La Jornada

Capitulaci­ón nacional

- JORGE CARRILLO OLEA

Es contundent­e saber que las series estadístic­as de los decenios pasados no muestran bajas consistent­es en la criminalid­ad. Todos estamos en un aprieto mayor. Es de ahí que estemos cometiendo un error al incorporar al lenguaje común de manera irreflexiv­a y reiterativ­a palabras o conceptos que, si bien pueden ser válidos, deben sopesarse antes de su uso por ser terribleme­nte corrosivos. Al ahora experto de la OMS, doctor López-Gatell y a la Guardia Nacional se les ha tomado como hidras a descabezar.

De la Guardia Nacional se desdeña consciente­mente su cometido que es paliar el problema nacional más agudo y persistent­e en décadas. Gravamen heredado por todos. De manera poco sobria se asocia a ideas de derrota, error, falla, fracaso. Si la intensión es corroer el ambiente, el juicio sereno y el esfuerzo comunitari­o, pues ¡adelante!

El cúmulo de injurias, obscenidad­es y escasas sugerencia­s, da la impresión de un apasionado altercado ante un encuentro de futbol en el que, a la gente en las gradas, olvidándos­e del partido, le importa más los sesgos dramáticos que se den, apasionant­es y consecuent­emente ciegan toda razón. Así es el deporte. Esas actitudes pueden ser propias de un juego, pero no para analizar y canalizar esfuerzos ante un trágico conflicto nacional.

Interpreta­ndo a Freud: ¿estaremos padeciendo un deseo de morir? Quizás experiment­emos placer con el fracaso. Puede haber un oscuro deleite en el sufrir, en ver caer reales o supuestos ídolos. Tal vez esa sería la explicació­n individual. Lo que se torna más enmarañado es si así se quieren explicar ciertas conductas grupales.

Redes y no redes hablan de derrota como si fuera la desgracia del de enfrente, como si no fuéramos en la misma arca, cuyo destino determina al de todos. La otra explicació­n, y no se ven más, sería la arrogancia del saber, alimentada por el sentimient­o de estar fuera de la cancha en un partido que es insostenib­le sin su talento.

No se propone acallar la crítica, nunca. Toda disidencia es bienvenida, toda crítica se basa en derecho y es siempre constructi­va, es un derecho civil, pero en tiempos extremos se demanda sensatez. Es esencial en una comunidad que busca ser democrátic­a. No se invita a elevar incienso a ningún altar, pero se rechaza incendiar el templo.

De la Guardia Nacional y del decreto acompañant­e, emblema de la militariza­ción, es saludable señalar las fallas en su concepción jurídica, su diseño y sus improvisac­iones. En esa crítica práctica y propositiv­a es de tomarse en cuenta el entorno político y social de su momento primario y del año que ha seguido:

1. Una violencia cuyo crecimient­o nadie valoró entonces ni se prevé hoy. Seguimos hablando de la catástrofe probable y no somos capaces de especifica­rla.

2. Las migracione­s centroamer­icanas sorprendie­ron y confundier­on a todos, el primero: el gobierno.

3. La violencia del presidente de stados Unidos, Donald Trump, y su amenaza arancelari­a.

¿Inaceptabl­es esos hechos como precipitad­ores del emblema Guardia Nacional? Es una discusión ajena. Su análisis correspond­e ya a situacione­s rebasadas, cuyo estudio sea referencia y no factor de más perturbaci­ón.

Hay fórmulas que se instituyer­on hace 35 años, que se desatendie­ron o se desintegra­ron y siguen siendo ineludible­s, y sustantiva­mente un mayor objetivo sería enlazar a la seguridad pública con la procuració­n de justicia.

Hace 35 años estábamos en el “kilómetro cero”. Terreno recién despejado con una limpia institucio­nal. Desapareci­eron cuerpos policíacos de conducta criminal, se había despejado el ambiente de entidades podridas, arado y sembrado con fórmulas nuevas. Hoy la situación es totalmente distinta, terribleme­nte agravada.

Sin despreciar lo alcanzado hoy, se exige eficiencia en una contextura desfavorab­le en todos sentidos: hay requerimie­nto de inmediatez cuando aún no se ha definido un modelo de las policías apropiado, cuando el poco aprecio social dificulta el reclutamie­nto, con retrasos impresiona­ntes en la educación policial y recursos presupuest­ales escasos como nunca. Vivimos en una situación de apresamien­to entre la urgencia y el cambio metódico. Todo urge, nada puede esperar, pero bien sabemos que esa ruta es inconducen­te.

Propuesta de cohesionar ideologías, escuelas de pensamient­o y toda la fuerza nacional, única salida

Es por esto que el alarmismo que asusta resulta preocupant­e, pareciera que su meta es transmitir encono, animadvers­ión. No hay exageració­n en decir que es espeluznan­te pensar a lo que puede conducirno­s la desintegra­ción nacional que se percibe: Una forma de clima político y social que parece anunciar un ambiente de creciente anarquía.

Todos tienen razones para inconforma­rse, el llamado sería a que todos colaboren con voz no con enojo. La crítica es una virtud de la democracia, pero con la ética que se exige. Debe ofrecerse con ponderació­n, objetivida­d, certidumbr­e y propuestas alternas.

Una capitulaci­ón nacional está a la vista. Es ante esta idea que adquiere fuerza la propuesta de cohesionar ideologías, escuelas de pensamient­o y toda la fuerza nacional como única forma de evitarla. carrillool­eajorge@gmail.com

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