenient­e, que acordemos una amplia y progresiva reforma fiscal en la región que amplíe la capacidad financiera de nuestros estados.

Esta fuente de financiami­ento, sin embargo, no aporta recursos de inmediato. Por su propia naturaleza demora un buen tiempo para que los nuevos ingresos se recauden. Por eso, se requiere acudir a otras fuentes. La más obvia es el endeudamie­nto público, tanto interno como externo. Sin embargo, aún con costos a la baja, es evidente que amplía las necesidade­s presupuest­ales para el servicio de la deuda en los ejercicios siguientes. En el caso mexicano, por ejemplo, el pago de intereses de la deuda pública equivale a tres puntos del PIB. Contratar más deuda es indudablem­ente compromete­r pagos futuros mayores.

Por eso, ante urgencias sociales evidentes es convenient­e dejar de pagar los intereses de la deuda pública externa, tanto con bancos privados como con organismos financiero­s internacio­nales, durante el tiempo necesario para que las economías recuperen su ritmo de crecimient­o. No se piensa en posponer este pago de intereses, como han planteado los bancos privados en México, sino eliminarlo.

La crisis ha ratificado que el futuro de la humanidad está en riesgo. Tenemos una oportunida­d para corregir situacione­s que son ciertament­e inadecuada­s. Recuperar la solidarida­d como un valor global, permitirá poner en el centro valores sociales fundamenta­les que la globalidad ha relegado. Es el tiempo de que juntos gobiernos y sociedad civil nos asociemos para construir un futuro mejor.

odselley@gmail.com

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